Posiblemente hayas oído hablar de un estudio científico que “ha demostrado” que del siglo XX al siglo XXI la capacidad de atención del ser humano ha bajado de 12 a ocho segundos (a partir de ahí, nuestro cerebro se desengancharía del primer estimulo y buscaría otro), mientras que la de los peces de colores es de 9 segundos. Según esa supuesta investigación, por culpa de los móviles tenemos las habilidades cognitivas de Dori en ‘Buscando a Nemo’. Por suerte o por desgracia (y a pesar de que medios tan prestigiosos como The Guardian se hayan hecho eco), ese estudio no existe, pero no quiere decir que la atención no sea un poderoso recurso que el siglo XXI haya convertido en escaso o, por lo menos, en disperso.
“La atención es una capacidad cognitiva esencial en la que participan de forma integrada y coordinada amplias zonas de nuestra corteza cerebral”, explica para Vogue Business el neurólogo Víctor Fernández-Armayor Ajo, director del centro Unidad de Ciencias Neurológicas en Madrid. El doctor matiza que “en realidad no es que tengamos menos capacidad de atención, lo que sí ocurre es que tenemos más cosas a las que atender como consecuencia del ritmo de vida que nos imponen las sociedades modernas, esto provoca lo que conocemos como dispersión de la atención, cuyo resultado es que, además de la atención, también se afectan la concentración y los procesos de consolidación de la memoria”.
Incapacidad instalada
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