¿A qué juega Álvaro Noboa? Después de renunciar a su candidatura para buscar una alternativa que entierre definitivamente al correísmo (sí así se puede llamar a esa amalgama de intereses cuyo único norte es buscar la impunidad en los casos de corrupción destapados y la libertad de Jorge Glas) ha decidido ser candidato con la venia de un Tribunal Contencioso Electoral que parece actuar según sus intereses.
El Tribunal Contencioso ha sido pieza clave para que los movimientos y organizaciones políticas se conviertan en simples fichas, vacías de contenido, para auspiciar cualquier candidatura. El sistema de partidos políticos está huérfano, pese a Códigos de la Democracia, primarias internas y demás simulacros que supuestamente debían permitir una participación justa y equitativa con dineros públicos.
El invento perfecto del correísmo, diseñado en Montecristi, al igual que su Consejo de Participación Ciudadana del que ya poco se ha escuchado hablar. Todos participaban por igual, menos el correísmo que fue capaz de crear Avanza con recursos del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social para hacerse competencia y después sumar aliados ficticios. Su fundador está hoy prófugo de la justicia.
Formar una organización política con capacidad jurídica para participar en elecciones parece haber sido el gran descubrimiento del siglo en Ecuador. Busca convertir los procesos electorales en grandes negocios. Iván Espinel, desde la cárcel, prestó su movimiento a la candidatura correísta, luego apareció el Centro Democrático. Lo que más hay son ventanas, lo que menos hay son controles.
Todos pueden ser candidatos con dineros públicos, así no obtengan el mínimo de votos del padrón electoral. Basta con tener una organización política reconocida con cero activismo o escuelas de formación política para formar relevos, fuera de los tiempos electorales.
Ecuador está a las puertas de un proceso electoral, donde la guerra sucia prima con un entramado de instituciones creadas en la década del correísmo. Y hay quienes se prestan a esa lucha encarnizada por el poder, con Álvaro Noboa incluido, motivado tal vez por asesores que no lograron llevarle a la Presidencia cuando más fácil la tenía en 2006, en la segunda vuelta frente a Rafael Correa.
El Tribunal Contencioso Electoral, valga la aclaración, es otra obra del correísmo creado supuestamente para despolitizar la conformación de los órganos electorales. Y garantizar, también supuestamente, más transparencia, imparcialidad y participación ciudadana, cualidades ausentes durante la década pérdida del correísmo.
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