El mundo actual, está caracterizado por la inmediatez, la sobre demanda y altos niveles de exigencia que llevan cada vez más a las personas a vivir de manera acelerada, afectando cada uno de los ámbitos de desempeño de las personas. En los últimos años hemos experimentado desafíos y cambios continuos en la forma de vivir y relacionarnos con el entorno y las personas. Pese a que la tecnología ha logrado simplificar tareas que antes demandaban mucho tiempo y esfuerzo, sin embargo, las exigencias del entorno, de un mundo globalizado y altamente competitivo, hace que las personas se vean obligadas a dar cada vez más de sí mismos, un poco más de esfuerzo, más tiempo, “más compromiso”, lo cual trae como consecuencia tensión y estrés, que, si no se saben manejar, terminan afectando nuestra vida personal, familiar y relacional.
El estrés, tal como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023), es el estado de preocupación o tensión mental generado por una situación difícil. Todas las personas tenemos un cierto grado de estrés, que en pocas cantidades resulta beneficioso y motivador, pero cuando supera los niveles mínimos, termina afectando nuestro bienestar integral. El estrés no se da únicamente por las tareas que se tiene a cargo o por no sentirse preparado, sino porque en varias ocasiones existe una sobrecarga y sobre demanda, llegando a superar el tiempo y energías de las personas para afrontarlo.
Los jóvenes de hoy, tienen que lidiar con múltiples actividades, retos y expectativas que en muchos de los casos suelen ser muy altas y los rebasa, especialmente por la influencia de la tecnología y redes sociales, ya que en la mayoría de casos se encuentran mensajes distorsionados y proyección de una vida idílica que refleja solo un lado de la verdad “el goce; disfrute; éxito; fama; viajes; entre otros”, que no son negativos en sí mismos, pero crean una falsa realidad, disímil de lo que viven los jóvenes en su día a día.
El estrés es un conjunto de síntomas y signos físicos y psicológicos que se van incrementando al punto de producirse lo que se conoce como el burnout (estar quemado), constituye niveles altos de estrés padecidos por períodos prolongados de tiempo afectando significativamente la salud física, psicológica y académica de los jóvenes.
Existen varios estudios en referencia al burnout que constan en la literatura, la mayoría de ellos coinciden que existen factores internos predisponentes en las personas, pero también existen factores externos desencadenantes de este síndrome.
Es importante por lo tanto, diferenciar entre estrés y burnout, en el primer caso “cuando se afirma que una persona padece estrés, en términos generales se habla de un exceso o sobreesfuerzo del organismo al sobreponerse al nivel de resistencia experimentado por éste o bien cuando el organismo produce un incremento de activación que pone en riesgo su capacidad para mantener parámetros óptimos (Quiceno & Stefano, 2007). Es decir, el estrés está caracterizado por altos niveles de tensión emocional y física, a consecuencia de una sobrecarga de actividad, responsabilidad, alto nivel de exigencia y poco reconocimiento. El estrés regular tiende a desaparecer en poco tiempo cuando la situación que lo origina se resuelve, pero si esta situación permanece por períodos prolongados se pasa al burnout.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha procedido al reconocimiento oficial del burnout o “síndrome de estar quemado” o de desgaste profesional como enfermedad tras la ratificación de la revisión número 11 de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Conexos (CIE-11), aprobada en enero de 2022.
Se puede afirmar que todas las personas en algún momento hemos experimentado estrés, pero el burnout se da en menor proporción; sin embargo, se encuentra en aumento. En un estudio realizado en España, se estableció que el 17% de universitarios (Comella, et, al 2021) padecían burnout, especialmente en aquellos que combinan trabajo y estudio. En otro estudio realizado en Ecuador, (Rosales, et, al, 2020), se estableció un 28% de jóvenes con el síndrome teniendo mayor prevalencia en las carreras de ciencias humanas y salud, marcado significativamente por niveles altos de agotamiento.
Los sujetos afectados por este síndrome muestran desilusión, irritabilidad, enojo, sentimientos de frustración, actitudes suspicaces, rigidez, inflexibilidad y obstinación. Asimismo, como consecuencia afloran síntomas de carácter psicosomático y se produce deterioro de la salud en las personas afectadas por este síndrome.
En principio este síndrome estaba adjudicado de forma exclusiva a profesionales que mantienen contacto directo con beneficiarios – usuarios para el ejercicio de su actividad laboral (profesores, enfermeras, médicos, etc.), sin embargo Leiter y Schaufeli (1996); Demerouti, Bakker, Jonge, Janssen y Schaufeli (2001); Gil-Monte (2003), señalan que el ‘síndrome de Quemarse’, puede desarrollarse en profesionales cuyo trabajo no conlleve necesariamente el contacto directo con personas y en este último caso está presentándose con mayor incremento también en estudiantes. Para Osmar Peña (2020), el burnout académico es un trastorno prolongado, caracterizado por el agotamiento, que afecta la capacidad y motivación relacionada con el estudio, además de provocar bajo rendimiento académico, afecta el estado físico y mental.
Entre las causas atribuidas en jóvenes universitarios están: la doble presencia ya que la mayoría de ellos deben ejercer varios roles con sus consecuentes responsabilidades: trabajador, estudiante, padres de familia, sumado a eso en aquellos casos que los estudiantes no están casados y con hijos, las demandas vienen del lado de sus actividades y relaciones sociales, recreación y distracción. En algunos casos, se da la situación que los jóvenes se sobrecargan de actividades y al momento que se sienten presionados por las responsabilidades, empiezan a experimentar altos niveles de estrés que los puede llevar a abandonar sus estudios o llevarlos a conductas no adaptativas y dañinas.
Este síndrome está asociado a la forma cómo los estudiantes se preparan emocionalmente frente a sus diversas actividades, entre ellas, las académicas, la forma de enfrentar y gestionar el estrés y la cantidad de actividades y responsabilidades que tienen a cargo.
Entre las recomendaciones que se pueden dar a los jóvenes universitarios están las siguientes:
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