El uso de tapabocas fue de las primeras medidas de prevención del COVID-19 dispuesta por las autoridades sanitarias y que el común de la población adoptó desde el comienzo de la pandemia.
Con vaivenes de relajamiento y vuelta a recomendarlas en diferentes ámbitos y situaciones, las mascarillas se convirtieron en la “marca registrada” de la pandemia y muchos creen que se trata de esos hábitos que llegaron para quedarse.
El uso de mascarillas se convirtió en una parte importante de la respuesta a la pandemia de COVID-19, pero lo cierto es que a medida que avanza la cobertura de vacunación en los países, aumenta la relajación de tales prácticas. Las oleadas subsiguientes de COVID-19 plantearon dudas sobre si se deben alentar o exigir las máscaras faciales y por cuánto tiempo.
En este contexto, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos lanzaron recientemente una herramienta que ofrece orientación sobre el uso de mascarillas en función de los niveles de COVID-19 en cada uno de los más de 3.000 condados de Estados Unidos.
Y si bien estas nuevas recomendaciones no son obligatorias, sino que pretenden informar sobre las políticas de uso de mascarillas en interiores para los estados y municipios, las políticas relacionadas con el uso de mascarillas en entornos bajo jurisdicción federal, como los aeropuertos, y en entornos sanitarios, seguirán vigentes.
Es que según reveló un reciente estudio publicado en la revista The Lancet Public Health, mantener su uso en espacios públicos cerrados y en el transporte público durante al menos dos semanas después de alcanzar los objetivos de vacunación contra el COVID-19 (con un mínimo del 70%) es rentable, suele ahorrar costes y salva vidas”. “Cuanto menor sea el nivel de cobertura de vacunación de la población final, mayores serán los beneficios económicos y sanitarios de mantener el uso de la mascarilla”, aseguran los investigadores, para quienes “la aparición de la variante Ómicron y la perspectiva de futuras variantes que podrían ser más transmisibles y reducir la eficacia de la vacuna solo aumenta el valor de las máscaras faciales”.
Las simulaciones realizada sobre población estadounidense indican que si se siguen utilizando las mascarillas a los niveles observados entre marzo y julio de 2020, entre dos y diez semanas después de alcanzar los objetivos de vacunación, se ahorrarían miles de millones de dólares en costes sociales y sanitarios y se reducirían en gran medida las hospitalizaciones y las muertes por COVID-19.
Bruce Y. Lee, de la Escuela de Posgrado de Salud Pública y Política Sanitaria de la CUNY, es el autor principal del trabajo y aseguró que estos resultados “ponen de relieve que la vacunación por sí sola no es suficiente para controlar la pandemia y que se necesitan capas superpuestas de medidas de protección para limitar el impacto económico y las muertes”.
Las nuevas recomendaciones de los CDC llegan en un momento en el que muchos lugares de Estados Unidos y Europa, incluida España, también están empezando a considerar la posibilidad de suavizar los requisitos de la mascarilla, y la elección de usarla dependerá de decisiones individuales o de empresas privadas. “Nuestro modelo representa a la población estadounidense, pero la amplitud y la escala de los escenarios simulados hacen que los resultados sean también aplicables a otros países”, aseguró el investigador.
Los autores desarrollaron un modelo computacional que representaba la propagación y el impacto del COVID-19 entre los más de 327 millones de personas de los Estados Unidos y simularon el uso de mantener el uso de mascarillas antes y después de alcanzar diferentes niveles de cobertura de vacunación en una amplia variedad de circunstancias.
En todos los escenarios simulados, según publicó Europa Press, resultó rentable mantener el uso de la mascarilla durante un periodo de entre dos y diez semanas después de alcanzar los objetivos de vacunación de la población. Mantener el uso de la mascarilla siempre fue rentable, y normalmente ahorrativo cuando el coste del uso de la mascarilla por persona y día era inferior a $ 1,25 unos 1,15 euros). Los autores determinaron que la combinación de mascarillas N95, quirúrgicas y de tela utilizadas en Estados Unidos de marzo a julio de 2020 supuso un coste de $ 0,32 (unos 0,29 euros) por persona y día.
Para un nivel de vacunación final determinado, cuanto más tiempo se tarde en alcanzar ese nivel, mayores serán los beneficios de mantener el uso de la mascarilla, concluyeron los autores del trabajo. La aparición de más variantes transmisibles aumenta aún más los beneficios del uso de la mascarilla, al igual que la reducción de la eficacia de la vacuna, ya sea por la aparición de variantes o por la disminución de la inmunidad.
“Nuestros hallazgos ofrecen algo de luz al final del túnel, sugiriendo que el uso de mascarillas no tiene que continuar para siempre, sino que sigue siendo una herramienta importante para detener la propagación del COVID-19 a medida que entramos en la siguiente fase de la pandemia”, remarcó el doctor Peter Hotez, de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine y coautor del estudio.
A lo que la doctora Maria Elena Bottazzi, de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine, agregó: “La transmisión del virus no se detiene tan pronto como se alcanzan los objetivos de vacunación de la población, pero mantener el uso de la mascarilla durante unas pocas semanas después de alcanzar estos objetivos puede aportar enormes beneficios económicos y sanitarios”.
Contenido original, Infobae
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