Es preocupante observar la calidad de algunos candidatos que se presentan para ocupar una designación en la Asamblea Nacional. Preocupa, primero, porque con esa calidad de oferta electoral no hay entusiasmo en el electorado, parte de lo más notable de esta campaña es la gran apatía de los futuros votantes, espero equivocarme y que la abstención no sea alta. En segundo lugar se observa que aunque hubiese una gran participación del electorado y logren los votos, no se garantiza que la calidad del trabajo que tienen que hacer en la Asamblea esté asegurada.
La necesidad del país frente a la actual crisis requiere de sus mejores hombres, y esto no es una frase hecha, pero a la Asamblea debería ir gente con la capacidad para enfrentar toda la magnitud de legislación a superar y a crear. A superar para salir de lo que el pasado inmediato está dejando en el país, por ejemplo hay que revisar instrumentos como la Ley Orgánica de Comunicación. Evidentemente no solo hay que derogar leyes, sino hay que mantenerlas y superarlas, como la Ley de Educación Superior, por ejemplo el intervencionismo en las universidades ha violentado groseramente a la autonomía, pero tampoco el país puede estar sin una Ley de Educación Superior. En esa condición hay que esperar una Asamblea de la calidad que el país necesita y en este periodo no será posible con el tipo de representación que se está proponiendo en las candidaturas.
Lamentablemente, a parte de lo que propongo como necesidad en cuanto a legislar, también necesitamos otro tipo de asambleístas para fiscalizar. Uno de los males que está corroyendo la república –prácticamente desde su fundación pero exacerbado con los altos precios del petróleo- es la corrupción y hay que frenarla con acción legislativa y fiscalizadora, que no se ha cumplido a los largo de los últimos 10 años.
Entonces, se observa una irresponsabilidad en doble sentido: una, por parte de los partidos que proponen solamente gente con popularidad, sin el conocimiento y dos, los propios candidatos que se prestan para hacerlo, a pesar de saberse –en muchos de los casos- no preparados para ejercer el cargo que se le plantea. Sin embargo hay una salvedad, la del actor y cantante Diego Álvarez ‘Don Day’ que acaba de señalar que le propusieron ser candidato y por no considerarse suficientemente preparado no aceptó, pese a que la oferta incluía USD 20.000.
Esto no es generalizado; entre los postulantes hay gente conocida, popular, talentos de pantalla, que pueden ser preparados, pero la mayor parte de los que están propuestos en las listas son los que tienen popularidad. Nadie garantiza que tendrán otro rol que alzar la mano en la dirección que les digan sus jefes de campaña, que los llevaron a esas dignidades y eso es negativo para el futuro de la democracia ecuatoriana, que ya está suficientemente magullada como para seguirla estropeando.
A los electores nos queda exigir en el futuro con mayor participación –que se destaca en este diagnóstico la gran apatía- para que no seamos responsables por complicidad o por abstención en nuestra voluntad de decir y expresar de lo que nos está pasando como país. El fenómeno está dado en todo el continente y no con eso quiero hacer referencia al refrán “mal de muchos consuelo de…” así que por ahí no podemos tranquilizarnos. Parte de la crisis global de los partidos se está reflejando en esta crisis de representatividad. Se ha llevado a que no sea la fuerza de las convicciones, la fuerza de las propuestas lo que motive la conquista del voto, sino la popularidad. Ahí el voto se gana porque la gente lo conoce, porque hace bromas en la pantalla, porque cae bien a su público, porque es guapa o porque es simpático… No puede ser ese el valor en una elección, pero en eso se ha convertido. Esto está apoyado por las estrategias en marketing que todo lo convierten en producto e incluso las ideologías.
Precisamente esa vieja diferencia entre publicidad y propaganda parece que ha dejado de ser un valor real y todo es publicidad, porque todos los candidatos ahora son un producto; no se hace difusión doctrinaria, no hay propaganda de ideas, sino publicidad de candidatos como cualquier producto.
Ahora, en las redes sociales se ha observado un “descontento” por las personalidades que se plantean como candidatos a la Asamblea, pero parte del problema es que muchos ciudadanos creen que poniendo un trino o utilizando cualquiera de los instrumentos de los medios de comunicación actuales ya cumplió con sus deberes cívicos. Desgraciadamente hay un desfogue, una expresión dura, con humor o irónica y sienten que ya cumplieron su deber ciudadano. Tampoco son muy doctrinarios los planteamientos que se hacen, son más bien comentarios muy fronterizos con la simple chismografía y eso también es una degradación de la política.
Hay que retomar la condición ciudadana y hacer las cosas donde tienen que hacerse y política se hace en los partidos y eso hay que ponerlo de nuevo porque si no se tiene un instrumento firme y sólido para llevar adelante a las instituciones democráticas, no se va a avanzar con publicaciones en las redes sociales.
Ahora toca pagar el precio de este descuido y buscar superarlos hacia el futuro porque el país no se acabará.
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