Cuando pensamos en personas reconocidas por su asombrosa creatividad, es fácil suponer que, de alguna manera, nacieron de manera diferente al resto de nosotros, con mentes capaces forjar nuevas conexiones y ver el mundo de una manera novedosa.
Olvidamos que estos aparentes genios generalmente pasaron años en proyectos menos exitosos, práctica que les ayudó a perfeccionar su pensamiento hasta que finalmente crearon algo verdaderamente original.
El hecho es que casi todos los grandes escritores, artistas o inventores pasaron por un período de “aprendizaje” en el que desarrollaron y perfeccionaron sus ideas antes de tener mayores logros.
“Mucha gente simplemente no sabe que la creatividad es una habilidad que se puede entrenar“, dice el profesor Gerard Puccio, quien preside el Departamento de Creatividad y Liderazgo del Cambio en SUNY Buffalo State College, EE.UU.
Y esta suposición, que la creatividad es innata, en lugar de aprendida, puede ser muy desagradable cuando se nos pide una idea realmente original.
Psicólogos como Puccio han identificado las mejores formas de impulsar el proceso de aprendizaje. Su evidencia muestra que, con la práctica, todos podemos aprender a pensar de manera más original en nuestra vida cotidiana, imprimiendo una mayor innovación y satisfacción en todo lo que decidamos hacer.
De los muchos programas de capacitación en creatividad que existen, el modelo de habilidades de pensamiento de Puccio es uno de los que ofrece mejores resultados para aumentar la creatividad en el lugar de trabajo.
El programa enfatiza la necesidad de equilibrar dos tipos de pensamiento: convergente y divergente.
El pensamiento divergente se refiere a la generación de ideas que a menudo asociamos con el inventor estereotípicamente escaso, con soluciones novedosas, aunque a veces descabelladas, a los problemas.
El pensamiento convergente, por el contrario, se refiere a la selección y desarrollo de las mejores ideas para garantizar que tengan un uso potencial.
Ambos son imprescindibles. Sin lo primero, tus ideas serán demasiado mundanas y aburridas; sin lo último, pueden resultar poco prácticas.
Después de aprender estos conceptos, a las personas que se capacitan en el modelo de Puccio se les enseña a aplicar el pensamiento divergente y convergente en siete pasos distintos que se consideran esenciales para la mayoría de los problemas creativos: evaluar la situación, explorar la visión, formular desafíos, explorar ideas, formular soluciones, explorar la aceptación y desarrollar un plan.
En un ensayo reciente, Puccio reclutó a 559 participantes de la universidad, entre los que se incluyó a personas que no habían recibido capacitación en creatividad, personas que habían asistido a un curso de tres días basado en el modelo de habilidades de pensamiento y quienes habían recibido una educación mucho más extensa, como completar la maestría en creatividad de SUNY.
Durante el experimento, los participantes se dividieron en grupos pequeños, de acuerdo con su nivel de entrenamiento creativo, y se les pidió que encontraran formas de alentar a las personas a usar la red de autobuses en el área del Gran Buffalo, en Nueva York.
Sus soluciones fueron calificadas por jueces independientes según cualidades como la flexibilidad y la originalidad.
Como era de esperar, los grupos de personas que se habían sometido a algún entrenamiento en creatividad se desempeñaron mucho mejor que aquellos sin ningún entrenamiento ni orientación, lo que generó cuatro veces más ideas originales.
También parecía haber diferencias entre los programas de formación: los participantes del curso de tres días produjeron 67 ideas originales, en promedio, mientras que los que habían recibido una educación más extensa produjeron 81.
Eso puede parecer un resultado modesto, dadas las diferencias en el compromiso de tiempo entre el curso corto y una maestría. Sin embargo, es importante destacar que aquellos con la formación avanzada también fueron más hábiles para seleccionar, desarrollar y perfeccionar sus propuestas.
Puccio señala que a menudo combinaban múltiples ideas, por ejemplo, mientras que esta posibilidad no parecía ocurrírsele a los otros grupos. Esto significó que sus soluciones finales fueron sustancialmente mejores que las de los otros grupos.
Claramente, una introducción rápida a la creatividad puede proporcionar un impulso inmediato al pensamiento de las personas, pero no puede compensar la práctica regular y sostenida.
“La creatividad es un trabajo muy duro”, dice Puccio. “Se necesita mucho tiempo para desarrollar estas habilidades, como el pensamiento crítico para determinar cuáles son las ideas más prometedoras”.
Martin Meinel probó recientemente un programa de capacitación en creatividad en la Friedrich-Alexander-Universität de Alemania en Erlangen-Nürnberg, con conclusiones muy similares.
