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Influencia lunar, sabiduría que guía la producción agropecuaria

Natacha Fierro
Universidad Técnica Particular de Loja
viernes, julio 11, 2025
La luna, guía ancestral del agro. En pleno siglo XXI, la sabiduría campesina que reconoce la influencia lunar en la siembra, poda, cosecha y hasta en la ganadería, sigue viva. Natacha Fierro nos recuerda que el calendario lunar no es superstición, sino ciencia empírica, memoria cultural y una herramienta práctica para una agricultura más armónica y sostenible.
Tiempo de lectura: 3 minutos

Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha observado el cielo detenidamente en busca de respuestas, y entre los astros que más han llamado la atención está la Luna. Lejos de ser solo un cuerpo celeste que embellece nuestras noches, la Luna ha guiado durante siglos las labores del campo. Hoy, en pleno siglo XXI, cuando aparentemente la ciencia lo explica todo y cuando las decisiones productivas se rigen exclusivamente por datos técnicos y tecnología, aún la influencia lunar sigue viva, así como la necesidad de comprender y respetar los ritmos naturales.

 

El calendario lunar no es una superstición, es una herramienta ancestral, cargada de sabiduría campesina, que merece ser rescatada, comprendida y utilizada de manera crítica y consciente, es por eso que quienes trabajamos en el campo junto a los productores sabemos que no todos los días son iguales, claro está que hay mañanas en las que la siembra prospera y otras en las que, pese al esfuerzo, la semilla no germina como esperamos, también hay cosechas que parecen bendecidas y otras que no alcanzan lo previsto.

 

Y, desde luego, no es casualidad, las fases de la luna nueva, creciente, llena y menguante influyen de manera poco visible pero determinante en los procesos biológicos de las plantas y animales. Este conocimiento no es un mito; es el resultado de siglos de observación constante por parte de generaciones que vivieron en contacto íntimo con la naturaleza. Culturas como la egipcia, la mesoamericana, o la andina, entre muchas otras, ya comprendían que las fases lunares influían en los ritmos de la naturaleza y, por eso, integraron su observación en calendarios agrícolas, rituales y su manera de entender el mundo.

 

Dentro de estos conocimientos ancestrales, existen prácticas muy útiles que han pasado de lo empírico a lo experimental, y de ahí se ha convertido en ciencia. Por lo tanto, la observación paciente, repetida a lo largo del tiempo, ha sido la base de lo que hoy entendemos como métodos científicos. Por eso, lejos de desechar este saber por considerarlo antiguo, debemos reconocer su valor y fomentar su estudio rescatar este conocimiento es básico no solo como un acto de memoria cultural sino como una herramienta práctica para enfrentar los retos productivos actuales

Por ejemplo, en la fase creciente, la savia de las plantas tiende a subir, lo que favorece el crecimiento de hojas y tallos, esto es un momento propicio para sembrar cultivos que crecen hacia arriba, como el maíz o las hortalizas de hoja. Por el contrario, en la fase menguante, la energía de la planta se dirige hacia las raíces, haciendo de estos días un tiempo ideal para sembrar tubérculos o realizar podas que busquen fortalecer la estructura interna de las plantas. Las podas hechas en menguante cicatrizan mejor y no estimulan un crecimiento descontrolado.

 

Las labores ganaderas también encuentran una guía en el calendario lunar. Las castraciones, por ejemplo, se recomiendan en menguante para reducir el sangrado y favorecer una recuperación más rápida del animal. Algo similar sucede con la esquila de ovinos realizada en menguante, cuando el vellón tiende a crecer más fuerte y parejo. Incluso en la conservación de forrajes y alimentos, los agricultores experimentados prefieren la luna menguante para cortar pasto o almacenar granos, ya que se conservan mejor al haber menor contenido de humedad.

 

Este conocimiento no contradice la técnica ni la ciencia, más bien la complementa. Es parte de una agricultura más sensible, más conectada con los ritmos de la Tierra. Como docentes y trabajadores del agro, tenemos la responsabilidad de transmitir este saber, no como una receta mágica, sino como una invitación a observar, a registrar y a reflexionar. ¿Qué pasa en nuestra parcela cuando sembramos en creciente? ¿Cómo responde el cultivo al ciclo lunar? ¿Se nota alguna diferencia en la calidad de los productos?

 

Este conocimiento no contradice la técnica ni la ciencia más bien la complementa ya que es parte de una agricultura más sensible más conectada con los ritmos de la Tierra.  Por todo lo descrito, como docentes y trabajadores del agro tenemos la responsabilidad de transmitir este saber, no como una receta mágica sino como una invitación a observar, a registrar y a reflexionar, qué pasa en nuestra parcela cuando sembramos en creciente, cómo responde el cultivo al ciclo lunar, si se nota alguna diferencia en la calidad de los productos, etc.

 

Hoy, más que nunca, frente a los desafíos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desconexión entre el ser humano y la naturaleza, volver los ojos al calendario lunar es también apostar por una producción más armónica, donde la experiencia, el saber ancestral y la observación directa vuelven a tener valor.

 

Por todo lo anterior, invito a estudiantes, técnicos y productores a mirar el cielo, a llevar un cuaderno de campo, a experimentar con respeto y curiosidad, porque cuando entendemos que el campo no solo se trabaja con las manos, sino también con los ojos y el corazón abiertos a los ciclos naturales, estamos construyendo una producción agropecuaria verdaderamente sostenible y humana.

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