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Que no sea en vano tanto sufrimiento

Fernando Balseca
Universidad Andina Simón Bolívar
lunes, abril 20, 2020
La pandemia nos ha obligado a reconocernos como parte indisoluble de una colectividad y a entender, como nunca antes, que nuestras decisiones deben tomar en consideración a los otros: “En tiempos de contagio volvemos a ser una comunidad”, afirma Giordano
Tiempo de lectura: 2 minutos

La realidad actual –que nos mata, nos silencia, nos clausura– es abrumadora porque experimentamos la crisis sanitaria más grande de nuestro tiempo (no por la cantidad de víctimas que producirá, sino por la velocidad mundial de los contagios). Las palabras más sustantivas de hoy son las de científicos, médicos y personal de salud; también de políticos y periodistas responsables y guías espirituales. Los escritores, que conocen la fragilidad humana, posibilitan que esta vivencia tenga un sentido trascendente, como lo hace el novelista italiano Paolo Giordano en En tiempos de contagio (Barcelona, Salamandra, 2020).

Según Giordano –un físico teórico, además–, la epidemia es una emergencia médica que ante todo es una emergencia matemática, pues las matemáticas se ocupan de las relaciones, y el virus SARS-Cov-2 y la enfermedad COVID-19 han probado lo impresionantemente relacionado que está todo en el planeta, porque no tenemos ni anticuerpos ni vacuna contra el Cov-2. Giordano imagina cómo ese virus ARN –la forma de vida más elemental que conocemos– nos clasifica en tres grupos: susceptibles (quienes podrían contagiarse), infectados (ya contagiados) y removidos (quienes han muerto o están curados).

De modo que la epidemia será controlable cuando cada infectado contagie a menos de una persona (cada contagiado de COVID-19 contagia a 2,5 personas). A esto se debe nuestro aislamiento: para que disminuya el contagio, pues la única manera de acabar con la pandemia es reducir el número de susceptibles, en el que hay un subgrupo de ultrasusceptibles (ancianos, pobres, personas con salud frágil). Giordano afirma que la manera en que hemos destruido la naturaleza (deforestación, urbanismo desmedido, ganadería extensiva, extinción de especies, etc.) nos ha puesto en contacto con patógenos desconocidos sacados de sus hábitats.

Es posible que nosotros mismos hayamos producido esta epidemia ya que “somos la especie más invasiva de un ecosistema frágil y magnífico”. Por tanto, el encierro en el que estamos es para sobrevivir, pensar y cambiar. ¿Y de qué tiene miedo Giordano? “De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí”. Ahora que la naturaleza nos ha impuesto su ritmo debemos ir decidiendo qué estructuras cambiarán en nuestro presente.

La pandemia nos ha obligado a reconocernos como parte indisoluble de una colectividad y a entender, como nunca antes, que nuestras decisiones deben tomar en consideración a los otros: “En tiempos de contagio volvemos a ser una comunidad”, afirma Giordano. Las mejores transformaciones no son en beneficio propio, sino en pro de la colectividad. Lo que hacemos o dejamos de hacer nos afecta a todos. Es inaudito pensar que lo que más queremos ahora sea volver a lo normal. ¿Y cómo reemprenderemos nuestro camino cuando hayamos vencido a la epidemia? Giordano propone: “No permitir que tanto sufrimiento sea en vano”.

Texto original publicado en Diario El Universo

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