De acuerdo a la historia de la civilización, el desplazamiento de las poblaciones sociales es un fenómeno que ocurre desde épocas pasadas, generalmente, por necesidades que provocan migrar a grupos humanos hacia otros lugares, alejándolos de sus residencias habituales.
Varios países en el mundo, al igual que los de Latinoamérica, se ven amenazados por la migración de sus poblaciones hacia las zonas urbanas, por diversas causas. Muchos son impulsados a abandonar sus territorios originarios, por la ilusión de encontrar una mejor situación y estilo de vida, que en muchos de los casos se alejan de la realidad.
En Ecuador, la migración de zonas rurales a las urbanas no es de hoy, sino que data de una amplia historia que se agudiza en la década de 1970 y está relacionada con el desarrollo y el crecimiento de las grandes ciudades en el país, lo que ha provocado un abandono paulatino del campo y sus actividades. Carrasco (2019) señala que el 40,5% de los ecuatorianos residen en un lugar distinto al de su nacimiento.
Aunque la migración no tiene una especificación consolidada de edad, etnia, ni género, diversos estudios revelan que el género es el factor con mayores repercusiones sobre las experiencias migratorias que pone de manifiesto brechas y desigualdades.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), indica que son múltiples los motivos que empujan o animan a los jóvenes a dejar sus lugares originarios y migrar a las ciudades aduciendo situaciones de gran vulnerabilidad, como lo son la inseguridad alimentaria, la poca o inexistente posibilidad de oportunidades, la falta de acceso a la educación y servicios; así como, la necesidad de contar con capacitación específica aplicada a la agricultura, sumado a los altos grados de pobreza rural que genera limitados ingresos y desigualdad. A ello se suma, la degradación permanente del ambiente y la falta de políticas públicas que revaloricen las actividades agro productivas.
Varios jóvenes migrantes justifican que han dejado sus comunidades buscando una mejor calidad y status económico. En el caso de los estudiantes provenientes de zonas rurales, se constata que migran para estudiar en las zonas urbanas, pero también se evidencia que una vez egresados, dan preferencia a los trabajos en la ciudad, dejando su sitio natal de lado, o establecen relaciones familiares que los obliga a permanecer en la ciudad descartando la posibilidad de volver a sus lugares de origen, para desenvolverse como profesionales y aportar al desarrollo local.
El fenómeno migratorio presenta consecuencias tanto en el lugar de origen como en el de destino, repercutiendo notablemente en aspectos económicos, sociales, familiares y afectivos. Hidrovo (2017), como investigador del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (RIMISP), destaca que, en el año 2001, el 39% de la población ecuatoriana habitaba en el campo. Para el 2015 ese porcentaje disminuyó hasta el 35% de habitantes y, de acuerdo a las tendencias de crecimiento en áreas rurales desde el 2000, se observa una baja tasa de crecimiento de la población, en la categoría de 14 a 24 años (Estévez, 2017). Este desplazamiento desde las zonas rurales hacia las zonas urbanas indica un proceso de envejecimiento notable.
Considerando la relevancia económica que tiene para el Ecuador el sector agropecuario, es lamentable el abandono del campo a la ciudad, dejando en desventaja a las zonas rurales, porque la mayoría de jóvenes que salen de sus tierras originarias nunca retornan con consecuencias no solo en las actividades agro-productivas y la desintegración familiar; sino también, en cambios o aculturación de sus tradiciones y costumbres.
Sin embargo, es entendible que los jóvenes busquen nuevas y mejores maneras para vivir y subsistir, ojalá estos procesos migratorios fuesen temporales y no implique la desvinculación del migrante con su medio rural de origen. Por ello, es justo y necesario contar con propuestas para reformar la educación rural, e incentivos que apunten al crecimiento territorial con un desarrollo similar a los de una zona urbana; además de plantear estrategias, que apoyen a emprendimientos de jóvenes de la ruralidad.
Como país es prioritario generar espacios articulados de coordinación, que permitan la construcción institucional con los jóvenes como actores estratégicos, con participación en todos los espacios de gestión de las políticas públicas, orientadas a beneficios agrícolas y cadenas o sistemas agro-productivos; asimismo, se debe impulsar el turismo, la gastronomía, las artesanías, el comercio, etc. Y mejorar la educación técnica rural, con demandas de desarrollo para cumplir con propuestas creativas, que permitan impulsar el desarrollo de estas comunidades.
Referencias
Carrasco Ruano, Y. (2019). La migración interna de los campesinos hacia las zonas urbanas en el Ecuador. ConcienciaDigital, 2(3), 65-79. https://doi.org/10.33262/concienciadigital.v2i3.932
Estévez, A. (2017). “Jóvenes Rurales en Ecuador. Grupos de Diálogo Rural, una estrategia de incidencia”. Serie documento de trabajo N° 224. Grupo de Trabajo Inclusión Social y Desarrollo. Programa Jóvenes Rurales y territorio: Una estrategia de diálogo de políticas”. Rimisp, Santiago Chile.
RIMISP. (2017). Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. Ecuador: migración de jóvenes impacta en el crecimiento de la población rural.
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