La campaña por la segunda vuelta a la Presidencia de la República, en general, ha sido muy vacía de contenidos, pero la definición del futuro electoral, desde mi punto de vista, estuvo marcada por lo que ocurrió en el estadio Atahualpa de Quito el martes 27 de marzo durante y después del partido de la Selección de Ecuador con Colombia.
Ese es el país que no podemos permitir instaurar en el Ecuador: el país del atropello, de la prepotencia, de lo delincuencial no solo por la corrupción, abuso y uso de dineros públicos sino por las actitudes de los simpatizantes del partido de Gobierno. Un ataque premeditado contra Guillermo Lasso y su familia, con compras de entradas con fondos públicos para copar las tribunas.
El Capítulo 1 de lo que vivimos dentro del estadio el día de ayer. El preludio de la razón por la que la gente dice que #LeninEsViolencia pic.twitter.com/uBBDCQj20w
— Santiago Lasso (@LassoSX) 29 de marzo de 2017
Luego está la tremenda hipocresía con la que se procede luego de ese ataque, donde todos son unos santos. Desde el oficialismo todos repudian esos hechos, propiciados por ellos.
Capítulo 2. Al oficialismo no le importó que estemos la familia. Me indigna y quisiera que lo vean. #LeninEsViolencia pic.twitter.com/KuL413ltQY
— Santiago Lasso (@LassoSX) 29 de marzo de 2017
La agresión en el estadio Atahualpa es el acto que desnudó una campaña. El hecho más relevante de toda la campaña electoral, porque solo conocíamos casos aislados de agresiones desde el oficialismo contra personas vinculadas con la política, pero nunca contra un candidato presidencial.
Es un modelo que se instauraría en la República si se permite que el oficialismo continúe en el poder. Tienen tanto que defender por tanta trafasía que no será fácil despojarlos del poder.
Es lo que está en juego en las elecciones del 2 de abril. Que el Ecuador no caiga en un proyecto totalitario, en la degradación a la que ha llegado Venezuela. Eso debemos evitarlo a toda costa. Puede ser un aporte de los ecuatorianos al continente: mostrar como un pueblo evita caer y se libera del socialismo del siglo XXI.
Un modelo que no busca confrontar sus ideas porque solo quieren imponerlas. En la falta del debate está la raíz totalitaria. No discuto lo que yo pienso y si gano eso es lo que voy a hacer. Es la forma de entender la política del seguidores del llamado socialismo del siglo XXI. La promesa es ser democráticos, pero luego montan un Gobierno totalitario. La promesa es respetar la voluntad popular y luego la suspenden. La promesa es la división de poderes y luego se toman todas las funciones y dicen el Estado soy yo. Son especialistas en engañar y mentir.
Por eso el candidato del Gobierno no llegó a ningún debate y como hombre de convicción democrática, del acontecer político, extraño el debate, porque es un derecho de los pueblos ver confrontados los puntos de vista e ideas de los candidatos. Si todo es lo mismo, para qué hacemos elecciones.
En unas elecciones democráticas los candidatos deben mostrar sus contradicciones y señalar al país cómo van a solucionar los conflictos. Pero ante la ausencia de un candidato en esos foros ahora solo tenemos ofertas y ninguna certeza de los cómo ni de los por qué de esas ofertas.
Por eso el mandato del domingo tiene que ser claro y amplio para que no haya posibilidad de fraude.
Ahora comienza una jornada de silencio electoral, que es positivo pese a la velocidad con la que circula la información en las redes sociales. Eso porque ya no hay la certeza de lo que circula ahí.
Inquieta que mucha gente crea que por poner un meme ya hace política: Ya cumplió con su deber ciudadano por divulgar un contenido, pero esa banalización de la política es peligrosa.
Hay ciudadanos que creen cumplir por estar en redes, pero esas redes pueden convertirse en una trampa de la araña totalitaria. En un mensaje con un determinado número de palabras, en un trino, no se puede desarrollar un concepto, solo transmitir un eslogan y los regímenes totalitarios tienen su fuerza en las frases hechas, una expresión demagógica para convencer.
Todo el poder a los soviets, por ejemplo. Y el poder lo tienen solo unos pocos en los soviets. El viejo truco de los totalitarios de izquierda o de derecha.
La política debe salir de las redes a las calles y ser ciudadanizada, tomarse como un hecho serio. Hay que conocer teoría política, estudiar con más profundidad cómo ha evolucionado el pensamiento político en el mundo, desde las cosas más simples. Es una ciencia compleja que requiere capacitación. No cualquiera puede meterse en la política para ver cómo le va.
Pero el país, estoy convencido, este domingo va a dar una gran lección al abuso y la prepotencia. Tengo una gran confianza en lo que ocurrirá en Guayaquil. Así como esa ciudad fue una de las causantes de una derrota que casi pone fuera de posibilidades a la oposición en la primera vuelta, ahora está llamada a ser el factor de la victoria, de la posibilidad del cambio, y digo cuidadosamente la posibilidad del cambio, pese al difuso papel que ha cumplido el Consejo Nacional Electoral.
El organismo electoral ha querido dar la idea de que las cosas están bajo control y todo se ha manejado con absoluta transparencia, pero en la práctica hemos visto cómo se hace uso y abuso de las sabatinas, de las tribunas oficiales, pagadas por todo el pueblo ecuatoriano, a favor de un candidato. Eso siempre ha estado prohibido y ha sido sancionado, pero ahora el Consejo Electoral ha mirado a otro lado.
Igual pasa con los organismos de observación electoral, un recurso para darle confianza al electorado. Son instancias interesantes, pero no cumplen ninguna función. En cuatro o cinco días que se dan las vueltas por los recintos electorales no pueden detectar, por ejemplo, ¿por qué en un recinto hubo más votantes que papeletas? ¿Cómo pudo darse? Pasa y eso solo se niega luego.
Gane quien gane, en todo caso, es el pueblo el que debe sacar al país del hueco en el que nos ha dejado el Gobierno en está última década. Eso requiere de la voluntad del conjunto de la sociedad, de una gran unidad nacional que por desgracia ahora no existe.
El país está fraccionado, el país está en vilo, el país está tenso y casi sin esperanzas. La victoria de la oposición sería una luz en el camino hacia la democracia. El candidato Guillermo Lasso ha entendido que ya no es el programa de su partido el que está en juego sino el programa del Ecuador.
Está en juego un proyecto de unidad nacional, porque ya ni siquiera el fútbol nos queda. Ojalá me equivoque, pero creo que ya no estaremos en el Mundial de Rusia, por eso ahora debemos, en unidad, combatir en Ecuador en el mundial contra la pobreza, la contaminación ambiental, el narcotráfico, la corrupción…
La decisión de lo que ocurrirá el domingo, presiento, fue tomada por los votantes luego de los acontecimientos en el estadio Atahualpa. Ese debe ser un campanazo que no puede pasar desapercibido, por el riesgo de que se instaure y prolongue en el país un gobierno de corte totalitario. Está en juego nuestra libertad y si ya ni eso motiva a la gente entonces ya no estamos en nada y mereceremos la suerte que nos toque.
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