Luego del nuevo ajuste, sobre la duración de los apagones que pasa de la oferta 8, 6 y 4 a 8 y 14 horas, la ciudadanía siente que la incertidumbre sigue en escala ascendente, más aún que el anuncio se hace a medianoche y, claro, cuando los ecuatorianos se levantan se enteran que hay cambios en la duración y cronograma de los apagones; con lo cual, lo que habían planificado trastocó y complicó sus actividades personales y laborales.
Y, por supuesto, la escalada de la incertidumbre acompañada de malestar se potenció cuando se diluyó la expectativa positiva que se generó en la ciudadanía cuando, desde el gobierno, se ofreció ir a una disminución semanal progresiva de las horas de los apagones de 8, 6 y 4 horas y, al poco tiempo, esa oferta no se cumple ocasionando, como expertos en materia eléctrica vaticinaron, una desilusión colectiva.
Ahora, por supuesto, hay que reconocer la gravedad del problema, pero lo que se pide es que, para cualquier decisión, prime el criterio técnico, dejando a un lado la tentación de los intereses políticos que pueden emerger cuando, a las puertas de una elección presidencial, los sondeos de popularidad podrían llevar a la oferta de acciones que, luego, no se puedan cumplir; más aún, cuando esas decisiones dependen de factores externos poco predecibles con exactitud como es el comportamiento del clima que, al final, influye en que haya lluvias o no para que las hidroeléctricas operen, a su máxima capacidad, en pro de la generación de esa electricidad que, en un mundo moderno, es el recurso básico para que funcionen todos los avances tecnológicos expresados en un digitalización creciente y masiva de los relaciones entre personas y organizaciones.
Además de evitar cambios bruscos e inesperados -contrario a lo ofrecido al pueblo sobre la duración y cronograma de los apagones- es fundamental, al unísono, trabajar -sobre algo que ha estado ausente- en la concienciación y acción masiva de la población para que sepa cómo apoyar, desde su vida cotidiana personal, familiar y laboral, al ahorro de energía.
Solo, por poner un ejemplo, en el país están en uso millones de focos, bajo la modalidad de recargable, pero, claro, la gente que los compró debería saber cómo hacer la recarga y luego como usarlos para que, por un lado, satisfaga su necesidad individual y, por otro, gracias a la asesoría correcta para el buen uso, ayude a optimizar el consumo de esa energía eléctrica escasa. Lo mismo se debería explicar, técnicamente, sobre la utilización óptima de artefactos que, ahora, son de uso cotidiano como: refrigeradoras, lavadoras, secadoras, aire acondicionado, celulares, computadores, scooters, autos y motos eléctricas, etc.; ya que, con una buena formación sobre su uso, sí es factible contribuir al ahorro de energía eléctrica.
Otro aspecto que, también, se debe tratar, igual con campañas informativas fuertes desde el gobierno central y local, es sobre cómo establecer acciones preventivas frente a la contaminación sonora y respiratoria que está ocasionando el uso prolongado de generadores eléctricos soportados en el uso de combustibles como el diésel.
Finalmente, deben estar atentas las autoridades competentes para contrarrestar problemas de especulación de precios que se están empezando a dar frente a la escasez de ciertos productos y, también, se debe pensar en soluciones integradas que ayuden a cuidar el, ya de por sí, escaso empleo digno existente en el Ecuador.
En definitiva hay que, proactivamente, evitar que la crisis energética se termine, también, convirtiendo en una crisis económica y sanitaria que, por los efectos que se podrían dar, sería un coctel de consecuencias incluso peores a los de la pandemia.
Se está a tiempo de corregir y actuar, ya que, con el esfuerzo sinérgico de todos los ecuatorianos, sí es factible salir adelante; como se hizo con la pandemia del covid-19, la crisis financiera de 1999 y, por supuesto, con los diferentes fenómenos naturales que, convertidos en desastres, han ido apareciendo, a lo largo del tiempo, en Ecuador.
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Excelente Dr. 💪
Felicitaciones y gracias Doctor Wilson Araque.