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La sorpresa y la grandeza

Juan de Althaus Guarderas
Universidad Casa Grande
lunes, junio 6, 2022
Son los buenos hábitos de trabajo los que desarrollan, no una organización, sino una institución que perdura décadas y hasta siglos; los que desarrollan una magnífica universidad como la Casa Grande
Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Discurso del Dr. Ernesto Noboa Vallarino. Rector entrante de la Universidad Casa Grande*

Señora Marcia Gilbert de Babra, presidenta del Consejo de Regentes; miembros del Consejo de Regentes, señora vicerrectora, promotores de la UCG, integrantes de la comunidad casagrandina, autoridades civiles de la ciudad y de la provincia, cónsules de países amigos, representantes de la prensa nacional, representantes de las cámaras de la producción, representantes de fundaciones de educación y beneficencia, representantes de colegios, damas y caballeros:

Buenos tardes a todos. Nada como este fragmento del poema Aprovecha el día, de Walt Whitman, para resumir lo que diré a continuación.

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco más feliz,
sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte, lo que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario
().

Me dirijo a ustedes desde la gratitud y honrado de haber sido elegido rector de tan prestigiosa institución, nuestra Universidad Casa Grande.

Vivimos una época de cambios exponenciales en los que la palabra “excelencia” equivale a “mediocridad”. En un artículo científico sobre educación universitaria, el autor sostiene que “excelencia es un constructo multidimensional” que incluye proceso, producto y meta. Como proceso, la excelencia se refiere a métodos de enseñanza, a la evaluación y retroalimentación (¿solo métodos?) Como producto, la excelencia se define a través de indicadores de rendimiento, de satisfacción de los grupos de interés o de responsabilidad social (¿solo indicadores?) Pero en todos los casos, la excelencia es la meta a partir de la que las instituciones universitarias realizan sus planes de futuro y su propia definición de enseñanza (¿solo meta?).

Suena razonable, ¿no? Pero el sistema educativo en el mundo tiene más de cien años de juventud. ¿Dónde nos ha llevado? No necesariamente a nuestro mundo ideal. Estoy generalizando desde luego. Hay universidades sobresalientes, sin perjuicio de su tamaño comparativo dentro del sistema global, como la que tendré el honor de liderar junto a un equipo de personas de altísima calidad humana y profesional.

¿Qué tal si nos hemos equivocado y lo que valoramos en nuestras sociedades y consideramos éxito o excelencia está atado al monto de una cuenta bancaria, al título de un cargo empresarial, a la palabra influencer y otras semejantes? En el fondo, ¿no es esa la meta o la manifestación de lo que, por décadas, hemos entendido por excelencia?

Deseo que esta cruel pandemia, que aún nos traspasa, nos lleve a replantearnos el modelo de convivencia entre seres humanos y con el planeta.

Mientras tanto, esta es mi razón por la que excelencia equivale a mediocridad. En su lugar, y aunque en nuestro querido idioma esos términos sean sinónimos, prefiero la palabra “grandeza”. Grandeza referida exclusivamente a, textualmente del diccionario, “generosidad, bondad y excelencia moral”. Grandeza, que se refiere no a métodos, indicadores ni metas; sino a personas. Porque la grandeza está en nuestro ser. Y somos un conjunto de personas quienes la institucionalizamos, quienes la convertimos en una “casa grande”, en el lugar donde nos desenvolvemos.

Podemos definirla de muchas formas. Grandeza es desarrollar a plenitud todos los dones que nos fueron dados. Grandeza es hacer aquello que estoy hecho para hacer. Grandeza es el espacio-tiempo que existe entre quien soy hoy y la mejor versión de mí. ¿Qué tal si grandeza significa dejar a las siguientes generaciones un mejor planeta del que encontramos? Más específico aún, ¿dejarles un mejor sistema educativo del que encontramos?

Con seguridad, nos estamos preguntando, “¿cómo rayos aterrizo esto de grandeza?”. De muchas formas, pero solo mencionaré tres que representan para mí un faro luminoso, un norte.

