Durante décadas, enfermedades como la tos ferina, el sarampión o la fiebre amarilla parecían haberse desvanecido del radar de los sistemas de salud pública. La vacunación masiva, los avances médicos y las políticas de prevención habían logrado controlar brotes que en el pasado fueron mortales. Sin embargo, en los últimos años, estas y otras enfermedades infecciosas han comenzado a resurgir en diferentes rincones del mundo, incluidas regiones que antes se consideraban libres de estos males.
El fenómeno no es aislado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los casos de sarampión aumentaron un 79% en 2023 a nivel global. En América Latina, la fiebre amarilla ha reaparecido en zonas urbanas donde no se registraban brotes desde hace décadas. Y la tos ferina, una infección respiratoria potencialmente grave en bebés, ha mostrado picos inusuales en países como Reino Unido, España y Estados Unidos.
¿Qué está pasando?
Detrás de este resurgimiento hay una combinación de factores que van desde la caída en las tasas de vacunación hasta las consecuencias indirectas de la pandemia de COVID-19. “Durante la pandemia, muchos programas de vacunación infantil se interrumpieron o se ralentizaron. A esto se suma un creciente movimiento de desinformación que ha debilitado la confianza en las vacunas”, explica la epidemióloga Elena Crespo, del Instituto de Salud Global de Barcelona.
Los datos respaldan su preocupación: en países como Ecuador o Perú, la cobertura de la vacuna contra el sarampión descendió entre 5 y 10 puntos porcentuales entre 2020 y 2022, según cifras de UNICEF. Esto ha dejado a miles de niños expuestos a enfermedades que deberían ser prevenibles.
El precio de bajar la guardia
El caso del sarampión es paradigmático. Altamente contagioso —una persona infectada puede contagiar hasta a 18 más en ambientes no inmunizados—, esta enfermedad requiere tasas de vacunación superiores al 95% para evitar brotes. Sin embargo, en muchas comunidades, esa cifra ha caído por debajo del umbral crítico.
La fiebre amarilla, por otro lado, está siendo impulsada por otro factor: el cambio climático. “El calentamiento global ha ampliado el rango de acción del mosquito Aedes aegypti, transmisor de enfermedades como el dengue, zika, chikungunya y también la fiebre amarilla”, señala el infectólogo Daniel Paredes.
Un reto para los sistemas de salud pública
Los expertos advierten que el resurgimiento de estas enfermedades no es solo un problema sanitario, sino también social y político. Requiere una respuesta articulada que combine campañas de vacunación eficaces, programas educativos para combatir la desinformación y estrategias de vigilancia epidemiológica robustas.
“Lo preocupante no es solo el número de casos, sino la rapidez con la que se pueden propagar en sociedades globalizadas y densamente pobladas”, agrega Crespo.
¿Estamos a tiempo de contenerlas?
La buena noticia, según los especialistas, es que contamos con las herramientas necesarias: vacunas eficaces, protocolos de actuación claros y décadas de experiencia en control de enfermedades infecciosas. Pero la ventana de oportunidad se estrecha.
“Vacunar no es solo una decisión individual, es un acto de responsabilidad colectiva. Si no actuamos ahora, podríamos ver el regreso de epidemias que creíamos superadas”, concluye Paredes.
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