La Conaie ha sido una de las organizaciones más minimizadas y la mayor insultada en tiempos de campaña electoral. Sus antecedentes la preceden, sobre todo por la afinidad de sus dirigentes de turno con el poder de turno desde los tiempos del triunvirato en el balcón de Carondelet.
La Conaie buscó un acercamiento con el mundo mestizo con la creación de Pachakutik, su brazo político. Una forma de acercarse, desde su propia cuenta, al otro. Logró algunas curules en la Asamblea y siempre fue usada como estrategia de las campañas para asegurar que estaban con el pueblo. El pueblo entendido como una entelequia difícil de descifrar. Un problema complejo.
En este último proceso electoral, una de las campañas se empecinó en buscar sus banderas, las mismas que minimizó cuando estaba en el poder durante diez años. Sus defensores fueron calificados y tachados de izquierdistas infantiles. Ecologistas absurdos y burdos. No con esas palabras, sí con esas intenciones.
La división fue una estrategia pensada para desbaratar la mayor campaña de Pachakutik, la que no fue apoyada por los dirigentes de turno, llámense Jaime Vargas o Leonidas Iza. Según Yaku Pérez, ellos siempre jugaron a su propio bando. ¿Por qué? ¿Un cargo justifica la traición en un movimiento político?
Jaime Vargas y Leonidas Iza están en su derecho de apoyar a cualquier candidatura, pero la brecha armada entre sus intereses y las reivindicaciones del movimiento indígena, con su brazo político Pachakutik, deja mucho que desear. La pregunta entonces es, ¿es el voto nulo una vía a la democracia?
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