Primero, tolerar. Para esto voy a mencionar y adaptar a mi concepto el modelo del filósofo, lingüista y poeta, Jean Gebser, quien trata sobre la visión del mundo en diferentes civilizaciones. Digo adaptar, porque él coloca, innecesariamente, unas perspectivas encima de otras. Por ejemplo, él denomina “etapa mágica” a aquella persona —posiblemente en algunos países africanos— que se coloca en su cuello una piedra, porque cree que con ella su cacería será más fructífera.

“Etapa mística”: cuando una persona, por ejemplo, en cualquier país latinoamericano, cree en la resurrección de los muertos; o una persona hinduista que cree en la reencarnación. “Etapa racional”: en la que alguien, posiblemente en Wall Street o Silicon Valley, cree únicamente en ciencia y tecnología y, por ende, que quien va a ceremonias religiosas es un mentecato, una disparatada. Añado que las personas en etapa racional también descartan todas las experiencias espirituales. “Etapa pluralística”: en la que alguien, posiblemente en países desarrollados, solo compra productos ecológicos, protesta contra políticos del corte de Trump y canta canciones hippies. Estos creen que los racionales son mentecatos y disparatados que destruyen el planeta.

Nosotros podemos tener un poco o mucho de uno o varios “estados”. Sin embargo, el estado al que debemos aspirar como principal es el “estado integral”. En este estado nunca etiquetaremos a personas como mentecatas ni disparatadas. Reconoceremos que cada estado tiene su fortaleza y su debilidad. Es decir, así como algunos se preocupan más por establecer principios y valores, otros por fortalecer la economía, y otros por proteger al planeta, y así por el estilo. En este estado, todas las perspectivas coexisten. Coexistimos respetando nuestras creencias. ¿No deberíamos sembrar en nuestras y nuestros estudiantes un estado de consciencia integral? Solo así lograremos cambiar la preocupante tendencia polarizadora que nos acosa y nos distancia. Un pequeño detalle: el cambio empieza en el interior de cada persona, en mí, en ustedes.

Segundo, sobreentregar. Es recomendable convertir esta palabra en una forma de vida. Es lo mejor que podemos hacer; sobreentregar, sobreentregarnos, o como diría mi padre, “dar liebre por gato”. No se trata de tener estudiantes, ni docentes, ni grupos de interés o stakeholders satisfechos, tampoco fieles; sino “súper fans” de lo que hacemos. Si una estudiante paga “x” dólares durante su carrera, debe sentir que obtuvo en valor “x” veces lo pagado. ¿Cómo se logra? Dando mucho más de lo que prometemos. Así se teje integridad y crecimiento en todos los ámbitos, dando el 100 % de nuestro esfuerzo. Dando mucho más de lo que tomamos.

Dar implica correr el riesgo de que nos saquen provecho, pero también la oportunidad de desarrollar “súper fans”. Dar implica invertir en personas más que en cualquier otro aspecto. Esto es más que elaborar estrategias, encontrar problemas que padecen nuestros estudiantes, nuestros docentes, nuestros administrativos, todas las personas que giran en torno a la universidad. Dar implica crear momentos mágicos para cada grupo de personas. Se requiere tomar acciones en este sentido, acciones de alto impacto que marquen la vida de personas; y medir este impacto.

Medir resultados, ya que sobreentregar se mide en generación de valor, y no solo generación de valor percibido, sino también económico. Porque es cuestión de justicia. Porque debemos sentir que una universidad privada sin ánimo de lucro también merece un amplio superávit que pueda reinvertirse nuevamente en personas, en todas las actividades que forjan “súper fans”; pero antes tenemos que sentir que merecemos ese bienestar inclusive económico. Sobreentregar se trata de actividades que dejen un legado en la universidad, en la calidad universitaria, en el sistema educativo. Sobreentregar implica colaborar con otras universidades para entre todas innovar y hasta disrumpir el sistema educativo y así crear “súper fans” de la universidad ecuatoriana.

