Para que un acuerdo comercial tenga éxito depende de dos puntos: en primer lugar hay que responder la pregunta: ¿cómo se negoció? y luego: ¿cómo está preparado el país?
En el primer caso, el acuerdo multipartes -pensado con enfoque de los países andinos- que firmó Ecuador con la Unión Europea (UE) fue de responsabilidad del gobierno de turno más la participación -sobre la base de opiniones- de los demás actores pertenecientes a grupos involucrados -como el caso de los empresarios-. Ahora, lo que sí se debe resaltar, es que la negociación llevada a cabo por el Ecuador tendió a ser accidentada; al comienzo se negoció de manera conjunta con Perú y Colombia, después el gobierno decidió abandonar las mesas de diálogo para retomarlas en el 2014. En ese año, el exministro de Comercio Exterior, Francisco Rivadeneira, dejó abierta la puerta para la firma definitiva del tratado.
En el 2016, por su parte, hubo incertidumbre para el acuerdo final, la cual se acrecentó con la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea. Esto generó expectativa porque parecía que cambiaban las prioridades de este bloque económico, dejando de lado el acuerdo con Ecuador, pero finalmente se negoció aunque con cierto apuro y bajo un enfoque de adhesión a lo que ya habían definido Colombia y Perú. En ese escenario de incertidumbre también se deben sumar las declaraciones -incluso del mismo Presidente de la República- en donde se percibía que, al final, se va a firmar el acuerdo, principalmente, para evitar perder los beneficios arancelarios que actualmente ya tenían las empresas ecuatorianas con productos de exportación hacia la UE, más no por estar convencidos de que el acuerdo comercial sea totalmente beneficioso para el país.
La segunda pregunta a responder es ¿cómo está preparado el país? Ahí interviene el sector productivo ecuatoriano y dentro de él están las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME) y los actores de la economía popular y solidaria (EPS).
Los empresarios frente al acuerdo con la UE
En ese sentido, los empresarios de las micro, pequeñas y medianas empresas ahora están en una actitud reactiva, más que proactiva. Es decir, se dijo que el acuerdo entra en vigencia el 1 de enero de 2017 y la pregunta que surge es: ¿qué se debe hacer? Esa es la actitud en este momento; cuando las cosas debieron prepararse con anticipación, es decir, primero hacer una especie de inventarios de las oportunidades de negocios que tendrán las empresas al firmarse el acuerdo comercial con la UE. Así como saber, con anticipación, en dónde están esas oportunidades y -luego de definirlas- conocer los requisitos que se deben cumplir en términos de cantidad y calidad a cumplir; considerando que UE es un espacio geográfico integrado por 28 países, con más de 500 millones de habitantes, un grupo de consumidores con mayor poder adquisitivo y, sobre todo, altamente exigentes.
En lo que es cumplir con la cantidad -para garantizar la continuidad exportadora- una Mipyme por sí sola difícilmente va a poder cubrir los pedidos que tenderán a surgir desde la Unión Europea; surgiendo, así, la necesidad de ponerse a trabajar, desde el inicio, en programas que fomenten la asociatividad empresarial como un medio para enfrentar los desafíos de acuerdos como el de la UE. En cambio es distinto para las empresas grandes enfrentar este desafío, ya que tienen una mayor capacidad de producción y una tendencia a capacitación y mejoramiento permanente.
Los procesos asociativos -se debe resaltar- se verán potenciados sí se considera que la capacidad instalada de las empresas del Ecuador -por ejemplo la de las pequeñas y medianas industrias (PYMI)- tiende, solamente, a ser usada -en promedio- cinco días a la semana y ocho horas diarias; es decir, tienen una capacidad instalada que podría ser utilizada también para fines de exportación.
Frente a esta situación productiva, la academia -específicamente la Universidad Andina Simón Bolívar a través de su Observatorio de la PyME- en su conversación permanente con los empresarios ha resaltado estas potencialidades presentes en el uso de la capacidad de producción de las PYMI; siendo la respuesta empresarial: “que para aprovecharlas requieren -por ejemplo- de mano de obra calificada y alguien tiene que ayudarles a formar a esos trabajadores; ya que, frente al incremento de producción con fines de exportación, es la posibilidad de acceder a mano de obra calificada una necesidad inmediata que se presentará; ya que, el momento en que las empresas se integran a los mercados externos, eso se traduce en una mayor demanda de trabajadores que estén bien formados en términos de cómo hacer un trabajo basado en la práctica de la calidad y la eficiencia laboral”.
