Ayman Al-Zawahiri, el ‘cerebro’ detrás de Osama bin Laden, ha muerto. Así lo ha confirmado esta madrugada el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que dice que lo ha matado en un ataque en Afganistán y que “se ha hecho justicia”. Al-Zawahiri, nacido en Egipto y médico cirujano de profesión, fue el verdadero creador de Al Qaeda, y asumió por derecho propio la dirección del grupo terrorista después de que Estados Unidos asesinara a Osama bin Laden en una controvertida operación en Abbotabad, en Pakistán.
En su comparecencia desde la Casa Blanca, Biden indicó: “El sábado, bajo mis órdenes, Estados Unidos llevó a cabo un ataque aéreo sobre Kabul, en Afganistán, que mató al emir de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri”. El terrorista estaba en paradero desconocido desde hace más de 10 años. El ‘número dos’ de Al Qaeda, Abdulá Ahmed Abdulá, murió en agosto de 2020 en las calles de Teherán a manos de agentes israelíes.
Su muerte supone ‘de facto’ la liquidación definitiva de esa organización terrorista, aunque no de otras que usan el mismo nombre aunque no tiene relación orgánica con ella, como Al Qaeda en la Península Arábiga y Al Qaeda en el Magreb Islámico, además de otros grupos aún más extremistas, como Al Shabab, en el Este de África y el Estado Islámico (IS). Al-Zawahiri no solo era el líder del grupo y el hombre que había sentado las bases ideológicas de su reinado del terror. También era uno de los últimos supervivientes del grupo fundador de esa multinacional del terror, y la última figura de cierta relevancia pública que le quedaba a una banda de fanáticos y asesinos que disfrazaron su salvajismo bajo la bandera de la religión.
Las circunstancias de la muerte de Al-Zawahiri, que acababa de cumplir 71 años, no han sido todavía aclaradas. El fin de semana, la CIA llevó a cabo un ataque con un dron (avión sin piloto) en Kabul, que según los talibán, que controlan la capital afgana, fue llevado a cabo contra “una vivienda y sus residentes”. En EEUU se especula con que ese ataque podría haber causado la muerte de Al-Zawahiri. el propio Biden ha dicho que Al-Zawahiri estaba en Kabul y que eso es una “violación” del acuerdo con los talibanes. En los últimos meses, el líder de Al Qaeda había aumentado la producción de vídeos, lo que podría haber facilitado su localización por EEUU. Otra razón que acaso haya influido en su muerte es el hecho de que se había trasladado de Pakistán a Afganistán, donde los terroristas están más expuestos a los ataques estadounidenses.
El Gobierno talibán ha condenado el ataque, aunque no se refirieron en ningún momento al destacado yihadista, y advierte de que es “una clara violación del derecho internacional y del acuerdo de Doha”.
Estos ataques “repiten la experiencia fallida de los últimos 20 años y van en contra de los intereses de Estados Unidos, Afganistán y la región. Repetir esas acciones dañará las posibles oportunidades” de estabilizar la región, subraya en un comunicado.
“PASAR PÁGINA” DEL 11-S
Biden añadió que el mundo ya no debe temer a este “asesino despiadado” y se dirigió a “todos aquellos alrededor del mundo que quieren dañar a EEUU” y les aseguró que su país permanecerá siempre alerta y preparado para actuar cuando se trate de defender la seguridad de los ciudadanos estadounidenses. Además, dijo que la muerte del terrorista “permitirá a las víctimas del 11-S pasar página”.
El hecho de que Al-Zawahiri haya sido muerto en Afganistán, en lugar de en Pakistán, como la mayoría de los otros líderes de Al Qaeda muertos por EEUU desde el derrocamiento del régimen talibán, parece confirmar que, tras la retirada de las fuerzas estadounidenses ordenada por Joe Biden hace un año, ese país ha vuelto a convertirse en un nido de terroristas. El éxito del ataque, sin embargo, podría tal vez ser utilizado por el Gobierno estadounidense como una vindicación de la doctrina de Biden de mantener a EEUU al margen de Afganistán y de ‘atacar desde más allá del horizonte’ (o sea, con drones) a los terroristas a los que los talibán dan cobijo. En todo caso, el hecho de que Al-Zawahiri estuviera en una residencia — en el caso de que las suposiciones sean ciertas — indica que, una vez más, los talibán y sus aliados pakistaníes estaban ayudando a Al Qaeda. Parece improbable que un líder del Estado Islámico, que mantiene una feroz guerra contra los talibán, estuviera en una casa en Kabul.
