Un paraíso fiscal es un Estado o territorio que se caracteriza por aplicar reglas tributarias favorables para personas y empresas no residentes que tengan domicilio legal en dicho lugar. Las dos ventajas que ofrecen los paraísos fiscales son: primero, la exención total o la considerable reducción en el pago de impuestos; y, segundo, un excesivo sigilo que se traduce en una falta de transparencia de las operaciones financieras realizadas en dichas circunscripciones territoriales.
El caso de los Panama Papers hizo que el tema de los paraísos fiscales tome una gran preponderancia mediática. No obstante, se ha cometido el error colosal de estigmatizar como delincuentes a todos los que tienen inversiones en estos paraísos fiscales. Lo justo sería analizar estas inversiones caso por caso; ya que muchas de estas inversiones tienen objetivos lícitos y son impulsadas por motivaciones legitimas, como proteger el capital de las acciones de estados depredadores, como el ecuatoriano.
De igual manera, así como no todo el que lleva a su dinero a un paraíso fiscal es un delincuente, también no todas las características de un paraíso fiscal son perjudiciales. Desde mi punto de vista la característica que es claramente perjudicial es la de la opacidad en lo que respecta a la información financiera; que, en otras palabras, consiste en la implementación de un excesivo sigilo el cual permite a los agentes financieros del paraíso fiscal aceptar dinero de cualquier persona jurídica o natural sin la obligación de informar a las autoridades del país de donde estos fondos se originan.
Esta característica es la que ha permitido o facilitado que personas inescrupulosas escondan sus ganancias derivadas de actividades ilícitas en dichos países, lejos de la supervisión de las autoridades competentes. Con el objeto de corregir este problema, considero que debería implementarse de manera urgente regulaciones mundiales más estrictas y hasta cierto punto draconianas, como la implementación de un sistema de verificación automática global de transacciones financieras que sea operada por una autoridad o consorcio central mundial, algo difícil de implementar pero que debe ser el objetivo al cual se debe apuntar.
Por otro lado, considero positiva la otra característica de los paraísos fiscales; esta es, la implementación de incentivos fiscales para aumentar su captación de inversiones. La razón de mi argumento, es que la existencia de países con legislaciones fiscales más laxas, obliga a los demás países a ser más competitivos en lo que respecta a su política fiscal, para con esto poder atraer inversiones (o por lo menos no espantarla), haciendo que sea muy poco beneficioso ser un estado depredador. La razón detrás de esta dinámica es que los individuos siempre buscarán el lugar más rentable para sus recursos económicos, castigando severamente a los estados con políticas fiscales excesivas.
Quizás alguien pueda argumentar que estas prácticas individuales de búsqueda geográfica de mayor retorno para el dinero privado son inmorales, pero reflexionemos con un ejemplo de nuestro país: los proyectos de ley de Herencia y Plusvalía que el Ejecutivo actualmente está analizando. Estas iniciativas son confiscatorias por lo que se prevé que su efecto será negativo para los niveles de inversión; no sólo contrayendo los flujos de inversión que ingresan al país, sino que también provocando que quienes ya tengan sus patrimonios en Ecuador deseen sacarlos para protegerlos. Se pudiera atacar a este último grupo de individuos como avariciosos e indolentes, pero si nos ponemos a pensar (dejando la hipocresía a un lado), esta es una reacción normal, que, todos y cada uno de nosotros tendríamos. Y la explicación, del porqué de este comportamiento, es simple: las personas piensan primero en su bienestar y el de sus seres queridos.
De igual manera la aspiración de todo individuo es brindar el mejor futuro a su descendencia a través de la construcción de riqueza. Esa es la naturaleza de las personas, y es algo que todos sabemos, hasta los asambleístas de nuestro país lo saben (quién no recuerda la frase famosa “¿qué creen que somos Papa Noel?”). Entonces, basado en lo expuesto anteriormente, es lógico esperar que medidas confiscatorias obliguen a las personas a proteger su dinero llevándolo a estados con leyes tributarias más laxas y los extranjeros por su parte no traerían su dinero para exponerlo a legislaciones fiscales excesivas. Eventualmente, los países depredadores, como Ecuador, tendrán que cambiar su comportamiento fiscal si desean captar inversiones, las cuales se vuelcan en grandes cantidades a los países más competitivos fiscalmente.
De ahí que, reitero, si deseamos analizar los paraísos fiscales, debemos entender su aspecto negativo (la falta de transparencia) y exigir que los gobiernos luchen firmemente contra esto; pero también recalcar las características positivas (regímenes fiscales competitivos) y aprender de estos para atraer, en lugar de espantar, niveles de inversión que por tanto tiempo hemos ahuyentado.
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