Y tercero, vivir el ahora, en el presente. Soy consciente de que es menos difícil para alguien como yo —en la mediana edad— que para jóvenes que tienen toda la vida por delante entender y lograr vivir el ahora; estar presentes y conscientes solo hoy, sin pensar en el mañana —literal—, que no existe aún. Y mañana será otro hoy y tocará vivirlo de igual forma. El futuro simplemente no existe. Por eso me desagrada en extremo la frase “el futuro se lo construye”. La considero una falacia. Nadie construye su futuro. Sin embargo, sí desarrollamos hábitos hoy, y estos hábitos nos llevan a un futuro que puede ser mejor o peor del que pensábamos construir.

Son los buenos hábitos de trabajo los que desarrollan, no una organización, sino una institución que perdura décadas y hasta siglos; los que desarrollan una magnífica universidad como la Casa Grande. Esto también es probadamente cierto: sobreestimamos lo que podemos lograr en un año y subestimamos lo que podemos lograr en cinco. Por eso, y no me estoy contradiciendo, es saludable emprender en un ejercicio de visión de dónde queremos estar. Adicionalmente, vivir el ahora implica eliminar el horripilante concepto de incertidumbre.

La incertidumbre nos la venden como ineludible. Desde hace décadas nos han vendido un mundo VICA: volátil, incierto, complejo y ambiguo. La incertidumbre es tan inevitable como la muerte. Así de sencillo. Decir que enfrentamos tiempos inciertos; es tautológico. Y solo podemos anotarnos muy pocas certidumbres. La incertidumbre nos enferma, emocional y psíquicamente, porque nos presenta el mundo sesgadamente como un mundo amenazante.

Nadie sabe lo que ocurrirá mañana, por eso prefiero eliminar de mi mente el concepto de incertidumbre e incorporar el factor sorpresa, es decir, prefiero dejar que la vida me sorprenda. Prefiero pensar que los problemas que enfrento hoy no tienen solución, sino que despliegan ante mí un universo de posibilidades, que son un mecanismo de progreso. Visto desde el ahora. Viviendo ahora podemos desarrollar nuevos hábitos, desechar aquellos inútiles y mantener los que han dado resultados para seguir desarrollando la Universidad Casa Grande y la grandeza de la universidad ecuatoriana.

Concluyendo, parecería que Marcia siempre tuvo en su consciencia esta definición de “grandeza”. Es como si hubiera escuchado mi discurso antes de decidir que su universidad se llamaría CASA GRANDE, casa: hogar de todos; tolerante, incluyente. Es como si también hubiera rechazado la búsqueda de excelencia y se hubiera regido por un concepto de grandeza.

Finalmente, redondeo todo lo dicho anteriormente con un fragmento final del mismo poema de Whitman.

No te resignes…
No traiciones tus creencias.

Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte.
(…) No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas.

Muchas gracias.


*El Dr. Ernesto Noboa Vallarino, docente de la UCG, es un distinguido empresario y poeta guayaquileño. Sus títulos académicos son Ph. D. en Dirección de Empresas del IESE Business School (Universidad de Navarra), magíster in Business Administration de MIT Sloan School of Management y graduado de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Dayton. Es socio-cofundador y CEO-coach de labNEX, centro digital de alto rendimiento de emprendedores latinoamericanos; y de Lösning Business  Solutions. Socio y embajador de Rokk3r (Miami, Estados Unidos), docente en política de empresa, emprendimiento e innovación en el IDE Business School y director ejecutivo en Ecuador de la Red Latinoamericana de Conferencistas.

Ha participado en proyectos de planificación estratégica, gestión de la innovación, gobierno corporativo y responsabilidad social corporativa en importantes empresas de Ecuador y el exterior como: Grupo Difare, Papelera Nacional, Toyocosta,  PYCCA, Pronobis, Corporación El Rosado, bancos locales, Junta de  Beneficencia de Guayaquil, entre otras.

A su vez, ha publicado libros empresariales como El modelo 206, Tips para energizar tu emprendimiento, así como notas técnicas, casos y artículos en revistas académicas. También, bajo el seudónimo literario Jota Kintana, ha presentado sus libros de poemas en Colombia, México, República Dominicana y Ecuador.


Publicado en Ventanales: https://www.casagrande.edu.ec/revista-ventanales-ucg/

 

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