Al-Zawahiri no era muy conocido. Aparte de sus gafas y del callo en la frente producido al darse morrazos contra el suelo al rezar -la llamada ‘sabiba’-, su rostro significa poco para la opinión pública mundial. Eso no quiere decir que fuera inofensivo. Al contrario. Era ideológicamente mucho más duro que Bin Laden. También era mucho más despiadado, incluso para los parámetros yihadistas. Cuando estuvo refugiado en Sudán con Bin Laden en la década de los 90 hizo ejecutar enfrente de su padre a un niño de 15 años acusado de espiar para el Gobierno egipcio. Su ideología, sin embargo, no compensaba su aparente falta de carisma, lo que le dejaba en cierta desventaja frente a otros líderes de la multinacional del terror que él fundó. Su falta de acceso a donaciones en Arabia Saudí y los países del Golfo fue otro factor que contribuyó a que cediera el liderazgo a Bin Laden. No obstante, él nunca pareció preocupado por ello.
La inflexibilidad de Al-Zawahiri, mucho mayor que la de Bin Laden, provocó el aislamiento de Al Qaeda cuando el grupo entró en barrena tras el 11-S. Si Osama estaba dispuesto a ceder autonomía a otras organizaciones siempre que éstas mantuvieran la marca ‘Al Qaeda’, Al-Zawahiri trató de mantener el control ideológico y organizativo sobre ellas. En su última década y media de existencia, Al-Qaeda ha existido solo sobre el papel -o, más bien, sobre la pantalla, dada la proliferación de webs islamistas- pero no en el campo de batalla.
El perfil psicológico de Al-Zawahiri presenta muchos rasgos en común con los de otros líderes de Al Qaeda, incluyendo a los terroristas más destacados del 11-S: venía de una familia de clase alta (los integristas pobres van al Estado Islámico), tenía una sólida formación profesional, viajó por todo el mundo, incluyendo EEUU, y, de niño, tenía fuertes vínculos con su madre. Nació en el barrio de Giza, en El Cairo, empezó a interesarse por la ideología fundamentalista en la adolescencia, cuando entró en los Hermanos Musulmanes egipcios.
Uno de los momentos decisivos en su vida se produjo en 1981, cuando fue uno de los centenares de detenidos en Egipto tras el asesinato del presidente de ese país, Anuar el Sadat, por integristas musulmanes. Al Zawahiri fue torturado en la cárcel, lo que le llevó a desvelara el paradero del líder terrorista Essam al-Qamari. Tras detener a Al-Qamari, las autoridades egipcias no solo le condenaron a muerte, sino que le pusieron en la misma celda que a Al-Zawahiri, que le había traicionado. Su experiencia en la cárcel inspiró a Al-Zawahiri una de las pocas frases célebres que se le conocen: “La muerte es más misericordiosa que la tortura”.
Los vídeos de la época muestran a Al-Zawahiri encerrado en una jaula junto con otros procesados en los juicios a los integristas acusados de haber participado en el asesinato de Sadat, celebrados en la Feria de Muestras de El Cairo. En una de las tomas, el futuro fundador de Al Qaeda grita los nombres de varios presos que, sostiene, murieron a consecuencia de las torturas y, mirando a la cámara, pregunta: “¿Donde está la libertad? ¿Dónde están los derechos humanos? ¿Dónde está la justicia?”. Y concluye con una frase que cumplió hasta el final de sus días: “!Nunca olvidaremos!”.
Al-Zawahiri, sin embargo, fue puesto en libertad, y viajó a Peshawar, en Pakistán, para prestar servicios médicos a los cinco millones de refugiados causados por la invasión soviética de Afganistán. En 1986, conoció a Bin Laden en Arabia Saudí, aunque los dos no formalizarían su alianza hasta 1994 en Sudán. Entretanto, en Pakistán Al-Zawahiri fue introduciéndose más y más en la lucha armada, hasta el punto de dirigir el asesinato de Abdlá Azzam, otro médico egipcio y uno de los líderes más carismáticos de le resistencia antisoviética afgana. Azzam era un aliado de Ahma Shah Masud, el principal guerrillero anticomunista y, después, el líder de la resistencia antitalibán afgana. Masud fue asesinado por Al Qaeda 48 horas antes del 11-S.
Texto publicado en El Mundo
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