Puede que el acelerado ritmo de vida nos lleve a posponer –de forma errónea– nuestras revisiones ginecológicas, pero es justo y necesario recordar la necesidad de hacerlas para poder cuidar nuestra salud y prevenir enfermedades. Son muchos los problemas que se pueden detectar en estas revisiones, pero en esta ocasión queremos hablar de la importancia que tienen a la hora de detectar de forma temprana, incluso precoz, el cáncer de mama. “Teóricamente partimos de la base de que con las posibilidades terapéuticas actuales, el diagnóstico precoz del cáncer de mama nos podría llevar a la curación de casi la totalidad de los cánceres de mama”, afirma el doctor Juan Luna Rodríguez, coordinador de la Unidad de Patología de Mama de Vithas Madrid La Milagrosa. Tal y como nos explica la doctora Marta Blanco, de la dirección médica de la Asociación Española Contra el Cáncer, “el 76% de los casos se diagnostican en mujeres mayores de 50 años, aunque también puede haber cáncer en los hombres y en mujeres más jóvenes, pero es menos frecuente”. Por tanto, ser constante con la periodicidad de estas revisiones –marcada por cada médico en función de varios factores– es vital en cualquier etapa de la vida de la mujer. Hablamos con ambos expertos para resolver todas las dudas que surgen alrededor de este tema.
Aunque las estadísticas confirmen que la mayor incidencia del cáncer de mama se produce a partir de los 45/50 años, las revisiones ginecológicas con control de mama deben comenzarse antes. El doctor Luna aconseja “la autoexploración mensual a partir de los 20, la exploración anual por parte del especialista a partir de los 25 y valorar la práctica de técnicas diagnósticas en pacientes de riesgo, a partir de los 30 años”. No obstante, la doctora Blanco insiste en la importancia de que sea el médico el que en cada caso determine la frecuencia de estas revisiones y las pruebas a realizar. “Acudir a las revisiones pautadas por los médicos es necesario porque permite controlar las alteraciones en la salud mamaria de cada mujer de forma individualizada. El médico en consulta valora la historia de la mujer y pauta –cuando lo considera necesario– los controles a seguir y las pruebas que considera oportunas. No todas las mujeres necesitan las mismas exploraciones diagnósticas, ni que se hagan con la misma periodicidad”, afirma.
Las revisiones a partir de los 45 años merecen una mención específica dado que es una edad en la que se incrementa el riesgo de padecer cáncer de mamá. Así lo explica la doctora Blanco: “Para mujeres que no tienen un seguimiento por parte de su médico, es esencial que participen en los programas de cribado que en España se realizan por parte de los Servicios de Salud públicos en las diversas comunidades autónomas. Estos programas realizan mamografías cada 2 años a mujeres de entre 45/50 hasta 69 años, sin aparentes problemas en las mamas. Esto posibilita detectar lesiones mamarias de carácter maligno en fase precoz, mucho antes de que se puedan detectar nódulos o alteraciones en la mama o pezón, con la consiguiente repercusión en el diagnóstico y opciones de tratamiento de la paciente. Permiten frecuentemente terapias menos agresivas, de mayor eficacia, y con los beneficios consiguientes en calidad de vida y pronóstico”, explica la doctora.
La elección de un método u otro será elección de cada médico en función del historial de cada paciente. “La inclusión o no de una ecografía de mama (o de cualquier otra prueba) depende de la valoración profesional del ginecólogo que esté realizando las revisiones a cada mujer. Factores como la edad, la densidad de las mamas, la existencia de lesiones benignas a controlar, antecedentes personales y familiares… condicionan la elección del tipo de prueba diagnóstica que el especialista considera indicada para cada mujer en cada momento”, explica Marta Blanco. No obstante, como norma general, a partir de los 45 se suelen hacer mamografías ya que se trata de una técnica que, tal y como apunta Luna, tiene poco valor en las manas muy densas, por lo que gana eficacia con la eficacia con la edad, siendo poco recomendable por debajo de los 40. Respecto a la ecografía de mama, Luna apunta: “No es una buena técnica de cribado, pero sí es una técnica excelente para la valoración del nódulo palpable y como técnica complementaria a la mamografía en la exploración de las mamas densas. También se convierte en una técnica de primer orden en la realización de biopsias dirigidas de mama y en el estudio ganglionar de la axila”.
Como norma general, se recomienda que las revisiones ginecológicas sean anuales. “En ellas el especialista realizará una exploración, y según el resultado de la misma y teniendo muy en cuenta los factores de riesgo personales y familiares, propondrá un programa de cribado individual”, apunta el doctor Luna. Si nos ceñimos a los controles de mama, la doctora Blanco insiste en la importancia de que sea el especialista el que determine su frecuencia. “Puede haber lesiones benignas que no requieren control frecuente, dependerá de la edad de la mujer y de sus factores hormonales, y se han de valorar también antecedentes familiares de cáncer. Según todo lo anterior, el especialista decide cada cuánto debe revisarse la persona y la frecuencia conveniente para la realización de las distintas pruebas diagnósticas. El cáncer de mama es el más frecuente en las mujeres, por lo que es habitual que pueda haber más de un caso en muchas familias. En la consulta con el médico, él valora los casos de cáncer entre los antecedentes familiares. Cuando hay sospecha de posible predisposición genética (según estimaciones son un alrededor de 10% de los casos de cáncer de mama) la paciente es derivada a una Unidad de Consejo Genético. En los casos en los que se detecta alguna mutación genética que aumenta el riesgo de cáncer se estudia la situación en profundidad para adecuar los controles y medidas para prevención y detección precoz, de forma individualizada”, afirma.
Mucho hemos hablado de la autoexploración mamaria. Sin duda, los expertos confirman que puede ser útil en las mujeres que han aprendido a hacerla para conocer sus mamas y acudir al médico en caso de cualquier alteración. Sin embargo, es importante recalcar que el desconocimiento sobre cómo hacer esta práctica correctamente puede generar cierta ansiedad y preocupación. “La autoexploración mamaria bien aprendida puede ser útil bajo la recomendación particular de un médico, cuando considera que puede ayudar al control de determinadas alteraciones mamarias ya conocidas por la mujer, y siempre que haya una adecuada supervisión. Pero no es recomendable como pauta para diagnóstico precoz del cáncer de mama. Si las condiciones anteriores no se dan, la autoexploración puede hacer que la mujer note cambios que no sabe identificar (que pueden no ser malignos) y, por tanto, puede ser efectivamente motivo de ansiedad evitable. Además, también puede conllevar la realización de pruebas innecesarias (que no siempre son inocuas, e incluso pueden ser agresivas)”, explica Blanco. Y lo más importante: este gesto no sustituye en ningún caso las revisiones médicas profesionales. “Es un método diagnostico muy limitado, con gran número de falsos negativos (presencia de tumor no palpado por la paciente), por lo que en ningún caso debe sustituir ni distanciar las revisiones anuales ginecológicas. Por otra parte, también hay que tener en cuenta que es una técnica con gran número de falsos positivos (palpación de lesión mamaria no existente), lo que conllevaría en muchos casos un aumento de la ansiedad injustificada de la paciente y la realización de un buen número de pruebas diagnósticas complementarias no necesarias”, concluye Luna.
Texto original publicado en la Revista VOGUE
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