La “nueva ola” —como decían en los 60— es hoy el discurso woke (‘despierto’, en español) y la cultura de la cancelación, que se ha generalizado en Occidente. Stay woke (mantenerse despierto) se inició en los años 30 en los EE. UU. para alertar ante la discriminación de los afroamericanos.
En el siglo XXI se añadieron muchas causas, lógica muy actual de la pluralización de los ideales y de los significantes amo. Así, se sumaron los temas de desigualdad social, la ideología de género, el progresismo izquierdista, la perspectiva decolonial, la política identitaria, las demandas de las minorías y demás grupos sociales, el ecologismo, las pedagogías alternativas, entre otros. Woke también ha invadido el marketing capitalista, a pesar de la crítica al individualismo neoliberal, de tal manera que sus fronteras son confusas.
Se pone énfasis en lo colectivo, lo que va de la mano de movimientos sociales feministas como #MeToo y antirracistas como Black Lives Matter en Estados Unidos, que chocan con otros; por ejemplo, los supremacistas blancos de Donald Trump o los organizados por el movimiento masculino MGTOW (Men Going Their Own Way), que combaten a lo que consideran la supremacía de las mujeres. Esto resulta en una guerra entre los sexos. Algunos dicen que Trump y Jair Bolsonaro eran del bando woke, pues practicaban el antiestablishment, con su libertad individual llevada al extremo.
De esta manera, en muchos campos se encuentran posiciones y asociaciones que promueven la intolerancia ante el Otro, sean de izquierda, derecha o cualquier otra tendencia, y tal posición constituye la cultura de la cancelación. En realidad, el movimiento woke se basa en el insistente aforismo de la justicia distributiva en todas las esferas sociales. Tal emblema es muy antiguo, proviene de Aristóteles, quien planteaba lo justo y correcto de la asignación de bienes en la sociedad; a esto se añadió posteriormente la igualdad de derechos.
Ahora bien, en muchos casos ocurre que los ideales de igualdad y justicia se oponen, de modo que se forman grupos para vigilar a todos en nombre, ya no de Dios, sino del supuesto bien universal o de los particularismos. Así, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
La justicia es un ideal muy atractivo; entra dentro de los derechos humanos universales sancionados por la ONU, lo cual hay que defender… y está muy bien que se obtengan logros al respecto. Sin embargo, la justicia se confronta al hecho de que —como advertía Jacques Lacan—, los bienes no son universales, cada uno tiene el suyo, mediante el cual goza y juzga. En ese sentido, es imposible la distribución igualitaria de los goces.
La cuestión es que, al no haber ya ideologías salvadoras definidas y universales, la rebelión y subversión adquiere múltiples rostros, diversidad de grupos que se forman, disuelven, modifican, se interceptan, combinan o confunden. Los asuntos que se demandan proliferan por doquier. Todo un jardín tropical espectacular donde también hay plantas carnívoras.
Pedagogías
El wokismo y la cultura de la cancelación influyen también en nuevas orientaciones pedagógicas, las cuales prestan de las ciencias sociales, tanto de la filosofía como del constructivismo, la psicología emocional y lo decolonial para enfatizar la educación colectiva colaborativa —en oposición a la individualista competitiva— acorde a experiencias del comunitarismo de origen étnico, el contexto local y la acción participativa; tomado de la antropología.
Siendo así, la investigación en las ciencias sociales, incluida la pedagogía, busca incluir la subjetividad de las emociones del investigador y el investigado para provocar nuevos vínculos sociales, descartando las relaciones individuales del psicólogo-paciente y maestro-alumno, las cuales se consideran obsoletas o muy insuficientes.
En América Latina la ideología decolonial se extiende, particularmente, respecto a una suerte de nuevo indigenismo. La postura es la crítica al universalismo occidentalizante que coloniza ideológica, cultural y epistémicamente. Le contrapone los contextos locales y el autoreconocimiento de las identificaciones propias, autorizándose a sí mismas sin necesidad de ser legitimadas por el Estado ni la sociedad culturalmente dominante; pues eso sería caer en su regazo. Es lo que Jacques Lacan denominó las formas de exclusión interna en la mundialización.
En cierto sentido, las pedagogías alternativas toman elementos de esa visión, a la vez que enfatizan la educación mediante proyectos grupales cuyos intereses son definidos por el contexto en que se vive; y se oponen a las materias estáticas, los currículos oficiales generalizados, el adultocentrismo y la pura racionalidad, que no considera los afectos en los vínculos humanos. Se propone que el educando logre “agenciar” su lugar en el mundo con esta educación.
