La Fiscalía allanó las oficinas de la gerencia del Hospital Pablo Arturo Suárez en Quito, donde se incautaron unas supuestas listas reservadas de las personas vacunadas en las fases 0 y 1 llevadas adelante por el Ministerio de Salud, quienes no estaban en la primera línea de la lucha contra el Covid-19.
Lo hizo como parte de las investigaciones sobre las irregularidades denunciadas en el Plan de Vacunación. En la lista constarían funcionarios públicos y personas particulares que se aprovecharon de sus influencias para acceder a las limitadas dosis que llegaron al Ecuador, restando ese derecho a quienes están día a día en contacto con personas contagiadas y asumen ese riesgo porque esa es su obligación.
Las justificaciones de quienes accedieron a la vacuna pueden ser muchas, pero hay un orden de prioridad que se debería haber respetado. En cada hogar ecuatoriano hay abuelos, personas con diabetes, hipertensión, con enfermedades que pueden ser mortales ante un eventual contagio. Y cada familia ha asumido el riesgo de proteger a los suyos con el mantenimiento de las medidas de bioseguridad.
Si no se protege primero a los encargados por velar por la seguridad sanitaria, ¿qué harán quienes recibieron las dosis, sin estar en la primera línea, por los demás? No es una historia exclusiva de Ecuador, sino de muchos países, en América Latina; la historia de los vacunados VIP comenzó por Argentina; en Europa, los países miembros restringieron la exportación de vacunas a países fuera del bloque.
La pandemia ha mostrado mucho de la condición humana; el egoísmo, la falta de solidaridad, la duda en el otro. la incapacidad para aceptar que no es un problema personal, sino de la humanidad, del otro. No debería ser la historia del sálvese quién pueda como en el Titanic, sino de cómo cedo mi lugar a quien lo necesita. ¿Cómo cuido del otro si no cumplo las medidas de bioseguridad y voy de fiesta en fiesta como si ya todo hubiera acabado?
El virus todavía está ahí. El hecho de que no se lo vea no significa que no siga matando gente. Y la prioridad debe ser siempre la inmunización de quienes están en la primera línea de la lucha contra ese enemigo imperceptible, ni siquiera invisible.
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