En tan solo un año (diciembre de 2019-2020), 20 cóndores andinos fueron envenenados en cuatro eventos en Cotopaxi. Trágicamente, esta es la mejor evidencia de lo que vienen hablando los científicos en los últimos años: esta ave, rey de los Andes, símbolo patrio y que cada 7 de julio tiene su fecha conmemorativa, pudiera dejar de sobrevolar el país en este mismo siglo.
El último censo nacional del cóndor andino en el Ecuador, realizado en 2018, estima que hay unos 150 en el país. Lo que pasó en Cotopaxi implica que en solo 12 meses fue envenenado el 13% de la población de estas aves. Esto implica que en poco más de 60 años pudiera desaparecer la especie de su hábitat natural.
Para Fabricio Narváez, coordinador en la Fundación Cóndor Andino Ecuador, esta cifra es alarmante, porque la especie cumple un papel importante en el cuidado de los páramos del país. Al ser un ave carroñera, recuperan la carne de los animales que mueren en la alta montaña. Esto, a su vez, tiene un beneficio ambiental, ya que eliminan potenciales fuentes de contaminación hídrica.
Una política ambiental que requiere de inversiones
En octubre de 2018, el Grupo Nacional de Trabajo de Cóndor Andino (Gntca), una iniciativa del Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate) e integrado por organizaciones privadas y entes estatales, presentó el Plan de Acción para la Conservación del Cóndor Andino en Ecuador. Se trata de una estrategia de 10 años para velar por la especie en el país y mejorar los conocimientos científico-ambientales sobre la misma.
El Plan, de 43 páginas, identifica las cinco principales amenazas para la especie: pérdida de hábitat, cacería ilegal, envenenamiento, perros ferales y domesticados asilvestrados, falta de alimento.
También precisa líneas de acción para su protección: la investigación, monitoreo, manejo in situ y ex situ, educación ambiental, etc. Pero en ninguna parte del documento se habla de una inversión estatal clara en el proyecto.
La falta de un presupuesto destinado para el manejo de la especie es uno de los problemas a diversas escalas. Por ejemplo, Martín Bustamante, secretario del (Gntca), trabaja con cóndores ex situ, es decir, con animales que han salido de su hábitat producto de la cacería o lesiones y que se encuentran en zoológicos y centros de rescate animal. En estos sitios, el cuidado de cada ave puede bordear los USD 7 000 anuales. Hay 19 cóndores en cautiverio. Los desafíos económicos son para los programas in situ. La recuperación de un ave herida por perdigones, sus operaciones y rehabilitación, la reintroducción del animal en su hábitat, el seguimiento por rastreadores satelitales puede pasar de USD 8 000.
Sin un plan de sostenimiento financiero, la protección del cóndor andino está amenazada.
Gabriela Arévalo, presidenta de la Red de Educación Ambiental, tiene claro el asunto: la educación ambiental debe ser para los estudiantes en etapa escolar y para los adultos que conviven con el ave.
Según Narváez, solo entre 10 y 25% de las áreas prioritarias para la conservación del cóndor andino está dentro del Sistema Nacional y de Áreas Protegidas (SNAP). Es decir, gran parte de la vida de estas aves se desarrolla en zonas con presencia de humanos y, sobre todo, de ganado.
Los ganaderos utilizan carroña envenenada como método para eliminar perros en zonas de pastoreo. Los animales carroñeros del páramo ingieren esa misma comida altamente tóxica.
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