Derek Walcott nació y murió en la isla de Santa Lucía (1930 -2017), una de las Islas de Barlovento en las Antillas Menores. Descendiente de esclavos negros e hijo de un pintor británico blanco, el mar Caribe marcó la vida y la carrera del poeta y dramaturgo que unió la tradición antillana con la poesía. Prueba de ello, reseña diario El País, es Omeros (1990), una de sus obras más conocidas en la que reinterpreta la Ilíada la traslada al Caribe.
De 1959 a 1976 dirigió el Taller de Teatro de Trinidad, que él mismo fundó y donde estrenó algunas de sus primeras obras teatrales. Escribió más de 15 poemarios, entre los que destacan Otra vida (1973), Uvas de mar (1976), El viajero afortunado (1981), El testamento de Arkansas (1987) y como dramaturgo es destacable su Sueño en la montaña del mono (1970).
En 1992 recibió el Premio Nobel de Literatura “por una obra poética de gran luminosidad, con una visión histórica, fruto de un compromiso multicultural”. Poco después, la Unesco lo nombró miembro de la Comisión Mundial de la Cultura y el Desarrollo.
La experiencia de crecer en una isla volcánica aislada, una excolonia británica, tuvo una fuerte influencia en la vida y el trabajo de Walcott, según recuerda la página web de los Premios Nobel. Su padre, un acuarelista bohemio, murió cuando Derek y su hermano gemelo, Roderick, tenían solo unos pocos años y su madre dirigía la escuela metodista de la ciudad.
Tras estudiar en el St. Mary’s College en su isla natal y en la Universidad de West Indies en Jamaica, Walcott se trasladó en 1953 a Trinidad, donde trabajó como crítico de teatro y arte.
Curiosamente —admirador de Giorgione y de Cézanne—, al principio se dio a conocer como pintor; una lengua, de la pintura, que dejó larga huella en su obra literaria. La radical plasticidad de su visión del mundo pudo ser observada desde su primer libro, 25 Poems, en 1948, y quedó confirmada en 1962 con la edición de su primera gran recopilación poética, In a Green Night (En una noche verde), título procedente de un verso del metafísico inglés Andrew Marvell en el que este habla de las relucientes naranjas de las Bermudas como lámparas doradas en la noche verde del árbol (like golden lamps in a green night), reseña El País.
Su obra poética se ha caracterizado por la abundancia, la variedad, el colorido de la cornucopia. Nunca abandonó la pintura: en el año 2000 reunió todas sus acuarelas en Tiepolo’s Hound (El sabueso de Tiepolo).
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