Género y trans
La autora que ha influido decisivamente en el movimiento woke es Judith Butler (2007), más aún con su libro El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, donde desarrolla el concepto de “género” como una construcción cultural que sustituye al binarismo sexual, hombre-mujer y al heteropatriarcado. El término gender (género) lo introduce John Money en 1955, el cual hoy enfatiza que cualquiera puede identificarse bajo el género que desee, y que es posible que existan tantos géneros como sujetos hay en el mundo.
Dicha idea se basa en la consideración de que la sexualidad es un asunto netamente cultural, sin vincularse con lo real del cuerpo. Eso tiene similitudes con el psicoanálisis lacaniano, en el sentido de que se trata de semblantes al hablar de identificaciones sexuales que se modifican según la cultura y las invenciones individuales. Pero Butler critica el feminismo de heteronormativo y al psicoanálisis de falocéntrico, heterosexual, patriarcal y binario. Hoy el término “género” se ha extendido a modo de un significante amo de la época. Demasiado género conduce a excluir la sexualidad en el ser hablante.
Parte de estos movimientos es la nueva ideología trans; muy controvertida, incluso por algunos movimientos feministas. Se revela que hay un supremacismo trans que se sostiene en frases como: “no me gusta este cuerpo, lo cambio”; “solo los trans pueden opinar sobre los trans”; “todos somos…”; “estás conmigo o contra mí”, y lo “políticamente correcto”. Si se extiende esos pensamientos a otros componentes del movimiento woke, los blancos no podrían hablar sobre los negros, los mestizos de los indígenas, los hombres de las mujeres, y a la inversa; lo que se convierte en una lógica contemporánea de la separación-exclusión y en una guerra de todos contra todos. Aquello se denomina cultura de la cancelación.
Estos desencuentros han conducido en las universidades norteamericanas a una especie de terrorismo académico, donde nadie se atreve a decir algo por ser acusado de racista o sexista. Es lo que Lacan (2012) denominaba en El Seminario 19… o peor la “fraternidad del cuerpo”, lo cual se relaciona con la cicatriz de la evaporación del padre, que conduce a nuevas segregaciones y amos. George Orwell tendría nuevos materiales para escribir otra novela.
Entonces, se ordena silenciar y se replican las plurimasas sin líderes y orientación, la queja de la víctima se masifica y el sujeto singular se disuelve. Se llega al extremo, como señalaba Jacques-Alain Miller, al Uno del goce sin la función paterna, lo que es propio de los fundamentalismos identitarios que terminan decapitando al otro indeseable e “infiel”.
Esto significa una condescendencia al neoliberalismo, que habla de la propiedad absoluta del cuerpo individual a competir con otros para que gane el más capacitado, y como resultado quedan unos despojos humanos que se desconoce qué hacer con ellos. Hitler propuso e intentó la “solución final”. Hay que aclarar que los cuerpos están marcados por el lenguaje que viene de los otros. El goce del propio cuerpo, en ese sentido, es también colectivo.
Miller y Eric Laurent consideran que Butler, al criticar la noción de identidad, reduce la sexuación a la identificación, siendo esta postura solidaria con la afirmación lacaniana de “la mujer no existe” (no hay manera de nombrarla, no constituye un conjunto universal), es “no-toda”, y que “no hay relación sexual”; en el sentido que no hay nada escrito, no hay correspondencia ni proporción entre los sexos. Esta perspectiva descarta las categorías universales y conduce a la lógica del uno por uno, propio del psicoanálisis.
Definiciones como hombre y mujer son solo significantes. Freud, y sobre todo Lacan, reducen la diferencia sexual al goce fálico y al Otro goce (femenino). La elección es libidinal, no significante. Ninguno de los dos es calculable o medible. Un sujeto puede gozar de las dos maneras.
El goce fálico implica una satisfacción por la lógica significante, lo universal, lo particular, la excepción, lo finito. Ordena de alguna manera; pero el Otro goce es innombrable, es un conjunto abierto, sin límites, sin excepción, indefinido, sin ley, que no deja de no escribirse como el inconsciente real. Es un binarismo de goce; sin embargo, no se relacionan. ¿Cómo se puede vincular lo nombrable con lo innombrable? Por eso, a los seres hablantes que eligen la posición de goce femenino se los cuenta uno por uno. Es en base a este agujero de la “no relación” que puede inventarse la perspectiva de género, y se crean suplencias como el amor, la conversación, el arte y sobre todo el síntoma.
