Cuando uno oye hablar de la necesidad de conservar los bosques, a menudo piensa que es una acción altruista de los seres humanos. Las personas a quienes les gustan los animales y las plantas promueven la conservación de esos bosques basados en esa conexión, en la empatía que les genera la naturaleza. Pero, ¿en qué medida esto es así? Muchas veces olvidamos que cosas tan básicas como respirar o poder beber agua limpia se lo debemos a esa naturaleza que nos parece tan ajena.
En muchos sitios, las personas han perdido conexión con la naturaleza, esta ha sido relegada a los documentales de NatGeo o cualquier otro programa que nos muestra la belleza de la naturaleza. Sin embargo, aún existen muchos sitios y ecosistemas donde las personas dependen directamente de esa naturaleza, por ejemplo, los pueblos no contactados o comunidades Shuar más aisladas dependen de esos bosques y de lo que estos les ofertan. Pero no es necesario irnos tan lejos, un ejemplo muy interesante de la dependencia que hay del bosque y de sus servicios lo constituye el denominado bosque seco, o más correctamente el bosque tropical estacionalmente seco.
El bosque seco es una rareza en los trópicos, no por su extensión, ya que constituyen casi un 50% de los bosques de los trópicos, sino porque en una latitud tropical se espera que no exista estacionalidad climática, pero ciertos procesos como las cordilleras o las corrientes frías marinas, como en el caso de Ecuador y Perú, hacen que se genere estacionalidad en las lluvias, y ello conlleva a la formación del bosque seco. Estos bosques a diferencia de sus hermanos lluviosos de los trópicos suelen ser “más amigables” para los seres humanos. Durante la época seca es fácil caminar dentro del bosque y aprovechar sus recursos. El bosque estacionalmente seco ofrece muchos productos, la madera para las construcciones, la miel de abejas nativas, el forraje para el ganado, agua, entre otros servicios. Todos estos servicios hicieron que desde siempre existieran importantes asentamientos humanos, los bosques secos de la Costa de Ecuador fueron usados por las diferentes culturas precolombinas, pero hoy en día siguen siendo usados intensamente. La dependencia de las poblaciones humanas en el bosque estacionalmente seco es muchas veces muy estrecha, los pobladores de estas áreas no pueden desarrollar agricultura a gran escala si no existen sistemas de riego, por lo que los servicios que ofrece el bosque son fundamentales para su sustento. Lamentablemente, este uso está generando varias consecuencias. El incremento de la presión sobre el bosque modifica procesos naturales que afectan la capacidad de recuperación de estos bosques, lo que en muchos sitios ha implicado que grandes áreas de bosques secos estén perdiéndose y que se encuentren en procesos de desertificación.
Necesitamos ser más consientes sobre los servicios que nos ofrece la naturaleza, necesitamos valorarlos y comprender que incluso una persona que se encuentre en una ciudad, por muy grande y tecnificada que esta sea, necesita de la naturaleza y de su diversidad para funcionar. Seguramente, algún lector no estará de acuerdo conmigo, los alimentos se extraen de sistemas agrícolas o granjas pecuarias donde no hay diversidad. Pero si vemos un poco más de cerca veremos que incluso estos sistemas necesitan de esa biodiversidad. Por ejemplo, un servicio tan sencillo como la polinización es fundamental para poder mantener esos sistemas agrícolas, en diversas partes del mundo se comienza a ver los problemas que está causando la disminución de los insectos polinizadores. Esto no es un problema de empatía con los insectos, es un problema incluso económico. Esto es solo un ejemplo, según los últimos datos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) las acciones del ser humano están empujando al planeta a entrar en una sexta extinción masiva, nuestro accionar está siendo casi tan devastador como el meteorito que extinguió a los dinosaurios.
Como vemos, la conservación de los espacios naturales no es un problema que deba interesarle únicamente a los ambientalistas o a los verdes, es un problema de la sociedad. Sin embargo, la conservación no es un proceso sencillo, pues es necesario armonizar el desarrollo y la conservación, o pensándolo bien el comprender que el desarrollo solo es posible si pensamos en la conservación, y no desde una visión altruista con la naturaleza, sino incluso con una visión egoísta de mejoramiento de la sociedad humana.
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