La vigésimo sexta Expedición Antártica Ecuatoriana ha roto esquemas. Es la más larga de la historia, con 100 días de duración; y es la que más mujeres ha incluido. 10 científicas están rompiendo el hielo de la desigualdad y abriendo paso a otras investigadoras en la Antártida.
Es un giro notorio, porque la presencia de los hombres ha predominado en estos viajes que se realizan desde 1987. Ahora el objetivo del Instituto Oceanográfico y Antártico de la Armada (Inocar) es ampliar la participación femenina como requisito para las próximas visitas.
La teniente Mildred Barzola es parte de ese cambio. Fue la jefa científica de un tramo de la última expedición, que emprendió su retorno el fin de semana pasado a la espera de que mejoren las condiciones climáticas en el paso de Drake, el tramo de mar que separa la Antártida de América del Sur.
Surcando la nieve, recorriendo los extensos glaciares, navegando por frías aguas, cargando pesados trajes y en condiciones climáticas hostiles, hombres y mujeres trabajan en equipo durante las tareas de campo.
Las científicas lideran proyectos relacionados con el impacto del cambio climático, el efecto de los deshielos, las deformaciones geológicas… Algunos son estudios a largo plazo, por lo que esperan dejar una huella para motivar a más mujeres. Estas son sus historias.
Fui a la Base Científica Antártica Artigas de Uruguay, como parte de un programa de intercambio de investigadores. Por primera vez una representante ecuatoriana estuvo en esta base, abriendo puertas a próximas expediciones.
Mi investigación es oceanográfica. Busca identificar las características de temperatura y salinidad de las bahías cercanas a las bases científicas, y relacionarlas con las masas de agua oceánicas de la Antártica.
Con mediciones a largo plazo se puede detectar si hay cambios en las condiciones ambientales que repercutan en la vida marina.
Pude obtener información hasta una profundidad de 50 metros. El análisis preliminar mostró la influencia del deshielo en la salinidad; las zonas marítimas cercanas a deshielos tuvieron menor salinidad.
La complejidad en el trabajo en la Antártica depende de las condiciones climáticas y la disponibilidad de personal. Sin embargo, es algo esperado y se solucionó con el firme apoyo del personal de investigación y logístico de Uruguay.
La presencia de la mujer, en mi caso, en todos los aspectos, ha sido y es natural. Estoy consciente que hay que fortalecer su presencia y visibilizar su aporte a la investigación. Pero durante mi estadía en la base uruguaya más del 50% eran mujeres.
En esta expedición también puede experimentar costumbres diferentes. En la estación uruguaya se comía cuatro veces al día, incluida una comida “ligera” a las 17:00.
Eran platos muy grandes. Las tres comidas principales incluían carne de res, embutidos o cerdo. No hubo pollo. Por eso decidí comer el desayuno y la cena, únicamente.
Me impactaron los paisajes antárticos, el día largo, con muchas horas de luz; y que no hacía tanto frío como pensé. Dentro de la estación no se sentía frío.
Estuve en la estación un mes. Durante ese tiempo el trabajo en equipo fue indispensable. También debe existir un equilibrio intelectual entre hombres y mujeres.
El proyecto empezó en el 2012 con dos de mis profesores: Santiago Burneo y Diego Tirira. Se abrió una convocatoria para estudiantes, apliqué y me eligieron. Parte del proyecto servirá para mi tesis.
Salí el 10 de enero y regresé de la Antártida el 27 de febrero. Hice una foto-documentación de lobos marinos, elefantes marinos, focas leopardo, focas de Weddell y focas cangrejeras para conocer cómo les está afectando el cambio climático y las acciones humanas. Esta información se comparará con datos anteriores.
Recorrí ocho puntos de Fort William e islas cercanas a la estación. Con las fotos pude identificar a cada individuo, porque cada uno tiene manchas distintivas; son como las huellas dactilares de los humanos. También tomaba un video para explicar cuántos individuos había, si eran machos o hembras, juveniles o adultos.
