Una erupción anterior del volcán La Cumbre, en las islas Galápagos (Ecuador), el mismo que actualmente está expulsando lava en un nuevo proceso eruptivo, permitió el registro de especies que no se habían visto en las también llamadas ‘islas encantadas’, aseguró este vienes a EFE el oceanógrafo británico Stuart Banks.
De las erupciones registradas en La Cumbre, situado en la isla de Fernandina, la más occidental del archipiélago, la de 1995 fue tan grande que la lava llegó al mar, y cuando entró, por la fuerza de una gran caída, causó un evento natural de mortalidad de peces.
Los expertos llevaron algunas muestras a la estación científica Charles Darwin para su identificación, y con el apoyo de la Academia de Ciencias de California determinaron que eran «especies de aguas profundas que nunca habíamos visto antes», dijo Banks, científico de la mencionada estación.
«La mayoría fueron peces que normalmente no se ven en la costa, pues típicamente viven a profundidades mayores de cien metros«, detalló, y apuntó que así lograron «nuevos registros para Galápagos«.
Expediciones en otras partes del mundo habían visto ese tipo de peces, pero no en Ecuador hasta la mencionada erupción, subrayó Banks, investigador de la Fundación Charles Darwin (FCD).
El volcán La Cumbre entró en un nuevo proceso eruptivo el pasado sábado y el jueves, la lava había alcanzado los ocho kilómetros de longitud desde la cumbre, según el Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional de Ecuador.
También se observó un incendio al oeste del campo de lava expulsada por este volcán, cuya erupción va en disminución, pero se mantiene activa.
Precisamente este viernes, EFE pudo observar desde el barco Arctic Sunrise, de la organización ecologista Greenpeace, que se encuentra en una misión científica, que el volcán mantenía el flujo de lava y también una columna de vapor que se tornaba anaranjada con el reflejo de la lava.
Este volcán de 1 476 metros de altitud se encuentra en la cúspide de la isla Fernandina, la más joven y occidental del archipiélago de las Galápagos, con una superficie de 628 kilómetros cuadrados sin personas que la habiten.
No obstante, alberga una fauna autóctona compuesta por iguanas terrestres y marinas, roedores endémicos, culebras, pingüinos y pinzones.
Este viernes, las aguas circundantes del océano regalaban un pacífico espectáculo, con movimientos tan leves, que parecía una inmensa piscina de la que, de cuando en cuando, emergían sonidos de pequeños saltos, que podían ser peces o lobos de mar.
Además, por los sonidos semejantes a un resoplido, Banks presume que incluso pueden haber habido ballenas piloto, que heredan su nombre por su costumbre de ir delante de las embarcaciones, como una especie de guía en el mar.
«Como estamos en el canal (Simón Bolívar, entre las islas Isabela y Fernandina), es común que tengamos ballenas y delfines aquí cerca y cuando ellos van a la superficie para respirar hacen este tipo de sonido», argumentó.
A la par del espectáculo de la fauna, el canal Simón Bolívar entre las isla Isabela y Fernandina, presentó una exhibición de luminosas estrellas en un cielo completamente despejado, mientras en el océano también danzaban unos pequeños puntos luminosos al son de las quietas aguas: plancton.
«Mucho del plancton tiene unas bacterias dentro de ellos, no todos, y esto es la bioluminiscencia, que es una forma de comunicación entre algunas especies, y en otras para asustar (a depredadores)», dijo.
Además, es muy común particularmente en noches como hoy, que es luna nueva, con poca luz natural de la luna, que, cuando el agua está agitada por el paso de un barco, una ballena o un lobo marino, en el agua empiezan a salir los destellos.
Comentó que en años pasados hicieron rastreos de plancton en las noches y, a veces, al mover la red «se ilumina con luz azul, y no es solo en la superficie, en lo más profundo, donde no entra la luz, muchos animales utilizan esta luminiscencia en su cuerpo para cazar otros animales y para comunicarse entre ellos».
En la zona también hay corales de bambú, llamados así por su forma. «Cuando se acerca un animal depredador, que molesta al coral, empieza a brillar porque tiene una bacteria adentro, (que le da) luminiscencia, y esta luz atrae a otros animales, que van a asustar al que está intentando comer al coral. Es casi como una alarma por un ladrón», narró. EFE
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