Entrevista por Juan de Althaus
La directora académica de la Universidad Casa Grande (UCG), Priscila Marchán, comenta sobre el reto que supuso para esta institución el adaptar la pedagogía presencial a lo virtual, sin perder su metodología del ‘aprender haciendo’, y los resultados obtenidos a los dos meses de dicha adaptación. Ella es magíster en Educación Superior de la UCG y magíster en Psicoanálisis con mención en Educación de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.
Casi todas las universidades han entrado, a raíz de la pandemia, en el sistema de aulas virtuales, ¿cómo se realizó este proceso en la UCG?
Ingresamos al teletrabajo e inmediatamente comenzamos a planificar cómo realizar el período Ordinario 1 online. Entonces, desde marzo nos preparamos en seis semanas. Sabíamos que el reto era grande. Teníamos algunos elementos para orientarnos y había que hacerlo rápido y de forma sistematizada. Todos teníamos que estar coordinados.
Comprendimos, desde la visión que apuntaba el vicerrectorado académico, que no íbamos a convertirnos en una universidad virtual, sino que brindaríamos una educación virtual en un contexto de emergencia, lo cual es diferente. Una universidad virtual implica una enseñanza 100% digital, con profesores formados para ello, quienes utilizan muchas herramientas tecnológicas. No es el modelo que queríamos, a pesar de que teníamos experiencia usando el Moodle.
Los estudiantes tampoco se habían inscrito en una universidad virtual. Los alumnos iban a entrar a las clases online con lo que tenían a la mano, en una situación que ejercía mucha presión. Por ejemplo, todavía en marzo y abril Guayaquil vivía el pico de la enfermedad, y a todos nos afectaba de diversas maneras. Entonces, consideramos que una educación virtual en contexto de emergencia tenía que ser flexible. A partir de esa orientación pedagógica comenzamos a trabajar en diferentes frentes.
Había que pensar en un modelo que pueda ser adoptado por la mayoría de los profesores. Algunos ya sabían cómo manejar los programas virtuales, además tenemos la buena experiencia de Posgrado. Desde el 2006 usamos el Moodle, pero necesitábamos otra herramienta y se definió que sea Zoom para las clases online.
El proceso fue muy colaborativo, y un elemento clave fue tener un equipo confiable. La otra parte fue la capacitación a los profesores y también hubo muchísimo trabajo en el ámbito tecnológico, para la instalación del software.
No se trataba de prender la cámara y dar clases durante tres horas, eso es insostenible. Propusimos un modelo que combinaba lo sincrónico con lo asincrónico, y preparamos una serie de guías y orientaciones escritas para los profesores y alumnos. Además, implementamos un seguimiento de uno a uno, a través de las facultades y de la Dirección General Académica (DGA).
La otra gran cancha en la que trabajamos fue la preparación a los estudiantes. El confinamiento surgió un poco antes del periodo de los registros y matrículas. Llamaban y nos preguntaban “¿cómo van a ser las clases?”, cuando recién estábamos haciendo los lineamientos y tratando de organizarnos. Pero nuestra respuesta fue que sabíamos hacia dónde íbamos: va a ser virtual y que luego les daríamos los detalles. Los alumnos se preguntaban si continuaban y si les convenía o no, teniendo en cuenta también la situación económica de sus familias.
Así fuimos dando respuestas en el tiempo, acercándonos a cada uno. Tuvimos un primer curso de inducción 100% online, incluso con estudiantes que no conocían ni el campus. Y comenzamos de forma virtual el seminario de titulación para quienes se estaban graduando. En la inducción a los postulantes nuevos, fue clave el aporte de docentes jóvenes, quienes pudieron engancharlos. Estas dos experiencias nos sirvieron de piloto para ultimar los preparativos para las clases regulares.
Comenzamos el 4 de mayo por disposición del gobierno. La primera semana fue muy intensa, de seguimiento, de ver que las cosas funcionaran. Nos interesaba que se diera una interacción satisfactoria, una buena experiencia de la clase y que todos los aspectos se manejaran bien.
¿Cómo evalúan el primer mes de modalidad online en la UCG?
Hicimos una encuesta a los estudiantes y luego haremos una a los profesores. Los alumnos evaluaron bastante bien el primer mes de clases.
Comparando las experiencias virtuales y presenciales, el resultado también ha sido favorable. No es que no extrañen la presencialidad, pero entienden que por la contingencia estamos haciendo estos cambios.
Después de esta evaluación, te quedas satisfecho del esfuerzo que se ha hecho, pero también es la sensación que esto ha significado muchísimo trabajo de un numeroso equipo de personas de la UCG. Esta primera experiencia hay que sostenerla, mejorando algunos temas. Pero creemos que hemos cumplido con los objetivos planteados inicialmente.
Parece que el deseo de enseñar y aprender no ha retrocedido frente al estrago de la pandemia, de parte de la comunidad de la UCG…
Eso que has dicho es bien importante, porque eso se evidencia en cada clase con los profesores. La presencia de los alumnos mantiene el deseo de educar, que normalmente se obtiene en las clases presenciales. Ahora es a través de las pantallas, pero se realiza con un fino hilo. Ya no está el campus, la interacción en el bar, los compañeros, todo eso que era el soporte de la vida universitaria, de la vida en comunidad de los estudiantes, lo cual queda fragmentada por la fragilidad de la pantalla y lo mantiene ahora el profesor.
Y la disposición de los alumnos que quieren aprender realmente…
Creo que ellos se han acercado como un reto y lo están tomando a la altura de la historia, del momento que les ha tocado vivir. Entonces, más allá de las dudas o preguntas iniciales, entendieron que nuestro rol es educar y el de ellos aprender, y están respondiendo de muy buena manera.
Texto original publicado en el N.16 de Ventanales, revista de la Universidad Casa Grande:
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