“11 días entre biólogos”, fue denominada la experiencia de los profesionales que se internaron para descubrir la riqueza del Bosque Protector Las Golondrinas, ubicado en una zona apartada de El Ángel. El objetivo de los funcionarios del Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO) fue recopilar información y muestrear especies en las áreas de herpetología, ornitología, botánica y mastozoología.
Cuentan su experiencia
El grupo de 14 personas, los nueve profesionales en el ámbito, un comunicador, tres guías locales y una cocinera, emprendió su aventura desde El Morán y, tras un recorrido de 30 minutos en vehículos, por un camino de tercer orden, hasta llegar a un sendero que los llevaría a su refugio, ubicado a 2 849 metros sobre el nivel del mar.
“Iniciamos la travesía hacia un bosque húmedo templado montano bajo, atrás quedaba los últimos rezagos de civilización, adelante teníamos pequeños ríos, arroyos, cascadas y una cantidad de flora sorprendente, sin duda ese fue el aliciente que me acompañaría las próximas dos horas de camino. Sí, ese era mi aliciente porque a veces el trabajo de un comunicador es demasiado cómodo, contar historias desde un escritorio, pero esta vez cambiaba la situación, quería contar la vida de esos biólogos y técnicos del INABIO.
Ellos que tienen como aliciente descubrir nuevas especies, la conservación y la investigación”, relató Ricardo Flores, comunicador del INABIO, que caminó junto a los herpetólogos, ornitólogos, botánicos y mastozoólogos, más de dos horas hasta llegar al sitio donde pernoctarían en busca de esta aventura, en el bosque protector donde existen 248 372 registros de 5 281 especies de fauna y flora, de las cuales 1 083 son endémicas y 680 amenazadas.
Roles definidos
Miguel Úrgiles y Christian Paucar, herpetólogos del INABIO, fueron a “sapear”, como ellos hablan de su trabajo, que tiene encanto, pero también dificultad. Sus tareas comenzaban cuando los demás ya estaban en el campamento.
Salir en la oscuridad del bosque, acompañado de linternas por senderos recién abiertos o que se abren de acuerdo a la necesidad, es digno de aplauso. En el camino ir muestreando y colectando especies de anfibios y reptiles, dentro de ellas quizás una nueva, es lo que les llena de satisfacción. Su trabajo en la noche terminaba a las 00:00 o a las 01:00, pero en el día, aquellos animales que se colectaban, se preparaban para su conservación, entre eso la toma de fotografías, muestras, y más. Sus labores muchas veces van más allá de las 10 horas.
Los profesionales hicieron un levantamiento de información de la avifauna en este sector. Aquí hay un promedio de al menos 280 especies de aves y eso gracias a que el bosque está muy bien conservado.
Lo que encontraron
La misma tarea la tenían Jorge Brito y su equipo. Expertos en abrir senderos complejos y poner sus trampas; las Sherman, Tomahawk, redes de neblina para murciélagos y cámaras trampa para mamíferos grandes. Un trabajo para nada fácil que lo realiza sin duda una persona comprometida con su profesión.
Una profesión con valor
Ser experto con el machete, saber dónde y cómo poner las trampas sin duda también lo dice la experiencia. Jorge, el más veloz de la selva o del campo, dijo que dos de las especies colectadas en el Bosque Golondrinas podrían fortalecer la información para nombrarlas como nuevas para la ciencia. Dos más para su gran historial de publicaciones.
“Hemos cumplido con las expectativas de nuestro trabajo. Este bosque está aún muy conservado, y dentro de las especies que hemos registrado al menos dos serían nuevas. Estas dos contribuyen con datos e información para otras iguales que han sido colectadas en otros lugares cercanos”, manifiesta Jorge.
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