Pensaba que no podía llegar algo peor que el correato abusivo que nos dejó en la quiebra, pero la pandemia lo ha superado todo, causa efectos extraordinarios, por lo que combatirla requiere medidas especiales. Esto rebasó mundos distópicos narrados en obras impactantes y perturbadoras al estilo de Wells, Huxley, Bradbury o Zamiatin.
No se trata de aplicar recetas ortodoxas o típicas, sino de diseñar salidas distintas, resultado de combinar instrumentos eficaces en períodos de bonanza y en recesión, más otros nuevos, con el fin de trazar una estrategia “ganadora” que viabilice cuidar la vida, evitar el colapso del sistema sanitario, mitigar la contracción económica e impedir la debacle social; en suma, preparar el camino para ver la luz al final del túnel.
Al efecto, sin ser exhaustivo, pensemos líneas rojas que deben respetarse por el Estado y la sociedad. Una de ellas, cumplir estrictamente la Constitución, lo que significa preservar los derechos y el funcionamiento de las garantías; por ejemplo, no se puede seguir sacrificando a las clases media y trabajadora, ni a los pobres, con reformas tributarias inconsultas y desconectadas de la realidad.
Otra, consiste en tener presente que la salud y la educación son cimientos de la sociedad, le permiten sortear duras crisis, también adaptarse y crear; por ejemplo, la historia demuestra que después de la gripe española, causante de millones de muertes entre 1918 y 1920, se lograron avances enormes para la humanidad.
Sin aquellas, la vida, el adelanto, la convivencia y organización social corren riesgo. Nuestra Constitución ordena la entrega efectiva, oportuna, regular y suficiente de recursos para estos dos frentes, aún en Estado de excepción; inclusive establece que la falta de transferencia de los fondos implica la destitución de la autoridad (arts. 165, 286, 298, 340, 345, 348).
Saldremos del túnel, pero hagámoslo racionalmente, con prioridades y cuidando a las grandes mayorías. (O)
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