Victor Aguiar
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Ivan Gachet
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Diego Grijalva
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Carlos Uribe-Terán[1]
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Este martes 14 de abril se cumplieron cuatro semanas de la cuarentena decretada por el gobierno nacional para mitigar el contagio de Covid-19. La esperanza es que en las próximas semanas termine y podamos regresar a nuestras actividades normales. Sin embargo, el incremento en la capacidad de procesamiento de pruebas registrado en los últimos días destapa una realidad preocupante: la senda de crecimiento de número de casos positivos de Covid-19 que sigue Ecuador es similar a la seguida por Italia. Esto, sumado a la limitada capacidad hospitalaria, hace que nuestro país se perfile como uno de los más afectados por la pandemia mundial. Por este motivo es imperante que las medidas de contención sigan en pie, pues eliminarlas en la situación actual, podría traer consigo, entre otras cosas, el colapso generalizado del sistema sanitario.
¿Qué sabemos sobre los efectos que estas medidas han tenido sobre el bienestar de los hogares ecuatorianos?
Responder no es tarea fácil, sobre todo porque al hablar de bienestar necesitamos considerar varias aristas, que van desde el bienestar económico hasta el estado de salud físico y emocional. En un esfuerzo conjunto de investigadores de instituciones nacionales e internacionales, hemos construido una encuesta cuyo objetivo principal es generar información oportuna que nos permita tener un diagnóstico de la situación socioeconómica y psicológica de los hogares ecuatorianos.
En este artículo presentamos resultados preliminares de esta encuesta obtenidos a partir de 1.705 respuestas recolectadas en la provincia de Pichincha entre el 27 de marzo y el 10 de abril de 2020. El cuestionario estuvo estructurado en 4 módulos:
Nota técnica: para corregir la no-representatividad de la encuesta en línea (es decir que los que contestaron la encuesta no representan exactamente a la población en términos de edad, género, etc.), utilizamos un sistema de pesos muestrales que nos permite reflejar mejor la situación de los hogares del área urbana de la provincia de Pichincha. Lamentablemente, al momento no podemos realizar este ejercicio para otras provincias del país por falta de respuestas. Sin embargo, seguimos intentando recolectar más información a nivel nacional para poder ganar representatividad y así brindar información útil que pueda guiar la toma de decisiones. |
1.- CUMPLIMIENTO PARCIAL DE LA CUARENTENA Y UNA PERCEPCIÓN MUY OPTIMISTA DEL RIESGO
Si algo infiere el ciudadano común es que Pichincha es una provincia con ciudadanos que, en su mayoría, han sabido acatar las medidas de cuarentena impuestas por el gobierno. Los datos confirman esta teoría, parcialmente. El 58,1% de encuestados ha salido de casa durante el período de cuarentena, en su mayoría, por motivos de trabajo o para abastecerse de víveres o medicinas. Mientras tanto, un 10,6% no ha cumplido con las medidas de restricción de movilidad (ver Figura 1), entre los cuales el 70% son hombres, 56% son personas que tienen entre 18 y 25 años, 30% entre 35 y 50, y 14% más de 50 años.
Figura 1: El 60% de personas no han salido de su casa, un 10% no ha cumplido con la cuarentena.
Este comportamiento responde, directamente, a las creencias que las personas tienen sobre el riesgo que corren debido a la pandemia. En nuestro estudio pedimos a los encuestados que:
Para analizar estos resultados dentro de un contexto objetivo, hay que tener en cuenta que según la Organización Mundial de la Salud (basado en 55.924 casos confirmados en China) y el Centro de Control de Enfermedades de China (basado en 72.314 casos confirmados, bajo sospecha y asintomáticos de Covid-19 en China hasta el 11 de febrero), el riesgo de muerte por Covid-19 más que se triplica al pasar los 50 años de edad, y llega a 14.8% en pacientes de más de 80 años. Además, la tasa de mortalidad dentro de los hombres es 1.6 veces mayor que en el caso de mujeres. Finalmente, el ministro de salud de Ecuador Juan Carlos Cevallos estimó en días pasados que, potencialmente, hasta un 60% de la población en Ecuador podría llegar a contagiarse en un período de 120 días, que es cuando se espera que se llegue al pico de contagios en el país.
A pesar de estos números, la población en Pichincha asigna una probabilidad de 33% a llegar a contagiarse de Covid-19 (ver Figura 2). Esta percepción de riesgo es más alta entre los más jóvenes (36% entre 18 y 25 años vs. 29% entre la población de más de 50 años), y no existe diferencias significativas entre la percepción de hombres y mujeres (ambas alrededor de 33%). Estos resultados, en particular las diferencias por edades, tienen sentido si consideramos que dentro del grupo de mayores de 50 años es más probable que se cumpla la cuarentena a cabalidad.
Sin embargo, al preguntarles sobre la probabilidad de que existan complicaciones durante su período de convalecencia, las respuestas de los encuestados muestran un exceso de optimismo por parte de los grupos más vulnerables (ver Figura 2). Si bien los encuestados perciben un riesgo promedio de 45% de sufrir complicaciones, esta percepción no muestra diferencias significativas entre hombres y mujeres (45% en ambos casos), ni entre grupos etáreos (41% para el grupo de 18 a 25 años, 47% para los de 35 a 50 y 49% para los mayores de 50 años).
