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Un debate sin forma y sin fondo

Pablo Ruiz Aguirre
Universidad Técnica Particular de Loja
martes, enero 31, 2017
En Ecuador hace unos días se realizó un debate presidencial atropellado. En ese sentido hay que iniciar analizando la estructura de la organización, pues fue auspiciado por la Cámara de Comercio de Guayaquil, eso ya marcó el tipo de temáticas que se iban a plantear, en segundo lugar, la moderadora fue una ecuatoriana que trabaja […]
Tiempo de lectura: 3 minutos

En Ecuador hace unos días se realizó un debate presidencial atropellado. En ese sentido hay que iniciar analizando la estructura de la organización, pues fue auspiciado por la Cámara de Comercio de Guayaquil, eso ya marcó el tipo de temáticas que se iban a plantear, en segundo lugar, la moderadora fue una ecuatoriana que trabaja en Colombia muchos años. Andrea Bernal es una entrevistadora interesante, pero al no estar en el país, no vive el contexto y en Ecuador hay muchos entrevistadores que pudieron ser parte de este debate. En relación a las barras en el país es difícil aún controlar el apasionamiento en el público, además el comentario de la entrevistadora, al decir que “no es un estadio de fútbol” fue burlesco.

En la parte que corresponde a los candidatos, colocar un podio para Lenin Moreno que no cumplía con los requisitos para una persona con capacidades especiales fue un error. En cuanto a los otros siete candidatos, desde el punto de vista ideológico hablaron temas relacionados con el mercado laboral, impuestos, salvaguardas, temas de relación comercial; son temas económicos, eso ya es una primera muestra de que el debate fue estructurado por un grupo de poder económico como la Cámara de Comercio de Guayaquil; pues al no haber colectivos ni organizaciones sociales no se debatieron temas como educación, salud, medio ambiente, soberanía alimentaria, matrimonio igualitario, abortos, etc. Que son temas que el gobierno ya los puso a debatir 10 años atrás y que ahora están en la palestra.

Este debate tuvo dos ganadores: Lenin Moreno ganó desde afuera porque fue un debate pobre; las preguntas estaban dirigidas a temas puntuales y todos los participantes respondían el qué y no el cómo, ninguno decía cuál será el medio para llegar a sus planteamientos. El segundo ganador fue Patricio Zuquilanda porque su posición fue  neutral y dio a entender que no importa si gana o no las elecciones, lo importante para él es ganarle al correísmo, es un criterio de cohesión de discurso, además su lenguaje fue más coloquial.

Guillermo Lasso en la parte comunicativa utilizo la técnica aristotélica de la repetición; repitió algunas veces la creación de un millón de empleos que es la simplificación del mensaje como mecanismo heurístico para que se entienda y se quede grabado en la gente. Dalo Bucaram sigue siendo la representación de su padre, a pesar de que se vende como el candidato joven y no tiene ninguna postura progresista. Iván Espinel, en su parte de gesticulación, mímica, uso de la voz y tonalidades se parece a Rafael Correa y eso es lo que trató de demostrar que vendrá en 2021. Cynthia Viteri, en cambio, comenzó con mucha fuerza y luego acusó a Lasso de los despidos en el Banco de Guayaquil y generó retaliación, no posicionando su discurso sino dando más propaganda a su contendor. Todos los candidatos se fueron en contra de Lasso porque ciertas encuestas le dan en segundo lugar, ellos al nombrarle le daban 30 segundos más para que diga sus tesis, aunque no los utilizó de forma adecuada y repetía su propuesta de un millón de empleos por lo antes manifestado.

Washington Pesántez, por su lado, está planteando un discurso correísta con un discurso no correísta. En este debate se dio una burla a la memoria inmediata de la gente porque este candidato dijo no haber sido correísta, cuando fue Fiscal en este gobierno.  Desde el punto comunicacional quien también perdió puntos fue Paco Moncayo por su discurso hermético, cerrado, simplón. No tiene un trasfondo académico, político, ni social porque no tuvo metodología.

A la gente le interesa que el mensaje sea simple. Cuando Lasso repetía el millón de empleos en cuatro años es el imaginario que causa y no importa lo que se diga después; sin embargo, el presidente Rafael Correa siempre explicaba en sus intervenciones el cómo se logra tal o cual cosa. Esto es lo que faltó a todos los candidatos. De hecho, en discurso político y en oratoria, la única manera en la que se genera legitimidad es a través de las voces académicas o a través de datos. Pero el discurso está direccionado para la gente que quiere escuchar, el millón de empleos.

Cada candidato, según el nivel académico, no respondía lo que se les preguntaba porque cada uno maneja una temática distinta. Es decir, la sociedad considera que algo es importante y el representante político escoge qué es lo que puede decir sobre lo que la gente quiere escuchar, por ejemplo Paco Moncayo maneja el tema de seguridad y en todas sus respuestas hablará de ello. Lo mismo hizo Dalo Bucaram con el slogan del candidato joven. De ahí que, en sí cada candidato respondía lo que sabía y en el terreno que se defendía.

En lo que tiene que ver con las preguntas, a pesar de que se dividieron en temáticas, al no cuestionar lo mismo a todos se perdió la oportunidad de ver un debate de propuestas y ver quizá sus aciertos y contradicciones. Sin embargo, al analizar a los candidatos, todos confluían en lo mismo. Todos sabían qué hacer pero no lo más importante cómo hacerlo.

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