Si en los países desarrollados la adaptación del campo al nuevo entorno climático está sembrado de dificultades por razones económicas y por resistencia al cambio, intentar cambiar el status quo en países en vías de desarrollo es aún más retador. En general, en estos países el potencial agroalimentario es inmenso y es generador de empleo. En gran parte de la región de América Latina, la producción agrícola proviene de pequeñas empresas, la mayoría de ellas familiares. Sin embargo, pocos países han impulsado una estrategia para sostener esta producción con la formación de profesionales especializados en agricultura, dificultando en gran medida la conexión con la cadena de valor, en la cual el cliente final es el comercio de productos frescos o la industria transformadora.
Esto constantemente me llama a realizar varias reflexiones sobre las grandes oportunidades de crecimiento y desarrollo sostenible que tiene el sector agroalimentario no solo en Ecuador, sino en toda Latinoamérica.
Hace varios años, tuve la inmensa suerte de poder liderar, como ejecutivo principal, un centro de investigación y desarrollo de Nestlé ubicado justamente en un país en desarrollo. Durante la segunda mitad de los años 70, Nestlé constató que generaba el 80% de su negocio con el 20% de la población mundial. Frente a este hecho, la alta gerencia de la compañía decidió crear tres centros de I & D en regiones menos desarrolladas, como era África, Asía y Sudamérica.
Para cumplir este objetivo se instauró un concepto muy innovador: crear centros con una estructura que involucra investigaciones agrícolas, cocinas experimentales y plantas pilotos, todo esto conectado a potentes laboratorios microbiológicos y físicoquímicos. Toda esta organización estaba enfocada en resolver las necesidades del grupo o poner en marcha proyectos con enfoque comercial. Construí y dirigí durante 20 años este centro ubicado en Quito – Ecuador, dedicado al mercado de América Latina.
Aquí me permito compartir un poco de los conocimientos y la experiencia recabada durante esos 20 años:
- Miremos hacia el campo: Descubrí que la fábrica más eficiente es el campo donde hoy, más que nunca, con los conocimientos científicos y tecnológicos adquiridos podemos preparar materias primas mejor adaptadas para los diversos procesos de transformación. Un importante ejemplo de ello es el descubrimiento de variedades de café con distintos contenidos de cafeína, lo que permite sin mayores inversiones, el desarrollo de una gama amplia de cafés descafeinados.
- Entendimos el entorno: Nos insertamos en la problemática del país y tratamos de conectarlo con las necesidades del mercado. Por ejemplo, para el negocio de café, desarrollamos un campo experimental donde se probaron a detalle diferentes variedades del producto. También, para garantizar su producción futura, instalamos un jardín clonal con variedades del mundo entero, el cual finalmente permitió a Ecuador posicionarse como uno de los principales productores de café de especialidad en el mundo. Algo parecido se hizo con la recuperación del cacao, necesario para el desarrollo de una nueva gama de chocolates con alto contenido de cacao. Con ambos productos nos dedicamos a introducir nuevos métodos para el país, tales como la injertación y la poda productiva. Esos desarrollos sin duda impulsaron el crecimiento de ambos productos a escala internacional.
- Analizamos productos menos tradicionales: Otro desarrollo importante fue el mejoramiento de la producción de quinua y sus diversas variedades, lo cual no solo permitió dar a conocer este producto en el mercado internacional gracias a la mejora de la producción agrícola y variedades, sino también ampliar una gama de nuevos productos usando la quinua como materia prima principal (snacks, jugos, batidos, papillas para niños, etc.).
- Entendimos las necesidades del consumidor e innovamos los procesos de producción: Una materia prima importante en la dieta latinoamericana es el frijol. Este producto necesita largos procesos de preparación en casa para ser utilizado en distintos platos de la región. Para suplir a este problema, se desarrolló una tecnología que permitió la producción de un frijol deshidratado de uso instantáneo en la cocina. Este proceso se exportó a países con un amplio mercado (por su enfoque gastronómico cultural) como son México, Brasil y Centro América. Asimismo, ante la problemática para la producción de caldos por la dificultad de importar un saborizante específico, introducimos al país una hierba aromática conocida botánicamente en Europa como Hierba Maggi. Pudimos adaptar esta producción a las condiciones locales, transformarla en un saborizante específico a la producción del famoso caldo. Se sembró en Ecuador, Colombia y Chile, y durante algunos años se utilizó este proceso basado en la producción agrícola local para fabricar este insumo importante para la cocina.
- Aprendimos del campo: El desarrollo más espectacular fue aquel que se basó en la tecnología indígena para la elaboración casera de la chicha. Visitando comunidades y entendiendo varios aspectos socioculturales, no solamente pudimos descubrir una gran variedad de microorganismos funcionales (para el desarrollo de sabores), sino también perfeccionar la técnica ancestral lo que permitió, por ejemplo, transformar arroz en una gran variedad de nuevos productos.
Si bien mucho de este conocimiento se desvaneció al cierre del centro con sede en Quito, fue una experiencia muy enriquecedora en todos los niveles: agrícola, tecnológica y de formulación de nuevos productos adaptados al gusto de la región y a la economía de los consumidores latinoamericanos. Sin duda, existe una importante caja de herramientas para las actividades de investigación y desarrollo de productos alimenticios en nuestras regiones.
Y esa es la experiencia que ahora busco compartir para promover estrategias para la creación de un sistema agroalimentario potente y competitivo, capaz de asegurar la seguridad alimentaria del país y contribuir a la alimentación del mundo, generando las divisas tan necesarias que la nación requiere. No olvidemos que el sector agroalimentario representa un gran potencial de generación de empleo, bienestar y divisas.
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