Al ver las imágenes de lo que está ocurriendo en el Sur de Quito -en estos primeros días de julio 2025- debido a la escasez de agua ocasionada por un derrumbe de tierra de gran magnitud que destruyó la tubería de conexión de agua potable, se puede observar la necesidad, pensando propositivamente, de una gestión con enfoque proactivo que, cuando ocurran situaciones como esta o de mayor magnitud, lo que prevalezca es la planificación y organización articulada previa desde los entes públicos nacionales y locales, más, por supuesto, la participación debidamente informada -gracias a la capacitación anticipada realizada- de toda la ciudadanía.
Para ello, pensando en el aprendizaje que va dejando este caso real ocurrido en la capital de todos los ecuatorianos, se vuelve necesaria la realización de un ejercicio que, en función de lo sucedido y el plan de acción implementado, ayude a responder, desde la filosofía de la proactividad llevada a la acción, la pregunta: ¿Cuáles son los aprendizajes de los aciertos y errores surgidos durante esta emergencia que ha afectado a alrededor de 400 mil personas? y, así, generar insumos para la implementación, con enfoque proactivo -anticipación planificada a la ocurrencia de los hechos-, de un conjunto de acciones futuras que se puedan implementar ante situaciones similares o de mayor impacto negativo al bienestar de la población local.
Las respuestas que se vayan obteniendo serán un gran manual para saber, con anticipación, como gestionar una situación que, Dios no quiera, se pueda repetir y afectar a más personas debido a la activación de cualquier amenaza natural -sequías, inviernos fuertes, incendios forestales, terremotos, etc.
Al actuar de esa forma lo que se logrará es una disminución de las vulnerabilidades que, por su efecto multiplicador, son una fuente pro minimización o maximización de los efectos negativos que están detrás de los riesgos naturales que, por su momento de ocurrencia, generalmente, aparecen sin ningún aviso certero previo; tal como, ahora, ha sucedido con el derrumbe destructor de la tubería de conducción de agua para varios barrios del sur de Quito.
Entre los aprendizajes que va dejando esta emergencia del agua potable quiteña se debe resaltar, por ejemplo, que, ante la necesidad del líquido vital, la población de las localidades afectadas ha ido encontrando fuentes naturales cercanas y/o ha vuelto operativas, por propia iniciativa, aquellas que se usaban antes. De ahí, pensando en una emergencia de agua futura, a estas fuentes antes que bloquearlas o eliminarlas, después de que pase la emergencia, más bien -con el respaldo del análisis técnico respectivo-, deberían ser cuidadas y mantenidas para que, con las seguridades del caso, puedan ser activadas ante situaciones adversas que, en cualquier momento, se pueden presentar.
Otro aprendizaje que va emergiendo, es el relacionado con la disponibilidad de tanqueros como base de la buena logística para el abastecimiento directo de agua más, por supuesto, todo lo que se pueda hacer con la entrega de botellones de agua y otras formas de movilidad del líquido apto para el consumo humano.
En lo que es la entrega de agua vía tanqueros, la logística efectiva se debe enfocar más allá de decir “ahí van los tanqueros que tiene disponible la empresa pública de agua”. Pues, pensando en el futuro –frente a escenarios de escasez de agua por la activación de un desastre natural-, se debe disponer, en primer lugar, de un inventario de todos los tanqueros existentes en entidades públicas y empresas privadas para que, cuando se presente una emergencia de falta de agua, salgan a ayudar y así paliar los efectos negativos de la falta del líquido indispensable para la sobrevivencia humana; incluso, esta acción proactiva, podría ser de mucha utilidad para, cuando por los efectos de un incendio forestal, se requiere de agua para controlar ese desastre natural.
Un tercer aprendizaje que también se va evidenciando, para la corrección futura, es el vinculado a la formación previa de la ciudadanía para enfrentar de manera organizada situaciones de crisis y, así, con mayor facilidad, dar continuidad a su vida evitando, al máximo de lo posible, la activación de la desesperación colectiva.
Finalmente, como cuarto aprendizaje, cuando ocurren estas situaciones por la ocurrencia de algún desastre de origen natural, es fundamental eliminar los desacuerdos políticos pasados o presentes; pues, ante las necesidades humanas de emergencia, lo que debe prevalecer más bien es una actitud sustentada en la potencialidad que se puede activar cuando, entre el gobierno central y los gobiernos locales, se ponen de acuerdo, conversan y actúan de forma integrada para, así, lograr potentes impactos sistémicos que ayuden a la población afectada a salir, desde la filosofía de la acción resiliente, más rápido del momento crítico negativo que les está afectando.
También, es importante que las universidades e institutos técnicos y tecnológicos sigan formando profesionales especialistas en gestión de riesgos naturales que, por su perfil, serán de gran ayuda para incidir en la disminución de las vulnerabilidades que giran alrededor de todo riesgo de origen natural y, de esa forma, la población local afectada tenga mayores y seguras posibilidades de protección de sus vidas.
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