Los dispositivos móviles eran usados por miembros del grupo armado Hezbolá para comunicarse entre ellos. Pese a que nadie se ha responsabilizado de lo ocurrido, desde el gobierno de Beirut y desde la organización islamista apuntaron inmediatamente a Israel y en particular a su agencia de inteligencia: el Mossad.
Una tesis de la que funcionarios de globiernos occidentales se han hecho eco también.
El diario estadounidense The New York Times asegura que la operación se habría orquestado desde el gobierno israelí, cuyos espías habrían intervenido los aparatos encargados por Hezbolá y logrado introducirles explosivos antes de su llegada al país.
Desde Israel, entre tanto, guardan silencio.
Pero ¿por qué todas las miradas se han puesto sobre el Mossad? ¿Por qué se le teme tanto a esta agencia?
BBC Mundo responde estas y otras preguntas a continuación.
Nacido con el Estado
“El Mossad es la agencia de inteligencia exterior de Israel, en líneas generales es el equivalente a la CIA de Estados Unidos o el MI6 de Reino Unido, pero con un mandato mucho más amplio”, explicó Frank Gardner, corresponsal de Seguridad de la BBC.
El Mossad, cuyo nombre oficial es Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales, fue constituido en 1949, apenas meses después de la creación del propio Estado de Israel por David Ben-Gurión, el primer gobernante del país.
La misión del organismo es “reunir inteligencia, frustrar amenazas y garantizar la seguridad del Estado de Israel y el pueblo judío”, se lee en su sitio web.
Y se estableció que, para conseguir ese objetivo, “contará con los mejores de todos los niveles de la sociedad, quienes deberán conducir con coraje, sabiduría y astucia la actividad secreta en el extranjero”.
El secretismo alrededor del organismo era tal que hasta la década de 1990 los nombres de sus máximas autoridades no se hacían públicos hasta que concluyeran sus mandatos, recordó Danny Yatom, quien fue el primer director del organismo cuya identidad se reveló mientras estaba en el cargo.
Pese a que el Mossad es hoy el organismo de inteligencia de Israel más conocido internacionalmente, no es el único. El país también cuenta con el Shin Bet, servicio de seguridad interna; y con el Directorio de Inteligencia Militar (AMAN, por sus siglas en hebreo).
A diferencia de la CIA y el MI6, la agencia juega un papel fundamental en la diplomacia israelí y en particular en la normalización de las relaciones con los países de mayoría musulmana.
“La mejora de las relaciones con Marruecos y los demás países del norte de África (…) estaba encabezada por el Mossad”, confirmó Yatom en una entrevista a la publicación Le Grand Continent.
Garibaldi y otros golpes
Con un presupuesto anual de unos US$3.000 millones y una plantilla de unos 7.000 empleados, especialistas en asuntos de seguridad e inteligencia consideran al Mossad como la segunda agencia de espionaje más grande de Occidente después de la CIA.
Sin embargo, en la década de 1960 el organismo apenas tenía unos 80 funcionarios en su nómina, según se lee en su sitio web.
Esto no le impidió realizar una arriesgada misión que dio a conocer al Mossad internacionalmente y que ha sido llevada al cine y la televisión: el secuestro del exlíder nazi Adolf Eichmann en Argentina.
Eichmann, uno de los arquitectos de la llamada “solución final”, logró escapar de Alemania al terminar la Segunda Guerra Mundial y se instaló en la década de 1950 en Argentina, bajo la falsa identidad de Ricardo Klement.
Sin embargo, en1957 un sobreviviente de un campo de concentración que también emigró al país sudamericano lo reconoció y lo denunció a las autoridades israelíes, las cuales comenzaron a seguirlo y pusieron en marcha la Operación Garibaldi, en honor a la calle donde vivía el exlíder nazi en un suburbio de Buenos Aires, se lee en la web del museo Yad Vashem.
El objetivo de la misión era capturarlo con vida y llevarlo a Israel para enjuiciarlo. Todo ello sin advertir a las autoridades del país austral para evitar la huida de Eichmann, se agrega en el portal del museo constituido para recordar a las víctimas del Holocausto.
El 23 de mayo de 1960, Ben-Gurión anunció que agentes israelíes habían aprehendido a Eichmann y que éste sería procesado por crímenes contra el pueblo judío y la humanidad.
En 1961 el exoficial alemán fue declarado culpable y sentenciado a muerte.
