Siempre he creído en la importancia del diálogo, pero no en un diálogo cualquiera, sino en aquellos que verdaderamente marcan la diferencia. Espacios de discusión y análisis en los que participan todos los actores que tienen algo que decir y que, sobre todo, tienen el poder de cambiar las cosas.
Por eso, estoy convencido de que impulsar estos espacios es vital, pero deben ser constituidos con la participación de varios, y ojalá todos, los actores clave que tengan injerencia en los temas de interés. Con esa verdadera integración multiactor se podrá enfrentar cualquier desafío con propuestas y planteamientos sólidos y técnicos. Sin duda, esto toma aún más importancia cuando hablamos de una integración entre el sector público y privado al intentar resolver problemas que tendrían un impacto directo en los ejes sociales o económicos de una nación.
En mi experiencia, y conociendo bien la dinámica productiva del país, he visto cómo la falta de comunicación entre los diferentes sectores lleva a soluciones desconectadas de la realidad, lo que genera barreras innecesarias y ralentiza todo proceso y, peor aún, aleja el progreso y desarrollo. Los actores del sector privado suelen tener un entendimiento más cercano de los desafíos diarios que enfrentan las industrias, debido a que su trabajo diario se centra justamente en promover la competitividad de los negocios. El sector público, por su parte, puede aportar el marco regulatorio y la visión de políticas necesarias para estructurar y orientar ese esfuerzo hacia el bien común. Sin embargo, si no se sientan juntos a conversar, se pierden valiosas oportunidades para alinear sus esfuerzos.
Por eso es crucial que todos los involucrados, desde empresas hasta gobierno, pasando por la academia y las organizaciones no gubernamentales, se sienten en la misma mesa para discutir y, sobre todo, escuchar. Sin duda los espacios de diálogo permiten que las normas que guían las actividades de las industrias se ajusten mejor a la realidad del sector, teniendo en cuenta los desafíos productivos, los aspectos técnicos, las limitaciones de presupuesto los avances tecnológicos y las necesidades del mercado. Pero esto no se logra de la noche a la mañana (créanme, lo he vivido durante más de 20 años liderando el gremio de alimentos y bebidas del país), esto requiere de una verdadera voluntad de cooperación que se anteponga a los intereses particulares, pero que tenga como eje central un enfoque técnico y real de lo que pasa en el campo, en los mercados, en los negocios…
Tengo un claro ejemplo que de estos esfuerzos mancomunados dan frutos. Hace ya varios años, empujados por el interés de fortalecer la industria alimentaria nacional, los espacios de diálogo entre actores público y privados crearon los cimientos de la Agencia de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria, hoy conocida como ARCSA. Sí, el trabajo con enfoque técnico, y combinando puntos de opinión, muchas veces contrapuestos, dan resultados positivos.
En cada conversación que he tenido sobre este tema, siempre llego a la misma conclusión: el trabajo coordinado es esencial. Ningún sector puede desarrollarse aislado, y mucho menos cuando el objetivo final es el desarrollo sostenible del país. La sostenibilidad, entendida en su forma más amplia, no es solo responsabilidad de un sector, sino de todos quienes somos parte de la dinámica económica del país. Es verdad, nosotros generamos empleo, generamos dividas, fomentamos la inversión y, especialmente, tenemos contacto con miles de personas que día a día trabajan para sacar a sus familias adelante, empujando también al país a ese mismo propósito. Entonces, ¿por qué desvincularnos de la ecuación?
Cuando todos los sectores trabajan en conjunto, podemos promover Políticas de Estado, de cierta forma para tratar de blindarnos frente a las circunstancias adversas del mundo y el mercado. Medidas realistas, aplicables y que eviten el perjuicio económico, social y ambiental del país son necesarias, y son vitales que se construyan con diferentes voces, opiniones y enfoques.
Estoy convencido que todos buscamos el mismo fin: el bienestar de las personas. Para lograrlo, es momento de juntos construir las bases del desarrollo sostenible: en la colaboración, con respeto mutuo y con la capacidad de escuchar.
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