En el transcurso de las próximas semanas, el Ecuador planteará un acuerdo comercial con los Estados Unidos. De concretarse el anuncio, el país tiene que situarse a la altura para afrontar el reto que conlleva insertarse en un mundo donde la competitividad es garantía de éxito.
La apertura del gobierno para explorar esta posibilidad es la señal que esperaban los agentes económicos desde hace mucho tiempo y se convierte en el tema prioritario de la agenda de comercio exterior.
Tratado, acuerdo, alianza, convenio, como quiera llamarse, un compromiso de esta naturaleza tiene pros y contras. Aunque siempre es preferible apostar a los pros, se puede encontrar ventajas hasta en los contras, porque, en una economía globalizada, los productos han dejado de ser propios y originarios de las regiones, ahora son inherentes a las necesidades; donde se requiere algo, ahí está el producto para satisfacer la demanda.
La competitividad y la calidad son condiciones primordiales para ejecutar esta clase de tratados. Bien lo saben los sectores productivos que se hallan empeñados en cumplir el Acuerdo Multipartes firmado con la Unión Europea (UE), a fines de 2016. Este fue un paso importante en el ámbito externo.
Actualmente es tiempo de ocuparse de la agenda interna. La producción ecuatoriana tiene que mejorar para ser competitiva, y esto pasa por la entrega de incentivos a las industrias mediante la liberación de impuestos y toda clase de trabas a la tecnología. Otro aspecto que precisa atención urgente es la derogatoria del anticipo del impuesto a la renta planteado al gobierno por los sectores productivos.
El ofrecimiento del gobierno de apoyar los emprendimientos debería ampliarse al sector empresarial con créditos asequibles, además con una política de subsidios a ciertas áreas de la agricultura. Todo con el fin de mejorar la competitividad.
Por mencionar un sector sensible, es fundamental que los agricultores puedan importar maquinaria moderna para asegurar la calidad y acrecentar los sembríos. Esto debería replicarse a todas las ramas de la industria, solo con tecnología de punta el país podrá mejorar su producción igual que lo han hecho los países desarrollados.
El ofrecimiento del gobierno de apoyar los emprendimientos debería ampliarse al sector empresarial con créditos asequibles, además con una política de subsidios a ciertas áreas de la agricultura. Todo con el fin de mejorar la competitividad.
La falta de tecnología es un inconveniente a encarar. Ecuador no la produce, pero restringe su ingreso con aranceles altísimos. Lo mismo ocurre con las materias primas cuyos costos de importación son elevados. La incoherencia en materia de comercio exterior tiene que enmendarse de una vez por todas.
El fruto de que los empresarios se vuelvan aún más competitivos, accedan sin escollos a la tecnología y puedan adquirir materias primas baratas para elaborar productos de excelencia y así enfrentarse a los mercados externos, será la generación de empleo adecuado. A fin de cuentas eso interesa a la mayoría de ecuatorianos, la gente no quiere vivir de dádivas, de subsidios ni bonos.
Demás está decir que la creación de fuentes de trabajo estimula la economía. Y la mayor fuente de plazas de trabajo es la industria privada. La experiencia, como país, demuestra que el Estado no es el mejor empleador; tenemos un sector público obeso, adiposo, lento.
De concretarse la eventual negociación de un tratado de libre comercio con Estados Unidos, los delegados deberán sortear la postura del presidente Donald Trump, quien se opone a concertar este tipo de convenios y más bien se inclina por políticas proteccionistas que otorguen más seguridades a sus empresarios.
Con decisión, la delegación negociadora tiene que hacer notar a la contraparte lo que su nación requiere. La balanza comercial entre Ecuador y Estados Unidos es interesante, nuestro país exporta muchos productos y tenemos más para enviarles. Esa es la idea que corresponde “vender” a los estadounidenses.
Si no fuera posible definir un tratado de libre comercio, cuando menos habría que buscar un acuerdo comercial firme, que ampare a los productores. Hoy por hoy afrontan dificultades los floricultores, los ganaderos, los cacaoteros, el sector acuícola, de donde proceden los principales productos que se exportan a Estados Unidos. Esto, debido a una implacable competencia con Perú y Colombia, países que gozan de tarifas preferenciales.
También resulta urgente buscar la extensión de las preferencias arancelarias. Este mecanismo unilateral, otorgado por Estados Unidos, formaría parte del pasado si tuviésemos un tratado de libre comercio. En la última década las relaciones bilaterales estuvieron marcadas por tensiones diplomáticas y políticas. El actual gobierno, en cambio, mira el resultado comercial y quiere destrabarlas. A fin de cuentas se trata del primer socio comercial del Ecuador, el mercado a donde se envía el 33% de las exportaciones nacionales.
Para esto, la agenda interna tiene que ir de la mano de la agenda externa. El país tiene que dar al mundo señales congruentes. No es aceptable tener una posición política-ideológica antagónica ante un país con el que pretende eliminar las barreras comerciales.
Los últimos días, el gobierno de Estados Unidos ha dictado medidas en contra del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y varios funcionarios de ese régimen, debido a la crisis de ingobernabilidad que afronta Venezuela, agravada por la instalación de una Asamblea Constituyente que no es reconocida por la administración Trump ni por la Unión Europea (EU) ni por el Mercosur ni por el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, igual que una parte de la comunidad internacional.
En contrapartida, la Cancillería ecuatoriana respalda las acciones del gobierno de Maduro, junto con Bolivia y un puñado de países. El presidente Lenín Moreno debería revisar esa postura heredada del gobierno anterior, es momento de deshacer las ataduras.
Ya es tiempo de que el país actúe en forma coherente, tanto en materia de comercio exterior como en el frente externo político. En esa línea de conducta debería conducirse frente a la situación venezolana y manifestar claramente, que Ecuador rechaza la actual situación de ese país. Las expresiones de respaldo no representan a la mayoría de ecuatorianos.
En política exterior conviene cultivar y mantener relaciones amistosas con todos los países y con todos los organismos internacionales, pero en la actualidad lo más importante es mantener una relación comercial acorde, lógica, con Estados Unidos nuestro principal socio comercial. Desde luego, sin descuidar los vínculos con los otros países. Actuar en contrario equivaldría a disparar un tiro al aire.
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