¿Cómo se puede salir del binarismo? Si se formula binarismo y no binarismo, allí tenemos dos conceptos (binarios). Salir del binarismo mediante la multiplicación de los panes siempre se partirá de un uno y un dos. Lacan plantea el algoritmo del objeto a como plus de goce y objeto vacío causa de deseo, a modo del tercer elemento no contable ni nombrable, que no entra en una serie significante; con lo cual supera el dualismo cartesiano tan criticado hoy.
Para explicarlo mejor, transcribo un párrafo de Miquel Bassols (citado en Lacan21, 2016):
¿Cuál es la historia de ‘La página en blanco’? Se trata de un convento de monjas en Portugal que tiene un privilegio: el de cultivar el mejor lino, con el cual se fabrica la tela más fina del país, y con ella, las sábanas nupciales para las princesas de la Casa Real. Hay una costumbre venerable en el cortejo de las familias reales: al día siguiente de la noche de bodas de una joven de la casa real, se muestra en el balcón del palacio la sábana de la noche de bodas con la mancha roja que significa: ‘virginem eam tenemus’, ‘declaro que era virgen’. Los gitanos en España comparten esta tradición necesaria para la transmisión del patrimonio. Esa sábana no se lava ni se utiliza nunca más. El convento tiene un segundo privilegio: el de recibir a cambio el fragmento central de la sábana nupcial con el testimonio y el signo –la letra misma– de esa virginidad. En la galería principal del convento se exponen todos los cuadros con los fragmentos de la sábana nupcial, cada uno con el nombre de la princesa en el marco del cuadro. Es la cadena significante que representa todas las historias. Pero en el medio de la extensa galería hay una tela que no es como las otras. Es una tela sin ningún nombre en el marco, y el fragmento de sábana es blanco como la nieve. Es la página en blanco de Karen Blixen, la página más importante de toda esta galería. Comenta la autora:
¡Mirad esta página, y reconoced la sabiduría de todas las mujeres que narran historias! […] Es frente a la página en blanco donde las monjas jóvenes y viejas permanecen de pie más tiempo […] sumidas en las más profundas reflexiones. (párr. 42)
Trans-ferencia e interpretación
Miller también señala que la deconstrucción de los semblantes supone una hipótesis de lo real, lo que conduce al cuerpo y al goce, así como al nombre propio de goce de cada uno. Lo real, como esa dimensión de la subjetividad humana de lo imposible de decir, sin ley ni orden, que sorprende, que no puede atraparse con la palabra o el significante, solo cernirlo. Eso que siempre faltó decir.
Este real quiere ser forcluído, excluido, eliminado y “cancelado” por el discurso capitalista y algunos discursos woke. Eric Laurent (2016) señala textualmente que el trans es descrito en nuestros días como un héroe de los nuevos tiempos por haber derrocado el antiguo patriarcado y sus odiosos estereotipos, con el fin de abrir a la humanidad el camino radiante de la autonomía de género. El no-trans, en cambio, aparece como un trans vergonzoso, inhibido o neurótico, negando por cobardía, estupidez y transfobia, el devenir-trans que sería la vocación de todo ser humano.
Lo importante no es la posición sexuada de cada ser hablante, sino la que tiene un sujeto ante lo imposible —lo real— de la “no relación sexual” y el rechazo estructural a la feminidad indescifrable, que produce malestares e impases entre los hablantes y en cada uno.
Lacan (2008), en su libro El Seminario, Libro 20, Aún anota que un error común es no detectar que el significante es el goce y que el falo es su significado. El transexual suplanta el goce —que lo desconoce— por el órgano, con el fin de evadir dicho error; optando imperativamente por el cambio de órgano, nominado según las categorías fálicas establecidas. El trans hace un esfuerzo por eliminar los significantes amo de la época y los de cada uno, cuando en realidad se trata de un esfuerzo por leerlos, interpretarlos, no suprimirlos (lo cual es imposible). El caso del travesti es diferente: no elimina ni modifica el órgano, lo esconde.
Y Jorge Assef (citado en Lacan21, 2022) aclara: “Lacan va más allá de las identificaciones, de la rivalidad especular, de la tensión imaginaria, de la lógica de masas, porque se refiere al goce como aquello que está en el meollo de la cuestión de la segregación, se rechaza el goce del otro claramente, pero no sólo eso, puesto que es el goce propio aquel que se desconoce (párr. 12)”.