Surgiendo, así, en este espacio de mejoramiento productivo nacional el llamado a la presencia fuerte de organizaciones como el Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional (SECAP) a través del desarrollo de programas de certificación laboral por rama industrial o productiva, en donde se formen -por ejemplo- trabajadores especializados en la industria química, textil, fabricación de muebles de madera, metalmecánica, etc.. También, las universidades, a través de los programas de vinculación con la comunidad, pueden convertirse en buenos oferentes de servicios relacionados a la capacitación y asesoría que requieren las empresas; los cuales, según necesidades previamente identificadas, se deben dirigir a capacitar y/o asesorar en temas de mejoramiento de la calidad , aumento de la productividad y/o estímulo de la creatividad empresarial, teniendo como resultado empresas que empiecen a desarrollar productos de forma eficaz, eficiente y que, sobre todo, incluyan dosis de innovación significativa que, en la actualidad, lamentablemente no es algo que sea prioritario en el país.
Los empresarios, como se ve, con la preparación previa respectiva, sí tienen la posibilidad de exportar, pero requieren -como también señalan los propietarios de las PYMI- de líneas de financiamiento especializadas en promoción exportadora dirigidas a sectores como la MIPYME. De ahí, la idea es que los diseñadores de esos productos financieros se preocupen por conocer -de forma específica- la capacidad y características de esos sectores, para con ello diseñar productos adecuados a una necesidad real como es la internacionalización focalizada a la exportación; eso sí, sin descuidar la preocupación por generar servicios financieros para aquellos sectores de actividad productiva que -por su parte- se verán amenazados por la otra vía del acuerdo comercial, como es el ingreso de productos provenientes de la UE.
La academia aporta para la empresa de cara a la UE
En la actualidad, por ejemplo, el Observatorio de la Pyme de la Universidad Andina Simón Bolívar se encuentra realizando un estudio para el CERALE de París -Centro de investigaciones para América Latina y Europa adjunto a la Escuela de Negocios de Europa- con el propósito de conocer la situación de los países de América Latina -en este caso del Ecuador- en relación a la oferta de servicios de capacitación y asistencia técnica especializada en promover la internacionalización de micro, pequeñas y medianas empresas.
Como producto de ese estudio se tiene un resultado preliminar orientador -aunque poco alentador- relacionado al hecho que, en el país, se presenta una ausencia significativa de organizaciones preocupadas por ofrecer programas de capacitación y asistencia técnica dirigidos, exclusivamente, a la internacionalización de las empresas con énfasis en MIPYME; lo cual puede ser visto como una debilidad del país, pero también puede ser considerado como una oportunidad para empezar a implementar este tipo de programas. En definitiva, como se aprecia, son retos que tienen las empresas y los proveedores de servicios de desarrollo empresarial.
Otro actor que también se puede beneficiar del trabajo investigativo de las universidades es la cooperación internacional interesada en potenciar al sector productivo ecuatoriano, gracias a la disponibilidad de datos e información orientadora sobre la identificación de potencialidades, oportunidades y/o espacios de mejora en donde se pueda actuar con programas y proyectos dirigidos a la preparación previa que requiere el enfrentamiento de las oportunidades y amenazas que generalmente están detrás de acuerdos comerciales como el que entrará en vigencia con la UE.
Por último, la academia -cumpliendo su rol de investigación y vinculación con la colectividad- puede ser, como siempre se ha resaltado, un buen generador de conocimiento y las empresas sus principales usuarias cuando lo incorporan a sus procesos de producción para mejorar los productos y, de esta manera, poder cumplir las exigencias de mercados como el de la Unión Europea. En definitiva, esta interacción -en donde también debe estar el Estado- puede ayudar a mejorar la competitividad del sector productivo ecuatoriano y, así, aprovechar por un lado, las oportunidades comerciales que surgen en mercados externos y, por otro, generar bienestar interno -en el país- a través de la generación de más empleo de mano obra.
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