“Puedes pensar en la creatividad como un músculo”, dice. “Se necesita práctica constante para crecer y mantenerse fuerte”.
Con un poco de trabajo, es posible que te sorprendas de tu progreso, dice Meinel, incluso si nunca antes has mostrado grandes hazañas creativas. “Los que fueron menos creativos al principio, obtuvieron los mayores beneficios”.
Todo esto es cierto, siempre que comiences con la actitud adecuada.
Ella Miron-Spektor, profesora asociada de comportamiento organizacional en la Escuela de negocios INSEAD en Fontainebleau, Francia, demostró que las creencias y actitudes de las personas hacia el trabajo tienen un gran impacto en su desarrollo creativo.
Algunas personas, dice, están “orientadas al desempeño”: les preocupa mucho cómo se comparan con los demás.
En general, ven sus talentos como fijos y, por lo tanto, prefieren ceñirse a las tareas que siempre resultarán en un éxito. Un fracaso, para alguien que está orientado al desempeño, es profundamente desalentador.
“Tienden a tomar la retroalimentación de manera más personal”, dice Miron-Spektor. “Piensan que si no puede desempeñarse bien, es por falta de capacidad, y no algo que pueda desarrollar”.
Otras están “orientadas al aprendizaje”: tienden a centrarse más en la oportunidad de aumentar sus habilidades y ampliar sus conocimientos. También son más resistentes frente al fracaso, ya que analizan lo que salió mal y utilizan esas lecciones como una oportunidad de crecimiento.
Para comprobar si estas actitudes influyen en la creatividad de las personas a lo largo del tiempo, Miron-Spektor examinó a los empleados de un gran fabricante electroóptico de Israel. La dirección había introducido un programa de innovación, para el que pidieron a los empleados que presentaran cualquier idea que pudiera mejorar los procesos o productos.
Cada idea fue evaluada por un panel de expertos, quienes calificaron el potencial de la propuesta y dieron retroalimentación al creador de la idea.
Al observar los datos de siete años del programa, Miron-Spektor pudo trazar la “trayectoria de creatividad” de cada empleado y compararlos con los resultados de los cuestionarios que miden las orientaciones de aprendizaje o desempeño de las personas.
En general, descubrió que los empleados orientados al aprendizaje mostraron una mayor mejora en el número y la calidad de las ideas que contribuyeron al programa, en comparación con aquellos que estaban orientados al desempeño, que tendían a darse por vencidos y dejar de intentarlo después de haber enfrentado una decepción.
“No se trata solo de que las personas con orientación al aprendizaje sean más creativas, en promedio; vimos que aprendían más rápido, por lo que podían mejorar su creatividad con el tiempo”, dice Miron-Spektor.
La conclusión más obvia de estos estudios podría ser que las empresas podrían invertir en más capacitación para sus equipos, en lugar de asumir que la creatividad fluirá automáticamente.
Sin embargo, es importante destacar que también deben crear el entorno de trabajo adecuado para promover una orientación de aprendizaje en los empleados.
“Hay que animar a las personas a que traten el fracaso como parte del proceso”, dice Miron-Spektor.
Esto debería ser evidente en la cultura corporativa general, pero también en las formas en que los jefes brindan retroalimentación, para enmarcar las críticas como oportunidades para el crecimiento futuro.
Puccio está de acuerdo en que las actitudes de los líderes pueden marcar una diferencia crucial. “Si el comportamiento de un líder no está alineado con este nuevo conjunto de habilidades de pensamiento creativo, el impacto es limitado”, dice.
Incluso una pequeña guía puede ofrecer a los empleados una ventaja inicial.
En el experimento de Puccio, a algunos de los participantes sin formación previa se les pidió que separaran la resolución de problemas en dos etapas distintas: generación de ideas (que implica el pensamiento divergente) y selección de ideas (mediante el pensamiento convergente). Descubrió que, posteriormente, eran mucho más creativos que los que se quedaban a su suerte.
Si quieres mejorar tu propia creatividad, Meinel recomienda que te pruebes a ti mismo con regularidad en los pequeños problemas que encuentres.
Todos tenemos ciertas rutinas que usamos para afrontar tareas comunes, pero puedes comenzar a considerar si hay formas alternativas, y más originales, de lidiar con ellas.
Pronto, podrás descubrir que tu cerebro está “programado” para automáticamente pensar en soluciones ingeniosas, dice.
Con el tiempo, la generación de ideas y el refinamiento se convertirán en un acto reflejo: un “hábito de creatividad” que te permite abordar los problemas más grandes de la vida con mayor brillo y originalidad.
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