Durante los meses de la pandemia, anhelábamos con ansía que hubiera una vacuna. Ahora que está disponible, se ha registrado un alto porcentaje de ausentismo en los diversos puntos de vacunación del país y parte de quienes acuden solicitan una marca específica para recibir la dosis y al no obtenerla no se vacunan.
Por ello, es importante aclarar que la eficacia de cada vacuna que más nos interesa es en cuanto a la probabilidad de evitar infección GRAVE (que requiere ingreso hospitalario) tras contagiarse con el virus de la Covid-19. Este tipo de eficacia de la mayoría de las vacunas gira en torno al 90% (1). La eficacia en cuanto a la disminución de probabilidad de infección sintomática es bastante variable. Algunas todavía no publican sus resultados, por ejemplo Cansino, se considera que tiene alrededor del 75%, en resultados no publicados en revistas indexadas (2).
Pero conforme avanza el proceso de vacunación una pregunta se vuelve recurrente: ¿Cuánto nos va a durar la inmunidad? Aún no lo sabemos. Respuesta a la que ya estamos acostumbrados debido a que apenas ha pasado un año desde que empezó la pandemia. La Ciencia, necesita datos basados en evidencia de estudios para contestar correctamente esa pregunta. Así como lo ha hecho con las preguntas que antes teníamos. El tiempo (con los estudios científicos) nos dirá si hace falta una 3ra dosis, de la misma vacuna recibida o incluso de otra diferente.
Sabemos que la inmunidad, tiene un componente adquirido. Cuando el sistema inmunitario entra en contacto con un antígeno (en este caso, el virus del COVID-19) por primera vez, los componentes de la respuesta específica tardan algunos días en activarse completamente. Además, esta respuesta primaria no alcanza toda la potencia de la que el sistema inmunitario podría ser capaz, y por eso a veces las infecciones nos dan síntomas.
Pero, como resultado de este encuentro se generan células inmunes de memoria, que tienen larga vida y que guardan la información sobre cómo destruir al antígeno. Si nos lo volvemos a encontrar, la respuesta secundaria será mucho más rápida, potente y eficaz gracias a la activación de esas células memoria, también conocida como respuesta inmune secundaria. Por eso con las vacunas se generan células memoria capaces de controlar a ese patógeno si se produjese la infección a través de un contagio.
No obstante, para formar anticuerpos se requiere por lo general, un período aproximadamente de 21 días, ciertas personas se demoran más y otras menos. La mayoría de las vacunas tiene doble dosis para que la respuesta inmunitaria se estimule de manera eficaz. Las vacunas de Cansino y de Johnson &Johnson/Janssen requieren de una sola dosis.
Se ha puesto muy de moda medirse los anticuerpos anti – S (spike)/ neutralizantes tras la vacuna. Sin embargo, si bien las pruebas de anticuerpos pueden desempeñar un papel importante en la identificación de personas que pueden haber estado expuestas al virus del SARS-CoV-2 y que pueden haber desarrollado una respuesta inmunitaria adaptativa. La FDA recomienda que las pruebas de anticuerpos no deben utilizarse en este momento para determinar estado de inmunidad o protección contra el COVID-19 ni tampoco tras haber recibido alguna de las vacunas (3). El colegio americano de Reumatología (ACR) tampoco recomiendo medir estos anticuerpos tras la vacunación en pacientes con enfermedades reumáticas autoinmunes, aunque estén con medicamentos inmunosupresores (4).
En Medicina, solicitamos pruebas a los pacientes, siempre y cuando la información que obtengamos de sea prueba pueda modificar lo que vayamos a realizar. Pedir un PCR de COVID-19 está bien si una persona no vacunada presenta síntomas de este virus, ya que esta información podría modificar lo que se va a hacer. Si está dentro del grupo de las personas de riesgo, por ejemplo ser de la tercera edad, o padecer de patologías como hipertensión, obesidad o diabetes es necesario conocer esa información cuanto antes, porque puede ser un posible candidato a recibir plasma convaleciente (que es un ejemplo de inmunidad pasiva). O al contrario si es una persona joven sin factores de riesgo, pero está en contacto con personas vulnerables, por su profesión debería hacerse la prueba, para saber si es contagiosa para otros. Con el retorno al trabajo y a las clases presenciales es vital, para hacer un cerco epidemiológico en caso de que se produzca la infección.
De momento la actitud a seguir con pacientes tengan o no anticuerpos, va a ser exactamente la misma. Las vacunas también confieren inmunidad celular (mediada por linfocito T), no solo de tipo humoral (anticuerpos). Y es justo la inmunidad celular es de hecho la más eficaz contra los virus, y contra otros microbios intracelulares. De momento no tenemos una prueba de fácil acceso para medir la inmunidad celular en COVID-19. Ahora con la vacunación más extendida debemos seguir usando la mascarilla, no para protegernos de que los demás nos infecten, si no, de que podemos estar infectados (y no tener síntomas) y así proteger a los demás.
En cuento a los efectos adversos la vacuna va a estimular al sistema inmunológico y esa respuesta inmune puede manifestarse con síntomas de fiebre, malestar general, dolor articular y muscular. Esos son los procesos adversos más frecuentes. Algunas personas están muy preocupadas por la carditis y la trombosis que podría ocasionar alguna vacuna y se olvida de que la Covid-19 tiene mayores probabilidades de causar una esta trombosis y carditis que la vacuna.
Muchas personas se preguntan qué hacer, antes, durante y después de recibir una de las dosis de la vacuna. Para ninguna vacuna se requiere ir en ayunas, tampoco hay contraindicaciones con el consumo social de alcohol, no se ha encontrado información, que sustente esa aseveración.
Antes de la vacunación
NOTA:
Salvo alergia conocida a los componentes de CADA vacuna en particular, NO HAY contraindicaciones para las vacunas.
Después de la vacunación
Referencias
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