La nueva frontera del miedo
Desde que Donald Trump regresó a la presidencia de Estados Unidos, en enero de 2025, el tema migratorio ha dejado de ser un debate político para convertirse en una crisis humanitaria. Con un discurso que criminaliza a los migrantes y una batería de medidas ejecutivas, el mandatario ha cumplido su promesa de endurecer la frontera… y mucho más.
En apenas sus primeros 100 días, Trump declaró emergencia nacional en la frontera sur, movilizó tropas para reforzar el muro humano, y desactivó la aplicación CBP One, que permitía solicitar asilo desde el extranjero. Programas como el TPS y el CHNV, fundamentales para miles de latinoamericanos, han sido desmantelados o están en proceso de desaparecer, bajo el aval de la Corte Suprema.
Testimonios silenciados
Yolany González, madre hondureña que huyó con sus tres hijos tras el asesinato de su esposo por una pandilla, representa a las miles de personas que han quedado varadas en México. Su relato, marcado por abusos, hambre y miedo, ya no tiene como horizonte el sueño americano: “Cuando cerraron los pasos y se cayó la aplicación, lo vi como una bendición, porque dejé de pensar en ese sueño, tan esquivo para personas como yo”.
El flujo migratorio ha disminuido de forma drástica. En puntos como el Tapón del Darién, la reducción se estima entre el 83% y el 90%. En Honduras, el descenso alcanza cifras de hasta 100%. Es decir, ahora es cero. El mensaje es claro: cruzar hacia EE. UU. ahora es casi imposible… o mortal.
Autodeportaciones y Guantánamo
En un giro inédito, incluso quienes ya residían en Estados Unidos —muchos de ellos sin antecedentes penales— han comenzado a “autodeportarse”, ante el temor de ser detenidos y separados de sus familias. En paralelo, han ocurrido episodios tan alarmantes como el traslado de migrantes detenidos a Guantánamo, en condiciones que organizaciones como Human Rights Watch han calificado de tratos inhumanos y violaciones al debido proceso.
¿Y qué pasa con Ecuador?
La migración ecuatoriana, históricamente significativa, también se ha visto afectada. Familias que planeaban reencontrarse han tenido que suspender sus planes. Jóvenes que soñaban con enviar dinero a sus hogares ahora se ocultan o replantean su destino. Aunque no existen cifras oficiales actualizadas, hay señales claras de una muy significativa baja en los flujos hacia Estados Unidos y un incremento de solicitudes de asilo en países como México o Costa Rica.
Esto tiene una consecuencia directa: la caída de remesas. Ecuador recibió en 2024 más de $5.300 millones en remesas, el 3,9% del PIB. Si esta tendencia se revierte, el impacto económico podría sentirse pronto en miles de hogares, particularmente en zonas rurales y urbanas populares, donde estos ingresos son esenciales para el sustento.
Un miedo que se globaliza
Lo más preocupante es que el discurso de Trump ha contaminado también la narrativa migratoria de países de tránsito. En México, por ejemplo, los migrantes sudamericanos son víctimas de redes de trata, extorsiones y violencia. “En Estados Unidos te esposan; en México te pueden desaparecer”, denuncian defensores de derechos humanos.
Además, como señala la experta mexicana Yarima Merchán, la discriminación se intensifica para ciertos grupos: “Un estadounidense puede vivir indocumentado en México sin problemas. Pero si eres de Ecuador, Venezuela o Haití, tu vida vale menos”.
¿Un sueño postergado o una pesadilla vigente?
Trump dice que ha logrado frenar el “desorden migratorio”. Lo que ha conseguido, en realidad, es congelar la esperanza de miles de personas y empujar a muchas otras hacia rutas más peligrosas. A mar abierto, por caminos clandestinos, sin asistencia humanitaria ni garantías de vida.
Y lo ha hecho en un mundo donde las causas de la migración —violencia, pobreza, crisis climática— no han desaparecido, solo se han vuelto más invisibles.
Para Ecuador, el reto es doble: proteger a sus ciudadanos fuera del país y prepararse para un posible retorno masivo o una crisis por la reducción de ingresos externos. La migración, en tiempos de Trump, ya no es un fenómeno. Es un espejo brutal de nuestras desigualdades.
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