“La corriente del Golfo podría colapsar tan pronto como 2025”, “Las corrientes oceánicas que regulan la temperatura global podrían pararse en 2025 con graves consecuencias para el clima” o “el cambio climático podría provocar una glaciación de Europa”. Ayer, Nature Communications publicó un artículo que sugería que la AMOC, la principal corriente oceánica que regula el clima europeo, “muestra señales de colapso” y la prensa se volvió loca.
Lo interesante del caso es que esto ya lo sabíamos, ¿qué hay de nuevo? ¿Por qué tanta alarma? ¿Qué significa todo esto?
El cambio climático afecta a la AMOC. Como explicaba hace unos años González Alemán, “la circulación termohalina es parte de la circulación oceánica a escala global impulsada por gradientes de densidad creados por el calor de la superficie y los flujos de agua dulce (temperatura y salinidad)”.
En este sentido, la circulación de retorno meridional del Atlántico (lo que se conoce como ‘AMOC’ por sus siglas en inglés) es la rama atlántica de esa circulación termohalina. Es importante para nosotros porque juega un papel muy importante en el clima de Europa. En esencia, transporta calor desde las zonas tropicales hacia el norte en el Atlántico. Una buena parte del benigno clima europeo depende de la AMOC.
Lo relevante ahora mismo es que hay un enorme consenso entre los especialista que dice que, a medida que el cambio climático se intensifica, la AMOC se debilita. De hecho, el IPCC (el organismo de la UNO que se dedica a tema climáticos) y el grueso de los expertos dicen que sí, que el colapso parece ir en camino y ya hay señales calras, pero que “lo más probable es que no ocurra este siglo”.
¿Cuál es el problema, entonces? Pues que el artículo que se ha publicado en Nature Communications adelanta esa fecha. Según sus estimaciones, creen que la AMOC podría pararse en algún momento 2025 y 2095, “siendo lo más probable 2057”.
O sea, que no se para en un par de años. Sería muy improbable, la verdad. Solo la inercia que arrastra la circulación termohalina haría difícil que eso ocurriera. El año 2025 se da, más bien, como una referencia que sitúa la década central del siglo como punto más probable. No obstante, y esto es muy importnate repetirlo, la opinión de este artículo no es la mayoritaria.
En el fondo, el problema es otro. Porque, más allá de lo “sensacionalista” de la fecha, lo preocupante de este asunto es que las señales de debilitamiento son muy evidentes y las consecuencias para Europa (y las zonas afectadas por la AMOC) son muy reseñables: desde el “enfriamiento generalizado en todo el Atlántico norte y hemisferio norte en general” (es decir, la temperatura en Europa bajaría varios grados) hasta “grandes cambios en la precipitación en los trópicos con un desplazamiento hacia el sur de la Zona de Convergencia Intertropical Atlántica”.
Esto conllevaría un “fortalecimiento de las borrascas de invierno, con más y más potentes ciclogénesis explosivas que afectan a Europa” y una “mayor proporción de precipitaciones cayendo en forma de nieve en toda Europa” ( y “un aumento en el número de meses con una capa de nieve significativa”). Es decir, “fuertes disminuciones de la vegetación y la productividad de los cultivos” en el continente como respuesta al enfriamiento y la disminución del agua disponible.
Por eso, el adelantamiento de la desaparición de la AMOC preocupa a toda Europa. Aunque, la verdad, sacar de contexto investigaciones de este tipo solo puede ser contraproducente.
Por Xataka.
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