En la expedición dialogué con un biólogo que había viajado en varias ocasiones y me dijo que años atrás se veía más especies, y que los lobos marinos estaban más cerca de nuestra estación.
Es importante que las mujeres participen en las investigaciones en la Antártida. Ahora están pidiendo que se sume un porcentaje mayor de investigadoras y eso aportará a borrar pensamientos como: ‘porque es mujer no va a aguantar el frío’. O en mi caso, ‘porque es muy joven y es mujer a lo mejor no soporta las condiciones’.
Estuve en el verano y durante las dos primeras semanas no anochecía para nada. Las tres investigadoras que viajamos compartimos una habitación sin ventanas y no tuvimos problema. Pero en otros cuartos debían tapar las ventanas para dormir.
El clima no fue tan frío como otras veces. Uno de mis profesores me decía que las temperaturas eran de -15 grados, una sensación térmica de -30 y que todo estaba cubierto de nieve.
Cuando viajé no había casi nieve, estuvimos a -2 grados y creo que la sensación térmica era -4 grados. No estuvo tan frío para ser la Antártida.
La jornada de trabajo dependía de la duración de una ventana. Una ventana es cuando hay buen clima, y si ese periodo era de ocho horas pues salíamos las ocho horas.
No sentí discriminación en ningún momento. Nos apoyaban en todo y trabajamos bien.
Pero espero que cada vez se sumen más mujeres. En nuestro viaje éramos tres mujeres y 30 hombres. Y sí, teníamos que colaborar más entre nosotras como para no estar con tanta testosterona. En cambio en la segunda fase de la expedición todas las científicas eran mujeres.
En la Antártida hay un sentimiento de unidad global. No existen fronteras entre las estaciones de los diferentes países.
Con el arribo a la Estación Científica Pedro Vicente Maldonado cumplí el primer objetivo de un estudio multitemporal y análisis cuantitativo y cualitativo de cambios geomorfológicos por factores climáticos y exógenos en la Punta Fort William.
Obtuve datos de muestras de rocas de las formaciones geológicas, la geomorfología y fotogrametría con drones. Los resultados preliminares estarán en seis meses. El trabajo de campo fue emocionante, extenuante y enriquecedor.
Las condiciones climáticas son extremas en los polos y las anomalías geomagnéticas interfieren con las herramientas tecnológicas. Sin embargo, se pudo resolver gracias al apoyo del personal marino en la estación y al financiamiento para la logística del Inocar.
Son muchas las instituciones que están promoviendo y aplicando la igualdad de derechos y participación de la mujer en la ciencia. Dentro de su convocatoria, el Inocar enfatizó la presencia multidisciplinaria y con equidad de género, generando así un gran aporte en el empoderamiento de la mujer científica en el país.
Pero aún existen instituciones que no están en sintonía con la igualdad de derechos. En mi caso particular, el día que viajé a la Antártida la institución de educación superior a la que representaba, me notificó que no tenía derecho a licencia por ser docente contratada. Esto pese a que ya había sido notificado.
Tuve que renunciar para no manchar mi hoja de vida. Estas situaciones desmotivan a los que hacemos ciencia y espero que esto cambie.
El compañerismo entre investigadores fue una de las mejores experiencias. Y la hora de la comida era la hora feliz; los chefs de la Marina alegraban mucho la tarde con su buen ánimo y buena sazón.
Me impactaron los majestuosos paisajes; no había día que saliera a explorar y no quedara impresionada; cada día era un espectáculo. Además, experimenté climas cambiantes, como días soleados a tormentas de nieve con vientos de 40 kilómetros por hora.
Lo más difícil fue adaptarme a un régimen militar, como levantarme con diana marinera y las formaciones en las mañanas. Para los científicos, que nos gusta amanecernos, no era nada fácil.
El trabajo en equipo genera una gran fortaleza y de algún modo te sientes segura de hacer tu trabajo. Y claro, que hayamos estado en equilibrio de hombres y mujeres en el grupo, fue muy bueno porque cada uno aportaba sus capacidades y fortalezas.
Con información de El Comercio
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