El cambio climático ha dejado de ser una amenaza distante y se ha convertido en una realidad palpable que compromete el desarrollo sostenible en Ecuador. Sus efectos están afectando directamente a los ecosistemas, recursos hídricos y poblaciones. Las regiones Costa, Sierra, Amazonía e Insular enfrentan fenómenos como incendios forestales, sequías y lluvias torrenciales, que alteran profundamente el equilibrio natural del país. Investigadores alertan sobre las graves consecuencias para el desarrollo sostenible, en especial si no se toman medidas inmediatas y contundentes.
En la actualidad, Ecuador es reconocido como uno de los 17 países megadiversos del mundo, su posición geográfica le otorga una gran biodiversidad, al albergar alrededor del 10% de todas las especies del planeta. Sin embargo, también es altamente vulnerable al cambio climático debido a su diversidad geográfica y ecosistémica.
Según el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica, cerca del 43% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el país provienen de actividades relacionadas con la agricultura y la ganadería, las cuales continúan expandiéndose, en muchos casos, a costa de la deforestación de áreas boscosas que son vitales para la absorción de CO2.
Fausto López Ramírez, investigador y director de la Maestría en Recursos Naturales Renovables con mención en Manejo y Preservación de los Recursos Naturales de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), sostiene que la alteración en los patrones de precipitación también es un efecto preocupante. La región andina ha visto cómo las temporadas de lluvias se vuelven más impredecibles y extremas, lo que genera desastres como inundaciones y derrumbes.
En un país con una topografía compleja, estas variaciones climáticas son un riesgo latente para la infraestructura y la seguridad de las poblaciones. Datos del Banco Mundial registran que más del 60% de los desastres naturales en Ecuador están relacionados con el agua, ya sea por exceso (inundaciones) o escasez (sequías).
En la región amazónica, las consecuencias son igualmente devastadoras. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) reporta que entre 2000 y 2023, la deforestación ha arrasado más de 2,3 millones de hectáreas de bosque tropical y la Amazonía es la más afectada. Esta pérdida impacta tanto en la biodiversidad, así como en la reducción de la capacidad del país para absorber carbono, lo que contribuye al aumento de las temperaturas globales.
“La deforestación no solo afecta la flora y fauna, sino que está acabando con los llamados sumideros de carbono, nuestros principales aliados en la lucha contra el cambio climático”, explica el director. Agrega que los esfuerzos de conservación deben ser reforzados, ya que, con su vasta biodiversidad, Ecuador tiene el potencial de ser un líder en mitigación climática a nivel regional.
Ecosistemas en riesgo
Uno de los ecosistemas más afectados por el cambio climático es el páramo, una zona ubicada en los altos Andes que actúa como una esponja natural al almacenar agua y liberarla gradualmente, asegurando así el suministro hídrico en épocas de sequía. No obstante, con el aumento de las temperaturas, el páramo está experimentando una pérdida acelerada de vegetación y cambios en la composición de especies, lo que pone en riesgo este importante sistema. Estudios de los últimos 50 años indican que la capacidad del páramo para retener agua ha disminuido en un 15%, y se proyecta que para 2050 esta cifra podría llegar al 30%, afectando directamente a ciudades como Cuenca, Loja y Ambato, que dependen del páramo para su abastecimiento hídrico.
En la costa, los manglares, que cubren alrededor de 117.000 hectáreas, enfrentan el doble desafío del cambio climático y la actividad humana, como la expansión de camaroneras. Estos ecosistemas son cruciales para la protección contra tormentas y la absorción de carbono, pero el aumento del nivel del mar y la salinización de los suelos amenazan su supervivencia. En un reciente informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), se estima que el nivel del mar en las costas ecuatorianas podría aumentar hasta 0,5 metros para el 2100, lo que inundaría zonas bajas y desplazaría a millares de personas, además de causar la pérdida de cultivos.
¿Qué se está haciendo y qué falta por hacer?
Ecuador ha tomado algunos pasos para enfrentar esta crisis. El país se adhirió al Acuerdo de París en 2016 y presentó su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) en la que se compromete a reducir sus emisiones en un 20,9% para 2025. No obstante, estos compromisos enfrentan grandes desafíos. Si bien los planos nacionales son un avance, se requiere una implementación más sólida a nivel local.
“Hay un desajuste entre las políticas macro y la realidad en las comunidades rurales. El cambio climático ya está aquí, pero los recursos destinados a mitigarlo no están llegando a las áreas más vulnerables”, señala López Ramírez.
Uno de los sectores donde más se necesita intervención es en la agricultura sostenible. A pesar de que Ecuador ha implementado programas de agroforestería y reforestación, la expansión descontrolada de la agricultura sigue siendo un problema. Datos del Ministerio de Agricultura y Ganadería indican que el uso de tierras agrícolas ha aumentado en un 7% en la última década y gran parte de esta expansión ocurre en áreas forestales protegidas.
El investigador concluye que Ecuador, a pesar de los desafíos, tiene el potencial de ser un modelo de resiliencia climática en América Latina si se adoptan medidas urgentes e integrales.
“El cambio climático no es solo un reto ambiental, es un reto de justicia social. Las comunidades más vulnerables, que son las menos responsables del problema, están pagando el precio más alto”.
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