La industria textil es de las más contaminantes del planeta y tiene dos grandes debates: la explotación en la labor de costura y el daño a los ecosistemas. Estos son dos puntos claves que con el paso de los años no han sido resueltos, primero por la relevancia de la moda rápida en la actualidad y segundo, por la carencia de una verdadera responsabilidad social de las empresas en el ámbito social, económico y ambiental.
Un ejemplo claro fue la tragedia en Bangladesh que puede parecer una historia lejana. Sin embargo, está mucho más cerca de lo que se cree.
Para contextualizar un poco… Este suceso ocurrió en el 2013 y fue un punto de inflexión para la industria textil porque provocó la muerte de 1 129 trabajadores. Sucedió aún cuando los trabajadores habían anticipado a sus supervisores que el edificio tenía problemas, se estaba agrietando, pero fueron obligados a retornar al trabajo sin ninguna protección. Ocho pisos se vinieron abajo. Cuando la prensa cubrió el caso se descubrió que detrás de esos talleres de costuras estaban involucradas marcas como Zara, Stradivarius, Bershka, Gap y Wallmart. Prácticamente, el hecho las desnudó y abrió la discusión sobre la ausente responsabilidad empresarial por parte de la industria de la moda.
Algo que es obvio, hablamos de unas marcas globales que tienen hermosas perchas en las principales urbes del mundo, pero el contenido, el trabajo que encierran esas prendas proviene, en algunos casos, de un trabajo de explotación y como el caso anterior, también de muerte. Esta tragedia no es la única. Es la más conocida por el impacto mediático que tuvo.
Desde las dimensiones de producción y consumo existe, además, un impacto ambiental. Sin duda, el mundo de la moda crece y se consumen prendas cada vez más rápido; sin embargo, no se piensa de dónde viene la ropa que compramos, ni a dónde va cuando se deja de utilizar, quién la hace, qué tipo de vida tienen esas comunidades trabajadoras o cuál es el coste social y ambiental. La industria textil emplea materia prima con insumos altamente contaminantes, dependientes del petróleo, que se excretan en el ambiente.
¿Se puede mejorar?
En la producción, decíamos, hay un uso de fibras sintéticas. Por ejemplo, licra, nailon, poliéster, todas provenientes del petróleo, son parte de las prendas que usamos. No es todo algodón o lino. Entonces, lo mejor es usar algodón, preferiblemente si es orgánico, lana, lino o seda, porque son considerados materiales más sustentables, tanto en la producción como en su gestión y también en los residuos de la fabricación de prendas.
Por la rotación de las prendas, de acuerdo a los múltiples lanzamientos que se dan actualmente, hay ropa que se desperdicia o termina en reventa, pero también como material combustible. En países como Bulgaria, en Europa del Este, las personas utilizan prendas para calentar las casas, justamente, por esos contenidos inflamables como las fibras sintéticas. Por eso, sí hay muchas oportunidades de mejora desde las dimensiones, producción y del consumo en esta industria.
¿Cómo generar conciencia?
Hay que ser más sensatos, nos estamos acostumbrando a adquirir ropa muy barata todo el tiempo. Los jóvenes tienen influencers de la moda rápida en redes sociales. Se calcula que hay 52 lanzamientos al año desde las marcas más importantes de esta industria, antes los cambios se adecuaban solamente a la necesidad de ropa adecuada para cada estación climática. Esto presiona muchísimo la dimensión de producción y la de consumo para una sobreproducción, un sobreconsumo y, por lo tanto, una sobre excreción de los que son textiles que contienen materiales sintéticos y que sí contaminan.
No se trata de vivir con tres o cuatro prendas al año, tampoco es ese el objetivo. Sin embargo, sí objetivar y discutir los procesos relacionados con la salud humana, riesgo laboral, contaminación de aguas, suelos y también en la emisión de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, los desperdicios de la ropa van a parar a las estufas de casas de gente de escasos recursos, que necesita calentarse en el invierno. Y eso también es contaminante. ¿Qué hacer o cómo enviar el mensaje? Creo que es deber de todas las industrias.
Las economías necesitan de actividades de producción, circulación y adquisición de bienes, pero el tema es que en una sociedad de consumo se producen a los mismos consumidores y se producen necesidades superfluas; algunas industrias intensifican sus actividades de producción con recursos naturales que se están terminando o con mano de obra barata sin protección laboral, en países con profunda inequidad.
