En primer lugar, habría que definir o, más bien, enfrentar al “horario laboral” con el “horario personal”. En cierta medida, en la sociedad contemporánea el segundo está definido por el primero, es decir, lo laboral predetermina lo personal o el ” tiempo propio” como lo llaman los alemanes. Rüdiger Safranski publicó un libro sobre el tema en el 2015 Zeit. Was sie mit uns macht und was wir aus ihr machen (Hanser.2015) (Tiempo:Qué hace él con nosotros y qué hacemos nosotros con él) y allí define al “tiempo propio” como el tiempo que vivimos con nuestro cuerpo o el ritmo corporal.
La definición es en sí misma ambigua, como ambiguo es el contexto técnico o laboral en el que circunscribimos al llamado o mal llamado “”tiempo propio”. Creo que la circunscripción técnica del tiempo en general es el problema. Cada cultura tiene una definición cultural del tiempo laboral y es esto lo que vuelve ambiguo la definición del tiempo propio o personal.
El tema del ocio y negocio (otium, neg-otium) es tan antiguo como la humanidad. La definición y el cuidado del otium (que en griego significa skolé o escuela en español) siempre fue dispuesto por la clase noble (la clase que no trabaja) y, por ello, es ambiguo. Para los filósofos griegos era necesario el otium pues allí anidaba la pasión del saber o la búsqueda infinita de la sabiduría ( la libertad).
Aristóteles dice que las ciencias esclavas, las especialidades (negotium) como diríamos hoy, lo son porque trabajan para una utilidad. En cambio, las artes liberales (filosofía o matemática) al no tener una meta útil solo sirven como horizontes vocacionales o para el crecimiento espiritual. Por eso son más libres y divinas.
Las artes serviles son necesarias pero necesitan de las artes liberales para incluir la pasión o la vocación del saber, el aspecto espiritual que aquellas no tienen. Una universidad solo con especialidades garantiza un tipo de egresado sin capacidad espiritual ninguna, sin el elemento humano de la vocación profesional. Esto es lo que ofrecemos en la Universidad San Francisco, al ser una Universidad de Artes Liberales.
¿En dónde queda el ocio?
El valor del ocio depende de la cultura o de la madurez cultural. Entre los pueblos poderosos y ricos el otium es necesario. En las culturas débiles el otium es un pecado. Entre los estoicos romanos la vida es un arte de ejercicio constante, una superación en el plano espiritual y material.
Con esta concepción de la vida, los estoicos valoraron el otium como indispensable en el aspecto espiritual y en el aporte al ejercicio de la vida.
¿No diferenciar el horario laboral del personal puede convertirse en un problema?
Depende de la cultura. Recién se está discutiendo políticamente este problema en Europa. Todo nació del tiempo preciso de la jubilación. También la discusión sobre las horas que los niños tienen que dedicar a los deberes también comienza a ser más flexible, por ejemplo, en España.
Creo que siempre la premisa de esta diferenciación será puramente técnica y allí está el problema. Como lo técnico es manejado por el positivismo (una mezcla entre ciencia y populismo político) es difícil que se pueda profundizar más en el tema, fuera de su carga política y electoral. La nobleza espiritual que ampara el otium y, por ende, el “tiempo propio” mientras se lo entregue a una premisa puramente técnica, no habrá ni tendrá la importancia que se merece.
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