La fama del Mossad se reforzó años después con la cacería que lanzó en contra de los líderes de la organización palestina Septiembre Negro, autores del secuestro de la delegación israelí que participó en los Juegos Olímpicos de Múnich (Alemania) de 1972.
Luego de que fallara el intento de rescatar a los atletas y sus entrenadores y 11 de ellos fueran asesinados, la entonces primera ministra israelí, Golda Meir, ordenó al Instituto -como se le conoce en el país- que identificara a los responsables del ataque, los buscara y los liquidara, narró el periodista de la BBC Fergal Keane en un podcast sobre la agencia israelí publicado en 2014.
Entre 1972 y 1973 al menos siete miembros de la organización palestina fueron asesinados en distintos países de Europa. Sin embargo, algunos autores creen que la operación continuó durante décadas.
Años después el Mossad realizó una operación para rescatar a judíos que sufrían persecución en África. Entre 1984 y 1985 uno de sus equipos sacó a cientos de refugiados judío-etíopes de Sudán, a través de un falso centro de submarinismo.
“Los que se unen al Mossad es porque son muy patriotas”, le contó a la BBC un exagente que aceptó ser entrevistado para un documental difundido en 2010.
Apuntando a los vecinos
El caso de Eichmann colocó al Mossad entre las principales agencias de espionaje, pero la cacería de criminales nazi nunca fue la prioridad del organismo, sino neutralizar las amenazas que representaban los vecinos árabes de Israel.
Así, a lo largo de las últimas décadas la agencia ha realizado distintas acciones contra países colindantes que son considerados “enemigos”.
El asesinato de líderes de organizaciones que Israel tacha de “terroristas”, actos de sabotaje a instalaciones científicas y militares e incluso el establecimiento de relaciones con grupos étnicos o políticos contrarios a las autoridades en el poder son algunas de las medidas adoptadas por el Mossad en la región.
“Teníamos que buscar amigos donde fuera”, comentó en 2010 a la BBC Eliah Safriya, quien fue agente del Mossad y en la década de 1970 fue enviado encubiertamente a apoyar a los kurdos en su lucha por la independencia del Irak gobernado por Saddam Hussein.
Respecto a los asesinatos y sabotajes, en 2021 el exdirector del Mossad Yossi Cohen admitió que la agencia estuvo detrás del robo de miles de documentos sobre el programa nuclear iraní en 2018.
Además, insinuó que sus agentes participaron en el ataque cibernético contra la planta nuclear de Natanz, en el centro de Irán, y en el asesinato de Mohsen Fakhrizadeh, el científico más importante del programa nuclear del país persa, ocurrido en noviembre de 2020.
Más recientemente el gobierno iraní ha acusado a la agencia de estar detrás de la muerte del líder de Hamás Ismail Haniya, ocurrida el pasado 31 de julio al norte de la capital iraní, Teherán.
Y aunque Israel no ha asumido la autoría de este hecho, sí reconoció que estaba detrás del atentado que acabó con la vida de Fouad Shukur, un alto comandante de Hezbolá, en Beirut (Líbano).
Estos sucesos explican por qué todas las miradas se han dirigido hacia el Mossad como presunto autor de las explosiones de los miles de beepers y walkie-talkie que han sacudido al Líbano.
Sin límites
La actuación del Mossad es controvertida y en más de una ocasión le ha provocado problemas a Israel.
Por ejemplo, la captura de Eichmann en Argentina derivó en un serio conflicto diplomático con el país sudamericano.
También la operación Cólera de Dios, en la cual un mesonero fue asesinado en Noruega tras haber sido confundido erróneamente con un miembro de Septiembre Negro, tensó las relaciones con aliados occidentales.
Sin embargo, las acciones del Mossad revelan que su mantra parece ser “el fin justifica los medios”.
“El cielo es el límite” para el Mossad, aseguró a la BBC el periodista israelí Yossi Melman.
“Aunque provocáramos a naciones amigas, cometiéramos crímenes en su territorio o violáramos la ley internacional o nacional, sentíamos que teníamos que hacerlo para garantizar nuestra seguridad”, agregó el autor del libro “Los espías del Holocausto”.
“Y sabíamos que nos saldríamos con la nuestra por las simpatías que todavía generaba el Holocausto y ser un país pequeño”, zanjó.
Texto original de BBC Mundo
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