La vida en comunidad siempre ha implicado coordinación, cooperación y trabajo conjunto, y desde tiempos ancestrales los seres humanos comprendieron que al unir esfuerzos los objetivos individuales se vuelven alcanzables y los desafíos se enfrentan con mayor eficacia. Este principio fundamental se refleja en la organización social y, de manera más concreta, en la asociatividad, entendida como el proceso mediante el cual individuos u organizaciones se agrupan de manera voluntaria, coordinada y concertada para alcanzar metas comunes, y cuando este proceso se formaliza, da lugar a la fase organizativa con estructura, reconocimiento legal y capacidad de incidencia en decisiones colectivas
Es muy común ver, como en los territorios rurales, los productores enfrentan desafíos estructurales que abarcan la variabilidad climática, la inestabilidad de precios en los mercados, la limitación de acceso a tecnología y financiamiento, y una débil capacidad de negociación frente a actores externos; generalmente, todos estos problemas son abordados de manera individual, estos inconvenientes parecen insuperables; sin embargo, la organización colectiva y la asociatividad se consolidan como estrategias efectivas para transformar estos retos en oportunidades de desarrollo compartido, generando ventajas concretas como la mejora en la comercialización de productos, el acceso a precios más justos, la posibilidad de compartir conocimientos, sumar fuerzas frente a crisis y conflictos, integrar diversos puntos de vista, orientar las acciones hacia el bien común y fortalecer la capacidad de negociación.
Las asociaciones rurales enfrentan dificultades como conflictos internos, desconfianza, resistencia al cambio, descoordinación, falta de liderazgo, escaso apoyo institucional y recursos limitados. Estos retos, que forman parte del aprendizaje colectivo, deben abordarse con compromiso, transparencia y acompañamiento técnico participativo para garantizar la sostenibilidad organizativa y evitar que se agraven por factores sociales, económicos y culturales, tales como la falta de cohesión, las limitaciones financieras, la insuficiente formación técnica, las diferencias culturales y geográficas, y el acceso restringido a información y programas de apoyo.
La presencia y colaboración de diversas entidades y programas constituye un ejemplo tangible de cómo la asociatividad se integra en políticas públicas orientadas al desarrollo sostenible y demuestra la importancia de contar con apoyo institucional para fortalecer y financiar diferentes iniciativas que incluyen la capacitación de los productores, la certificación de sus productos, el fortalecimiento organizativo y la consolidación de la asociatividad, generando sinergias que facilitan el acceso a conocimientos técnicos, recursos y oportunidades de incidencia que resultan esenciales para alcanzar objetivos de conservación ambiental y desarrollo rural sostenible.
En nuestro país la Ley Orgánica de Economía Popular y Solidaria, establece un marco normativo que respalda los procesos de organización comunitaria, este modelo económico se basa en principios de solidaridad, cooperación y reciprocidad, priorizando al trabajo y al ser humano sobre la acumulación de capital y orientando las actividades productivas, de intercambio y consumo hacia el buen vivir y la armonía con la naturaleza.
Experiencias concretas de asociatividad aplicada, como la Cooperativa de Producción Ganadera de Zamora Chinchipe, la Asociación ASOPROMAS con su cacao “Aromas del Sur” la Asociación ACRIM de productores orgánicos en las cuencas del río Mayo, demuestran que la organización no solo mejora la competitividad y sostenibilidad de los sistemas productivos, sino que también transforma realidades sociales y económicas. Estas experiencias evidencian cómo la ganadería se fortalece mediante buenas prácticas, el cacao accede a mercados diferenciados con valor agregado y la producción orgánica de diferentes productos se consolida como referente de sostenibilidad y respeto a los ecosistemas.
Imagen. Representantes de organizaciones sociales en el Programa Radial Cosechando Prevención- Cuida tu tierra, protege tu futuro. Agropecuaria. UTPL
El papel de la carrera de Ingeniería Agropecuaria de la Universidad Técnica Particular de Loja resulta estratégico en este contexto, pues desde sus inicios su interés ha sido promover, fortalecer y apoyar a las organizaciones locales productivas a través de proyectos de vinculación, prácticas profesionales y eventos de formación y capacitación, en donde, estudiantes y docentes impulsan la coordinación de actividades comunitarias y el desarrollo de capacidades de asociatividad en las zonas rurales, generando espacios de aprendizaje mutuo donde las comunidades adquieren herramientas para organizarse, innovar y enfrentar desafíos productivos y ambientales. Esta articulación entre conocimiento técnico y dinámicas sociales permite consolidar organizaciones rurales sólidas, sostenibles y orientadas al bien común.
No queda duda, que los impactos positivos de la asociatividad se reflejan en múltiples dimensiones, incluyendo el incremento de ingresos en los hogares rurales, la generación de oportunidades para jóvenes, la inclusión de mujeres en roles de liderazgo y la consolidación de comunidades cohesionadas que fortalecen el tejido social, generando un círculo virtuoso de cooperación, equidad y sostenibilidad donde cada logro individual adquiere mayor valor al contribuir al bienestar colectivo.
Promover la asociatividad y la organización comunitaria no es solo una estrategia para mejorar la producción o la competitividad; es una inversión en cohesión social, resiliencia y desarrollo sostenible; por lo tanto, la recomendación es clara en la necesidad de fomentar espacios de encuentro, cooperación y coordinación entre productores, organizaciones y comunidades, recordando siempre que la unión hace la fuerza y que los logros compartidos tienen un impacto mucho más duradero y transformador que los esfuerzos individuales.
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