Un grupo de científicos lograron registrar la migración más extensa conocida hasta ahora para un tiburón sedoso (carcharhinus falciformis), que recorrió más de 27 500 kilómetros en un lapso de aproximadamente 18 meses desde que le colocaron un dispositivo de rastreo en la reserva marina de las Islas Galápagos.
El estudio constituye un récord al superar en casi seis veces el anterior registro del que se tenía conocimiento, según destacó el jueves, 23 de mayo de 2024, en un comunicado la Fundación Charles Darwin (FCD), que formó parte de la investigación junto al Instituto de Investigación Guy Harvey (GHRI), el Centro de Investigación de Tiburones de la Fundación Save Our Seas (SOSF-SRC) de la Nova Southeastern University en Florida y la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG).
También, ilustró el amplio uso del océano abierto por parte del tiburón, mucho más allá de las jurisdicciones nacionales de cada país. Para los investigadores demuestra «la urgente necesidad de establecer regulaciones para conservar la biodiversidad oceánica más allá de las áreas de jurisdicción nacional».
El ejemplar que fue objeto del estudio, una hembra bautizada como Genie en honor a la fallecida ecóloga de tiburones Eugenie Clark, fue marcado con un transmisor satelital colocado en su aleta dorsal cerca de la isla Wolf, en el norte de la Reserva Marina de Galápagos el 17 de julio de 2021.
Pronto emprendió un extenso viaje que cubrió 27 666 kilómetros en 546 días hasta que se le perdió el rastro el 14 de enero del 2023, en un recorrido que equivale Estados Unidos de costa a costa aproximadamente cuatro veces.
Este viaje incluyó dos significativas migraciones hacia el oeste (hasta la mitad de camino hacia Hawai) que se extendieron hasta 4 755 kilómetros desde el sitio de marcaje hacia aguas internacionales, que son áreas de alta presión pesquera y mínima regulación.
Su velocidad promedio de viaje fue de aproximadamente 50,67 kilómetros por día, una tasa considerablemente más alta que otras especies de tiburones más grandes previamente seguidas con transmisores satelitales montados en la aleta.
Para sorpresa de los científicos, más del 99% del tiempo Genie estuvo en aguas internacionales al oeste y sur, lejos de las aguas jurisdiccionales de Ecuador en torno a las Islas Galápagos, por lo que los investigadores ven una prueba de la «crítica necesidad de cooperación internacional en la protección de estos tiburones oceánicos de largas distancias».
El autor principal del estudio y coinvestigador principal del proyecto Ecología de Tiburones en la FCD, Pelayo Salinas, señaló que «comprender las rutas migratorias de los tiburones sedosos y otros tiburones pelágicos, también amenazados, es crucial para desarrollar estrategias de gestión efectivas para revertir sus continuas disminuciones poblacionales a nivel global».
«Los tiburones han estado recorriendo los océanos del mundo durante cientos de millones de años y los límites geográficos que los humanos hemos establecido en papel no significan nada para ellos», explicó Pelayo.
«Sus largas migraciones, a través de aguas internacionales, fuertemente pescadas, los exponen a riesgos significativos, resaltando la necesidad de una respuesta global coordinada para garantizar la supervivencia de este grupo altamente amenazado de especies», añadió.
Los tiburones sedosos son particularmente vulnerables a la sobrepesca debido a su crecimiento lento, madurez tardía y la alta demanda en el comercio global de aletas de tiburón.
Esta especie está clasificada como vulnerable en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Se trata de uno de los tiburones más frecuentemente capturados tanto en pesquerías artesanales como industriales, y son una prioridad de conservación para la FCD y otras organizaciones.
El coautor del estudio y director del SOSF-SRC y GHRI, Mahmood Shivji, resaltó la dificultad que entrañaba haber podido seguir a Genie durante año y medio. Pues detalló que es difícil tener datos con una buena resolución de posiciones durante más de un año, en el mejor de los casos.
Esta investigación fue posible gracias a donaciones de la Fundación Save Our Seas, Darwin and Wolf Conservation Fund, Mark and Rachel Rohr Foundation, Shark Foundation y la Fundación Guy Harvey, y está publicada en la revista Journal of Fish Biology, de libre acceso. EFE
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