La capital del Ecuador tiene como uno de sus ríos al Machángara, un afluente natural que se ve alimentada por vertientes y cascadas. Este río ha visto el crecimiento de la ciudad desde su inicio.
Alejandro López, cronista de la ciudad, se refiere a cómo era la vida cerca de este río y señala que, durante la primera mitad del siglo XVI, el Cabildo creó ejidos, que eran tierras que debían quedar vacías, sin casas ni cultivos para el uso colectivo.
Sin embargo, inmediatamente luego de establecerse ejidos al norte y al sur de la ciudad, el Cabildo empezó a tener muchas molestias con indígenas y españoles que invadieron poco a poco los terrenos ejidales con cultivos, cercas y construcciones arbitrarias.
“Una de los eventos más problemáticos se produjo por el natural crecimiento de las poblaciones de Chillogallo y del pueblito de Machangarilla (hoy La Magdalena), cerca del río Machángara. Esto obligó al Cabildo a hacer un nuevo señalamiento (amojonamiento) tanto de tierras ejidales como de las tierras adicionales para los dos poblados”, cuenta.
Asimismo, dice que la población no acató las disposiciones del Cabildo y, por ello, se creó el cargo especial de Guarda Mayor de Ejidos y Montes de la Ciudad (Libro Primero de Cabildos de Quito, 1934) (Andrade Marín, 2003).
El Cronista dijo que, más adelante, durante el período de la Independencia, se presentó un mal conocido como tabardillo, que se producía generalmente entre los campesinos (León, 37-137), En 1838, precisamente, el Cabildo discutía los riesgos del contagio de múltiples enfermedades debido, especialmente, a que desde la Casa del Lazareto se evacuaban aguas contaminadas de manera tan inadecuada, que terminaban mezclándose con las aguas públicas, que eran constantemente protegidas.
El río Machángara, a lo largo de los años, ha sufrido una significativa degradación debido a diversas fuentes de contaminación. Desde un inicio, tanto el río como sus terrenos aledaños han sido sujetos de normas que buscaban proteger el uso colectivo de los recursos.
“Desde su fundación en 1534, las autoridades del Cabildo de Quito han implementado diversas medidas para proteger la calidad de vida en la ciudad, adaptándose a las leyes y criterios de cada época”, expresó Alejandro López.
Es preciso recordar que en las orillas del río se implantaron fábricas, molinos e incluso la primera planta eléctrica de Quito, en 1897.
Los vecinos de la ciudad se han aproximado al Machángara de diversas maneras a lo largo del tiempo: para el aprovisionamiento de agua, para sembrar o criar animales, para el aseo personal o el lavado de ropa y, por supuesto, para el disfrute.
Pero también para contaminarlo, para desechar basura y desperdicios tóxicos. “Recordemos algunos eventos, como el socavón que se creó en El Trébol, en 2008, porque el paso del agua estuvo obstruido por basura que incluía colchones y llantas; o el río rojo, cuando camales clandestinos vertían sus desechos directamente en el río”, recordó.
A pesar de lo enunciado, en el Machángara podemos encontrar todavía abundante biodiversidad, plantas, insectos e incluso frutas. “Antaño no era extraño evidenciar a los niños recogiendo carrizos (sigses) para la elaboración de cometas y faroles en la época del verano”, mencionó López.
Cómo se puede evidenciar, a lo largo de la historia, el Municipio de Quito ha implementado diversas medidas para la gestión y protección del río y los espacios comunales de la ciudad. Sin embargo, en algunos momentos, la falta de recursos y la inadecuada implementación de estas políticas contribuyeron a la situación actual. Es así que para el cronista de la ciudad es importante reconocer tanto los esfuerzos realizados como las deficiencias históricas.
A lo largo de la historia, se destacan estas normativas:
Protección de Vertientes de Agua: Las autoridades coloniales adoptaron medidas para proteger las fuentes de agua y asegurar que los desechos urbanos no contaminaran las aguas destinadas al consumo.
Normativas de Desechos Urbanos: Se establecieron regulaciones para separar los desechos de las aguas potables, protegiendo así la salud pública de la población colonial.
Ahora, la administración Municipal impulsa la Ordenanza ‘Verde Azul’, con el objetivo de gestionar el territorio de manera integral, a fin de mantener el abastecimiento de servicios ambientales, reducir el riesgo de desastres de origen natural y antrópico, así como fortalecer la resiliencia ambiental y social frente a los efectos del cambio climático, conservación de la biodiversidad, fenómenos hidrometeorológicos y movimientos en masa en el Distrito Metropolitano.
La ordenanza Verde Azul incluye el Plan de Descontaminación de Rios que, además del rio Machángara, viabilizará la descontaminación y protección de 93 ríos más en la capital.
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