Existe un trabajo detrás de todo lo que comemos, de lo que vestimos y está expresado en esos materiales. Es una cuestión de ética frente a los modos de trabajo y a la crisis climática actual. Hay productos que ocasionan daños al ambiente, debería ser un atributo considerado para la decisión final de compra. No es solo adquirir algo a la moda o porque las marcas te dicen que hay un nuevo lanzamiento u ofertas. Es pensar que ese precio se relaciona con un salario de miseria en países asiáticos, especialmente, donde están trabajando mujeres y niñas. Es un tema para reflexionar, no se puede reducir al consumo solamente al acto de compra, sino que hay que verlo como una cuestión compleja: de producción, de trabajo, de naturaleza, de transformación, de residuos.
Hay, 1125 millones de prendas que se producen anualmente. Hay una producción tan barata y con grandes volúmenes, el cual, especialmente desde 2020, se ha duplicado. En cuanto a lo ecológico, todas estas fibras sintéticas: licra, nailon, poliéster, no se pueden reciclar porque no es fácil, hay algunas marcas que también apuestan, al igual que en la industria alimentaria, por un green washing y se dicen sustentables, pero, realmente, no lo son. Como no pueden reciclar sus propios materiales, van a parar a vertederos de basura y también a basura que se incinera. También hay materiales en los tejidos y los tintes que utilizan, por ejemplo, plomo, níquel y anilinas que son sustancias cancerígenas. Hay muchas aristas de discusión en la industria textil por el lado de la salud, del ambiente, la economía y el trabajo.
¿Cómo debe ser la confección sustentable?
Desde la industria y también desde cooperativas, las asociaciones de productores y productoras, diseñadores más pequeños deben tener en cuenta los insumos, que no sean contaminantes, que sean más naturales; por ejemplo, la lana, el algodón, el bambú, la seda y el yute, que contaminan menos tanto en producción como en gestión o en residuos de las prendas finales. Manejar normativas para prevenir contaminación de suelos, agua.
Es fundamental mirar el tema del maltrato animal. En la fabricación de prendas también es una cuestión que se debe revisar por el argumento de las pieles. Podrían considerar estos materiales que son más naturales, ver procesos de producción que no sean dañinos para el ambiente, tener sistemas laborales de dignidad y aprovechar sistemas de economía circular. Es decir, tenemos ecosistemas bastante ricos en materia prima para las industrias. Solo hay que innovar con nuevos materiales que no tengan, necesariamente, un origen en el petróleo.
Por otro lado, también hay una tendencia de mover ventas de ropa de segunda mano, un negocio que se incrementa al menos en un 15% anual. O, incluso, la ropa que está siendo desperdiciada y es nueva, pueda ser rediseñada. Se tienen una chaqueta jean de segunda mano, le puedes poner diseño, color y crear desde estos grupos de diseñadores, nuevos emprendedores con consciencia, se trata del slow fashion -así como también hay en la alimentación, hay una tendencia de slow food– para frenar la presión que tiene sobre el ambiente la industria de la moda.
Está en las manos de las generaciones más jóvenes (esta nueva consciencia), y eso sí está sustentado en las tendencias de comportamiento de consumo, tienen a la sustentabilidad como un principio ético, al menos en el ámbito de discusión, de consciencia. Sin embargo, son los mismos jóvenes y los influencers quienes están alrededor en las redes sociales los que presionan por un consumo intensivo, sea de prendas u objetos.
Aun así, apuesto por las generaciones jóvenes porque además de ser nativos digitales han crecido con la problemática de la crisis climática. Por lo menos tienen un nivel de consciencia más amplio, mayor seriedad que las generaciones de sus padres, quienes vivieron en la coyuntura del progreso y del crecimiento económico sin fin como premisa. Ahora ese crecimiento económico sin fin se discute para el caso de algunas industrias.
Para el tema de consumo, sea para la industria de la moda, alimentaria, la de los embalajes altamente contaminantes, u otros, hace falta mucho trabajo de comunicación crítica, una reeducación también desde las aulas, facultades… El formato de educación anterior (en economía y empresa) es muy reducido a ventas, al crecimiento infinito, a rentabilidad, por sobre todo y no se está discutiendo la complejidad que tiene la producción y consumo en la naturaleza, salud y ambiente. Es evidente que esas discusiones deben cambiar porque ya tenemos expresiones muy claras de que el sistema económico actual tiene repercusiones en la salud, en la extinción de animales, en recursos no renovables que se están perdiendo. Creo que hay una gran apuesta en las generaciones jóvenes para que esta forma de consumir se revierta y el planeta pueda sobrevivir al 2050.
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