El psicoanalista ciudadano no se queda atrás en estos debates cruciales del malestar o los impases en la civilización actual. En el 2022 se discutieron en los parlamentos de Francia y España la Ley trans, y los psicoanalistas de la Asociación Mundial del Psicoanálisis (AMP) presentaron alegaciones y propuestas sobre los referidos proyectos de ley. Se reconoce, en primer lugar, el aporte a los derechos humanos y la democracia contra la discriminación, pero se cuestiona el uso de hormonas y cirugías para cambiar el cuerpo sexuado de menores de edad y jóvenes adultos, bastando solo una “autodeclaración” y que la oposición de los padres y de cualquiera sería penado por ley.
El antecedente de la posición woke de la ley se encuentra en intelectuales franceses como Althusser, Barthes, Derrida, Rancière, Sartre, de Beauvoir, Lyotard, Deleuze y Guattari, quienes en 1977 publicaron una declaración sobre la sexualidad y el niño. Lacan no la firmó, solo la psicoanalista Françoise Dolto —ella se alejó de Lacan—. Estos consensuaron que hay que escuchar al niño y nada más. Luego, Butler y los movimientos LGTBIQ+ se sumaron a esa visión y argumentaron que es heteropatriarcal lo que se dice sobre el niño, propuesto por los diversos poderes; afirmaron que se debe permitir el libre consentimiento del infante y respetar sus derechos humanos y morales, de lo contrario, es un abuso y debe penalizarse.
La paradoja inicial es que los derechos del niño han sido elaborados por los adultos. Yendo más allá, como señalaba Miller, el psicoanálisis no solo escucha al niño —no toma sus palabras como verdades al pie de la letra—, sino que además interpreta y lee lo que se escapa al intento de significación, apuntando a su inconsciente. Sostener en la ideología trans que los adultos no deben descifrar los dichos de los niños, implicaría que el psicoanálisis y su transferencia desaparezcan, así como cualquier terapéutica interpretativa; al igual que las ciencias humanas conjeturales y la pedagogía, incluyendo la misma responsabilidad de los padres o cuidadores de los menores.
Además, las identificaciones sexuales en el niño no están consolidadas. Es necesario que el sujeto configure su deseo, sus síntomas, ideales y fantasmas para una decisión responsable sobre modificar su cuerpo, lo cual demora hasta más allá de la adolescencia, en el sentido lógico, no cronológico. Hay movimientos feministas que también asumen esta objeción sobre los niños “trans”, además de considerar que se disuelven los espacios de derechos de las mujeres.
Ahora bien, J. A. Miller indicó que una cosa es la crítica a la ideología trans y otra recibir un sujeto trans en análisis. Y agregó que hay que ser dócil a lo trans, así como lo fue Freud con las mujeres histéricas, que lo condujo a fundar el psicoanálisis. Esto significa la lógica del uno por uno; cada caso es diferente y singular, más allá de algún diagnóstico estructural.
De hecho, la clínica psicoanalítica muestra a muchos sujetos operados que luego se arrepienten, se angustian y sufren por eso. También hay casos, con mucho tiempo de análisis, quienes al final deciden operarse como un modo de anudar su subjetividad. Además, un análisis conducido hasta el final de un sujeto puede deshacer las identificaciones de toda su vida, lo que le permitirá estar advertido de las consecuencias de sus decisiones y responsabilizarse por ellas.
El discurso del psicoanálisis es el envés del discurso del amo; permite al sujeto tomar su distancia ante sus propios significantes amo, sean cuales fueran, y encontrar una manera inventiva de saber qué hacer con ellos, sin sufrimiento.
Referencias
Butler, J. (2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.
Lacan, J. (2008). El Seminario, Libro 20, Aún. Paidós.
Lacan, J. (2012). El Seminario 19… o peor. Paidós.
Lacan21. (16 de abril de 2016). El inconsciente, femenino, y la ciencia (vol. 1). Lacan 21. Revista Fapol Online. https://bityl.co/Hlh9
Lacan21. (24 de junio de 2022). Multiplicar los circuitos de Segregación Wokism & Cancel Culture (vol. 1). Lacan 21. Revista Fapol Online. https://bityl.co/HlkJ
Laurent, É. (2016). El reverso de la biopolítica (trad. E Berenguer). Grama.
PUBLICADO EN VENTANALES 21:
https://www.casagrande.edu.ec/publicaciones-ucg/
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