El gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) prevén firmar este 24 de noviembre el ‘Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera’ en el Congreso de la República. No habrá referendo, eso significa que todos quienes votaron de forma negativa a los planteamientos del gobierno, esta vez no podrán dar a conocer su decisión.
Los representantes del gobierno volvieron a negociar el acuerdo junto al grupo armado y se realizaron cambios muy importantes que han mejorado el documento inicialmente presentado. Además se incluyeron en las conversaciones a los actores que respaldaban el NO y se han tomado –en ciertos casos- consideraciones a sus objeciones. Esto es muy importante para llegar a un acuerdo de paz en Colombia, se necesita tomar en consideración a todos los actores de la sociedad, porque de lo contrario, aunque se llegue a un acuerdo de paz, el país va seguir dividido en dos opiniones.
El presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe son los actores principales de este proceso. Por un lado, Santos quiere dejar un legado de su tiempo en la presidencia y eso no pasó en octubre cuando ganó el NO, aún con ceremonia de firma a lo grande. Considero quizá le ha llevado a negociar el acuerdo de paz con demasiada celeridad, pero esto no se trata de una lucha entre él y Uribe, llegar a la paz es el anhelo de la sociedad, especialmente entre la gente más afectada por las FARC. En el referéndum del 2 de octubre pasado, de casi 34 millones de habitantes colombianos solo alrededor de 13 millones votaron. Eso quiere decir que quienes decidieron no ir a las urnas vieron el tema con indiferencia o simplemente se confiaron de que el Sí iba a ganar.
Con la nueva negociación se cambiaron 56 de los 57 artículos, el más controversial de ellos -y que no fue cambiado – es permitir la participación política de los miembros de las FARC; es muy poco probable que ese punto pueda ser negociado, menos ahora tan cerca de la firma, y aunque las FARC esté dispuesto a llegar a un acuerdo, y se autodetermine como un grupo político. Ellos aún no han bajado las armas aunque han declarado un cese temporal al fuego, ellos no han perdido terreno, las FARC no van a retroceder con este artículo en el que piden ser parte del proceso político del país, algo que no se le puede negar a un ciudadano, especialmente si se quiere restaurar y unificar un país. A la final este proceso de justicia transicional, funcionará solo si hay una verdadera reparación a las víctimas de este conflicto de 52 años.
Las FARC piden borrón y olvido; que no se los vincule con el delito del narcotráfico; que se los vincule como actividades de guerrilla pero que este no sea penado; piden no declarar oficialmente su patrimonio, a menos que sea voluntariamente y sin fiscalización -que es un punto muy importante- y que no queda claro, que mecanismos entonces se utilizarían para realizar dichas reparaciones; finalmente que no vayan a prisión los líderes acusados de la guerrilla.
Pero por otro lado están las poblaciones más cercanas a las fronteras con las FARC y las más afectadas; sin embargo son ellos quienes en el referéndum votaron en su mayoría por un fin a la ‘guerra’. Por ello, esto debe ir más allá de la ideología y del protagonismo político y tener en consideración el aspecto humano.
En caso de que no se llegue a un acuerdo de paz o se solicite la intervención de las Naciones Unidas u otra organización internacional, No podemos saber de qué manera van a reaccionar los miembros de las FARC. Internamente pueden haber pugnas entre los líderes y la gente que forma parte de la organización, entonces sería un retroceso muy grande en los avances del acuerdo ya negociado. En ese sentido, hay que esperar las acciones del Congreso y las reacciones de la sociedad civil porque aún hay gente que solicita que este proceso de paz sea tratado con todo el pueblo de Colombia y no se limite a una decisión de un grupo de personas. Sin embargo –insisto- hay que reconocer que se han hecho ciertos cambios positivos en las negociaciones aunque quizá nos sean de completa satisfacción para la sociedad.
A la región le conviene la paz, más aún a Ecuador que es vecino de Colombia, esta guerra le ha significado una inmensa carga tributaria para el país, porque la frontera necesita mucha seguridad, además de podría abrir vías nuevas al comercio y al turismo entre nuestros países.
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