Cuando en marzo del 2020 el mundo se paralizó a causa del COVID-19, no podíamos imaginar que el confinamiento fuera a durar tanto, ni que las empresas tuvieran que activar medidas de emergencia para retomar la actividad. Fue así como el teletrabajo se popularizó, presentándose ante nuestros ojos como una nueva forma de trabajar, más sostenible, más conciliadora y más productiva.
Como todos los comienzos parecía un escenario idílico, solo necesitamos de algunos meses para empezar a darnos cuenta que trabajar desde casa no es para todos, que la conciliación necesita otras medidas que la acompañen, y que tampoco es una solución tan verde como pensábamos.
En marzo del 2021, Greenpeace llevó a cabo el estudio: Un año de teletrabajo. Su impacto en la movilidad y en las emisiones de CO₂, con el cual pretendían averiguar cuánto dióxido de carbono puede ahorrar el teletrabajo al evitar los desplazamientos laborales, en concreto si se trabaja desde casa más días a la semana en el entorno de Madrid y Barcelona.
Observaron que durante el confinamiento más estricto, las emisiones de CO₂ en España disminuyeron en un 32 %, sobre todo por la bajada del transporte, lo que llevó a cuestionar los hábitos y rutinas de movilidad en relación con el trabajo, y si esto podía suponer una reducción en la emisión de gases efecto invernadero, así como en otros aspectos tales como el ruido.
Sin embargo, desde la ONG apuntan a que el impacto climático de la COVID-19 no será permanente si los cambios de comportamiento no son duraderos, o si no se adoptan medidas estructurales en los sectores de altas emisiones, como por ejemplo el transporte de personas.
TAMBIÉN HAY UNA BRECHA EN LA SOSTENIBILIDAD
Resulta llamativo que entre las conclusiones que destaca Greenpeace en su informe, sea la existencia de una brecha social, de género y generacional. Las mujeres utilizan más el transporte público para ir y volver del trabajo, patrones que más que con una conciencia medioambiental, tienen que ver con roles en los cuales las responsabilidades del cuidado son asumidas por ellas, mientras que los hombres usan el coche un 12-14% más que las mujeres.
Por su parte, la generación de 33-55 años es la que más se suben al coche para sus desplazamientos, siendo la población con menos recursos económicos la que tiene una huella ecológica menor debido al uso del transporte público para ir al trabajo.
Según los datos arrojados por este informe, si todas las empresas establecieran uno o dos días de teletrabajo a la semana, en Barcelona se emitirían 612 toneladas menos de CO₂ diarias y en Madrid 406. Sin duda un dato a valorar dentro de los futuros planes de desarollo sostenible de las ciudades.
CUESTIÓN DE ENFOQUE
Otro estudio que también observa la parte negativa del teletrabajo en relación al impacto medioambiental es el de MoreThanNow, que pone el acento en los hábitos de los trabajadores en sus propias casas, el transporte que utilicen, así como la infraestructura que tengan las oficinas.
Debemos tener en cuenta que, por lo general, las grandes oficinas suelen estar ubicadas en edificios inteligentes, donde el uso de energía se optimiza al máximo. Si cada uno de los trabajadores utiliza la luz, el aire acondicionado o la calefacción en sus hogares, es lógico pensar que el impacto energético será mayor.
¿Es el teletrabajo realmente una opción verde? es la pregunta que se hace la investigadora Martina Bisello en el estudio de Eurofound y la respuesta es “sí, potencialmente”. Ademá añade, “evaluar los beneficios ambientales del teletrabajo es una tarea compleja, ya que cualquier traslado al trabajo desde casa implica una serie de cambios en la vida y actividades diarias de las personas, así como decisiones a nivel de empresa, que pueden influir positiva o negativamente en el nivel de gases de efecto invernadero. Esto significa que el impacto climático general del teletrabajo está determinado por la interacción de una variedad de factores. Estos son cruciales para considerar para una evaluación sólida de si este tipo de acuerdo de trabajo flexible puede ser una opción ecológica”.
Algunos de los factores que más pueden influir en el balance final:
La frecuencia del teletrabajo (uno o dos días a la semana, o más habitualmente).
La distancia recorrida y la duración del viaje (muy corta, mediana o larga).
La intensidad de emisión del medio de transporte utilizado (por ejemplo, coche diésel o gasolina, vehículo eléctrico o transporte público).
La ocupación del coche durante los desplazamientos (si solo va el conductor o si es un coche compartido).
Según Eva Rimbau, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y experta en recursos humanos y teletrabajo, la parte negativa del teletrabajo “es el aumento del uso de energía en los hogares, dado que los teletrabajadores tienen más necesidad de calefacción, refrigeración, iluminación, internet, cocina, material de oficina, etc.”. “Además, la posibilidad de aprovechar el teletrabajo y evitar los viajes algunos días a la semana, podría hacer que los trabajadores estuvieran más dispuestos a aceptar una mayor distancia los días que van a la oficina. Esto podría llegar a compensar el ahorro de emisiones que habrían conseguido los días de teletrabajo”.
Finalmente, no debemos olvidar que el teletrabajo también ha traído un aumento en el uso de equipos TIC y en el tráfico de datos, generando aún más “contaminación digital” relacionada a esta necesidad de este tipo de infraestructura. De hecho, los datos de la multinacional de tecnología Cisco (2020), indican que el streaming mundial podría suponer un gasto eléctrico anual de 200.000 millones de kilovatioshora.
LA SOLUCIÓN PODRÍA SER HÍBRIDA
A las conclusiones de Greenpeace que auguran una bajada de gases contaminantes instaurando el teletrabajo un par de veces por semana, se le suman las del estudio que la Generalitat de Catalunya en colaboración con Microsoft, llevaron a cabo. En él determinaron que lo ideal es un sistema de trabajo híbrido, ya que de este modo se llegaría a reducir hasta un 24% las emisiones de carbono procedentes de la movilidad y el ahorro energético.
Pese a que suena fácil, lo cierto es que hacen falta medidas coordinadas entre los gobiernos y la industria. Por un lado, se necesitan redes de transporte que cubran esta nueva forma de trabajar, mientras que cada empresa deberá contextualizar las medidas generales a su modelo de negocio. Esto sin dejar de lado la conciliación, la brecha salarial o la salud mental de los trabajadores. Todo un reto que debe poner el foco en humanizar los modelos de trabajo al tiempo que avanza hacia la digitalización.
Texto original publicado en la Revista VOGUE
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