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Salvar vidas y evitar contagios, así es la única sala de consumo supervisado de Suramérica

domingo, diciembre 8, 2024
Esta iniciativa se llama proyecto Cambie y es parte de Acción Técnica Social (ATS), una corporación sin ánimo de lucro que trabaja con organizaciones locales y gobiernos para implementar políticas públicas, programas sociales y estrategias concernientes a las drogas y cómo impactan en la sociedad
Tiempo de lectura: 4 minutos

 

Por Eva García González |

Bogotá (EFE).- Lorena trabaja en una sala discreta situada en Bogotá a la que cada día acuden varias personas a consumir sustancias inyectables bajo su supervisión y la de otros compañeros en un entorno acondicionado y con material limpio, en la única sala de consumo supervisado de Suramérica.

Además de ser usuaria, su trabajo es ser ‘par’ de quienes pasan por este local, proporcionarles jeringuillas limpias y otros materiales necesarios para que lleven a cabo esta práctica en un ambiente controlado y seguro, vigilar que no sufran una sobredosis y darles comida y bebidas calientes.

Al entrar en la sala, los usuarios escriben en una plantilla su nombre, la sustancia que trajeron para inyectarse, la última sustancia que consumieron y la cantidad de jeringas que traen usadas para devolver, tras lo cual se sientan frente a la pared, en la que hay un espejo, una mesita con una bandeja de metal y el contenedor para desechar el material utilizado.

El proyecto

Esta iniciativa se llama proyecto Cambie y es parte de Acción Técnica Social (ATS), una corporación sin ánimo de lucro que trabaja con organizaciones locales y gobiernos para implementar políticas públicas, programas sociales y estrategias concernientes a las drogas y cómo impactan en la sociedad.

ATS cuenta con diversos proyectos, como un servicio de análisis de sustancias para que los usuarios sean conscientes de lo que están consumiendo, un programa de concienciación sobre los riesgos de la ingesta de alcohol o una iniciativa de difusión de información acerca de sustancias psicoactivas.

La sala, que funciona desde 2023, recibe actualmente a 78 personas a las que, además de proporcionarles un espacio seguro y limpio, comida e información, se les ofrece todo aquello que puedan necesitar, como ropa, higiene personal, atención de enfermería o incluso dormir en el lugar, ya que un 25 % de ellos se encuentra en situación de calle.

Una sala habilitada para el consumo

El coordinador general del programa, Daniel Rojas, explica a EFE que en los 15 o 16 meses que lleva el proyecto han atendido 14 sobredosis, todas por heroína, 10 dentro de la sala y cuatro fuera de ella: “Eso es para nosotros el resultado principal, poder salvar vidas”.

Sala consumo

Fotografía de la enfermera Beatriz García sosteniendo una dósis de narcan, medicamento para revertir las sobredosis. EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

En este periodo la sala ha sido utilizada 2.300 veces para inyectarse. “2.300 veces que se redujo la probabilidad de tener una sobredosis”, añade Rojas.

La meta principal de la iniciativa es evitar el contagio de enfermedades y para eso suministran material esterilizado y desechan las jeringas utilizadas, además de supervisar a los usuarios para evitar sobredosis y evitar el consumo en espacios públicos.

En este sentido, el consumo en lugares habilitados reduce también la cantidad de jeringas que quedan expuestas en la vía pública y los riesgos que estas implican, como los contagios accidentales.

“Nosotros llevamos más de 40.000 (jeringas) entregadas y debemos llevar más o menos 14.000 o 15.000 jeringas recolectadas”, asegura el coordinador del proyecto, quien agrega que han entregado 142 dosis de naloxona, el medicamento contra las sobredosis.

En el espacio de Cambie también trabaja una enfermera, Beatriz García, quien además de dirigir los protocolos de actuación cuando ocurre una sobredosis, limpiar y desinfectar heridas y asegurarse de que todo el mundo está seguro en la sala, cocina para todos los usuarios.

“Cocino todos los viernes, por lo que viene más gente. Ellos mismos lo piden, les gusta mi comida”, explica a EFE, tras salir de un taxi con una gran olla de arroz y frijoles.

Trabajo ‘normal’

Lorena, trabajadora del lugar, no permite a un joven usuario que se duerma dándole palmadas en el hombro y repitiendo su nombre para asegurarse de que no está en riesgo, tras lo cual le da un refresco y un plato de comida.

Sala consumo

Fotografía de la enfermera Beatriz García con un brazo de tela en la sala de consumo supervisado. EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

La ‘par’ lleva una vida funcional, trabaja todos los días y tiene su propio apartamento, pero cada día, antes de comenzar a trabajar, se inyecta heroína, lo que no le impide levantarse prácticamente de inmediato para desinfectar su puesto y continuar con su labor.

Su madre es consciente tanto del trabajo de su hija como de que consume heroína, y aunque “haya pasado por varias etapas” de sentimientos, en la actualidad “le parece bien”, según cuenta la ‘par’ a EFE, porque entiende que esta forma de consumo es una alternativa segura que además le permite ayudar profesionalmente a otros dependientes.

Lorena explica que para los encargados de supervisar, Cambie también proporciona asistencia psicológica, porque “muchos cuentan sus historias personales y es muy duro de oír”. EFE

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