La experimentación en animales ha sido un tema de debate tanto en el ámbito científico como social a lo largo de la historia, y en la actualidad es una causa que nos invita a reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo.
El uso de animales para el testeo de productos cosméticos, es una práctica que aún se encuentra vigente alrededor del mundo y consiste en una serie de métodos de experimentación en donde se aplican productos con distintos niveles de toxicidad. Estos ingredientes cosméticos suelen ser aplicados directamente en la piel previamente afeitada, en ojos, fosas nasales, oídos e incluso por vía oral. Para estos procedimientos, los animales más usados son los pertenecientes a la familia de los roedores como conejos, ratas, ratones, cobayas, y en ciertos casos pueden llegar a experimentar en gatos o simios pequeños. Como resultado, esto puede generar daños irreparables como irritación en ojos y oídos, intoxicación, sensibilidad en la piel, daños a nivel genético, cáncer, y finalmente su prematura muerte.
Para lograr paliar esta situación, es importante que se empiece a crear una cultura de consumo más consciente de productos libres de maltrato, mejor conocidos en el mercado como ‘cruelty free’. Esto se refiere a los productos que en ninguna fase de su fabricación han atentado con la vida de otros seres vivos, para demostrar su efectividad o seguridad de uso. Para determinar si una marca es libre de experimentación en animales, ésta debe contar con el sello oficial, otorgado por organizaciones de bienestar animal como Peta, Leaping Bunny, Choose Cruelty Free, entre otros. Se puede identificar en los productos con el logotipo de un conejo en un círculo acompañado de la frase ‘no probado en animales’.
Gracias al trabajo incansable de estas ONG ‘s, en el 2013 se logró que la Unión Europea prohibiera este tipo de productos, argumentando que en la actualidad existen elementos suficientes que han sido testeados y son seguros para consumo humano. En la actualidad, sólo países como Islandia, Israel, Nueva Zelanda, Noruega, Serbia, Suiza, Turquía y Guatemala, se han unido a favor de la prohibición. Y a pesar de que se cuenta con más de 15.000 ingredientes previamente testeados y se han declarado seguros para ser usados en productos cosméticos, el 80% de países del mundo siguen permitiendo estas prácticas. Aún existen países como China, quienes tienen leyes totalmente opuestas y consideran que todos los productos deben ser obligatoriamente testeados para consumo humano, por lo que toda marca proveniente de este país obligatoriamente tiene que cumplir con dichos parámetros.
Sin embargo, gracias a la visibilización de esta causa social, hoy por hoy contamos con una amplia gama de opciones que han optado por una fabricación libre de crueldad. Tenemos desde marcas muy reconocidas en el mundo de la cosmética como ELF, Urban Decay, LA Girl, The Balm y Apothecary, hasta marcas nacionales de excelente calidad como Bassa, Biofemme, Roots, Nantú, Laboratorios Luque, entre otras que de a poco se están posicionando dentro del mercado como alternativas que si bien es cierto, no son las marcas que toda la vida hemos estado acostumbrados a consumir por tener una trayectoria mucho más corta. Sin embargo, brindan los mismos beneficios, son libres de crueldad, y a su vez apoyamos al consumo de productos nacionales de alta calidad.
Es muy importante recalcar que en el Ecuador aún gozamos de productos 100% libres de crueldad animal. Y es que a pesar de que el país aún no cuenta con un ente nacional o internacional que regule y certifique a las marcas con la insignia reglamentaria, muchas marcas locales aseveran que en el Ecuador, la experimentación en animales sigue siendo un tabú. Los productos cosméticos fabricados a nivel nacional desarrollan sus catálogos en base a ingredientes naturales y orgánicos, libres de sintéticos que previamente son testeados por los mismos dueños para asegurar su correcto funcionamiento.
Para darle solución a esta problemática, lo más importante es empezar desde nosotros mismos y desde nuestros hogares. Re-educarnos y estar abiertos a realizar cambios significativos a favor de los seres vivos. Existen aplicaciones como Cruelty Cutter o Bunny Free, que escanean el código de barras de los productos para escoger la mejor opción y que las decisiones de compra sean mucho más fáciles y acertadas.
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