El Consejo Nacional Electoral de Venezuela, afín al chavismo, paralizó el proceso para activar un referéndum revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro. Lo hizo, según dijo en un comunicado, al acatar órdenes de los tribunales de justicia de ese país, también afines al chavismo.
La orden fue detener hasta nueva orden judicial el proceso de recolección de firmas que estaba previsto para el 26, 27 y 28 de octubre. Los gobernadores oficialistas de cuatro estados anularon la recolección de firmas del 1% del padrón electoral, que realizó en abril la opositora Mesa de la Unidad Democrática, alegando fraude.
Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, ha pedido prisión para los acusados del fraude. Nicolás Maduro, el número uno del chavismo, ha hablado de un fraude gigantesco.
Venezuela festejó el triunfo de la oposición en las elecciones para la Asamblea, pero ese poder ha sido anulado por instituciones controladas por el chavismo. Porque el grito del chavismo fue fraude, lo mismo que ha dicho piensa decir Donald Trump en Estados Unidos si no gana las elecciones.
Fraude cuando pierdo, democracia cuando gano.
Y todo pasa a la vuelta de la esquina, pero es como si ya nos hubiéramos acostumbrado a ver el abuso como algo normal; la prepotencia como algo normal; el uso de las leyes hechas a medida del gobernante salvador de la humanidad como algo normal, porque parece que tendemos a creer que eso no es con nosotros.
En Venezuela solo falta que arresten a Henrique Capriles y Marina Corina Machado y el mundo, de seguro, seguirá mirando para otro lado, porque tal vez haya otros líderes venezolanos que dirán: yo sí puedo acabar con todo ese abuso y prepotencia. Hasta que llegue un cineasta como Kusturika a decir: Érase una vez un país.
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