Se trata de una tendencia histórica a pasar por alto, minimizar o atribuir incorrectamente el trabajo y los logros de las mujeres en el ámbito científico, negando su contribución real al sector
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A pesar de ser una acción que debería realizarse a diario, el 8M representa una fantástica oportunidad para echar la vista atrás y poner en valor el trabajo de tantas mujeres en su histórica lucha por la igualdad y la justicia de género. Y es que, a lo largo de los años, se ha comprobado que convertirse en una persona de renombre, en cualquier disciplina, no es una tarea sencilla, pero lo cierto es que en el caso de las mujeres dedicadas a la ciencia es todavía mucho más complicado.
Con el paso del tiempo, muchas mujeres han sido silenciadas, han sentido como su trabajo no era reconocido, como eran ninguneadas e, incluso, como sus propios esfuerzos se atribuían a los hombres, ocultando así sus aportaciones al mundo. Esto es lo que, a día de hoy, se conoce como “Efecto Matilda“.
Este producto de la desigualdad de género se refleja mucho en la educación científica y técnica, donde las mujeres apenas representan el 7,6%. Esta falta de referentes femeninos para las nuevas generaciones está contribuyendo a que las niñas no tengan personajes a los que admirar y se autoexcluyan de materias como matemáticas o ciencias, sintiéndose menos capaces que sus compañeros.
¿QUÉ ES EL EFECTO MATILDA?
Así, bajo el concepto de “Efecto Matilda” se incluye esa tendencia histórica a pasar por alto, minimizar o atribuir incorrectamente el trabajo y los logros de las mujeres en el ámbito científico, negando su contribución real al sector.
Es un término que resalta como muchas mujeres científicas no recibieron el reconocimiento que merecían por sus contribuciones al progreso científico. A menudo, sus hallazgos eran ignorados, atribuidos a colegas masculinos o simplemente olvidados en la historia científica. Este fenómeno destaca las barreras de género y la enorme discriminación que han enfrentado las mujeres en ciencia a lo largo del tiempo.
En investigación, existen diversos estudios que señalan y confirman la existencia de sesgos de género en ciencia. De hecho, un análisis de más de mil publicaciones realizado entre 1991 y 2005, reveló que los científicos hombres citan, casi en su totalidad, a más autores masculinos que a mujeres.
Además, investigaciones en Países Bajos, Italia, Estados Unidos y España han demostrado que el género sí influye en la evaluación de candidatos a cátedra y en la participación de científicos en los medios de comunicación.
El término de “Efecto Matilda” fue acuñado por la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter en su libro Women Scientist in America: Struggles and Strategies to 1940 (Científicas en América: luchas y estrategias hasta 1940).
La obra fue publicada en 1982 y en ella se plasmaba buena parte del trabajo al que había dedicado un gran porcentaje de su carrera: a estudiar la historia de las mujeres en la ciencia, destacando las dificultades que enfrentaron para obtener reconocimiento en un campo dominado por hombres.
CC Retrato de Matilda Joslyn Gage.
La elección del nombre “Matilda” fue un homenaje a la sufragista Matilda Joslyn Gage, una defensora activa de los derechos de las mujeres durante el siglo XIX. Gage fue una figura muy destacada en el movimiento sufragista y una defensora del feminismo en diversos aspectos de la sociedad, incluyendo la educación y el acceso a la ciencia.
Bajo esta premisa, el concepto del “Efecto Matilda” supuso un antes y un después en la conciencia pública sobre las desigualdades de género en ciencia y ha promovido la necesidad de reconocer y valorar adecuadamente las contribuciones de las mujeres en este ámbito.
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