Figura 2: Los datos nos muestran una percepción de riesgo muy optimista, sobre todo de los grupos más vulnerables.
(a) Promedio | (b) Por género |
(c) Por grupo etáreo |
Finalmente, pedimos a los encuestados que asignen un número, entre 1 y 100, a la intensidad de los efectos negativos que su contagio podría generar a su familia y su comunidad (1 implica que no habría efecto alguno, y 100 corresponde a un efecto muy fuerte). La idea detrás de este ejercicio es analizar hasta qué punto los individuos tienen consciencia de la externalidad que generarían en su entorno, en caso de sufrir un contagio. Las líneas en rojo intenso en los paneles de la Figura 2 muestran estos resultados. En promedio, la intensidad de los efectos negativos estimada bordea 63, lo que implica que los hogares perciben efectos negativos leves o medianos de su propio contagio sobre los que les rodean. Sin embargo, esta intensidad disminuye significativamente en el caso de las mujeres (59% vs. 67% en el caso de los hombres), y cae regularmente con la edad (72% para el grupo de 18 a 25 años contra 56% para los mayores de 50 años).
2.- SE ESPERA EFECTOS PERMANENTES EN LA ACTIVIDAD ECONÓMICA
Si bien la percepción en términos de efectos sobre la salud propia y la de los demás tiene un alto grado de incertidumbre, los hogares tienen muy bien internalizados los costos económicos derivados de la pandemia y la cuarentena. Esto lo podemos medir a través de las expectativas que forman, dada la información que tienen en sus manos. Durante el período que estamos reportando en este artículo, el gobierno acababa de implementar las medidas de restricción de movilidad, y existía mucha incertidumbre respecto al tiempo que estas medidas iban a estar en pie, sobre las medidas económicas que el gobierno iba a tomar y sobre la gravedad real de la situación en términos de contagios, no sólo en Guayaquil (la zona más afectada), sino también en la provincia de Pichincha.
Con esto en mente, preguntamos a los individuos lo que esperaban respecto a su situación laboral una vez que pase la cuarentena. En la Figura 3 (panel a) mostramos el porcentaje de personas que temen perder su trabajo frente a aquellos que piensan que todo volverá a la normalidad, ordenado según grupos de ingreso. En general, al menos el 50% de individuos en cada grupo teme perder su trabajo, y este porcentaje se acentúa sobre todo en el grupo que reporta un ingreso mensual entre 801 y 1.600 dólares mensuales.
Fuimos un paso más allá, y también preguntamos a los individuos que estimen la duración de la caída en sus ingresos. El panel b de la Figura 3 muestra que más del 90% de individuos espera que la caída en su nivel de ingresos, ya sea por trabajo asalariado o por cuenta propia, dure al menos 4 semanas. Además, en el grupo de ingresos más bajos (menos de 800 dólares) y el grupo de ingresos medio-altos (entre 1.600 y 2.500 dólares), el porcentaje de trabajadores que espera una caída de más de 8 semanas supera el 30%.
Figura 3: Al menos el 50% de los encuestados temen perder su trabajo, y más del 90% espera que el shock negativo en sus ingresos sea persistente (más de 4 semanas).
(a) ¿Espera perder su trabajo)? | (b) ¿Cuánto tiempo estima que durará su reducción de ingreso? |
Dado que los hogares anticipan una reducción permanente en sus ingresos, es de esperar que se genere un ajuste significativo en el nivel de gasto. Por esta razón solicitamos a los encuestados que evalúen su capacidad de seguir cubriendo los gastos más representativos: alimentos y bebidas, arriendo, educación, servicios básicos, deudas con entidades financieras (incluyendo de tarjetas de crédito) e impuestos.
Figura 4: Los hogares esperan realizar ajustes en su consumo, principalmente en educación y el pago de arriendos
Con las respuestas construimos un índice de cobertura. Este índice toma valores entre 0 y 1 (donde 0 significa que la persona tendrá que cortar totalmente su gasto y 1 implica que el nivel de gasto podrá mantenerse). Encontramos que el índice agregado de esta canasta es 0.74, implicando una contracción significativa en la capacidad de gasto esperada de los hogares. Sin embargo, al analizar cada categoría por separado, la capacidad de cobertura promedio en educación y arriendo cae a 0.62 y 0.64 respectivamente, lo que se puede interpretar como una contracción de cerca de 40% en la capacidad de mantener estos niveles de gasto (esto probablemente tiene que ver con que, tanto en educación como en vivienda, el no-pago por protecciones legales no tiene consecuencias inmediatas de desalojo o pérdida del servicio educativo).
Una de las ventajas de los canales iniciales de divulgación de la encuesta, es que nos permitió tener acceso a una proporción importante de empresarios. Específicamente, constituyen el 15% de las personas que respondieron nuestra encuesta, que equivale a 6.4% una vez que consideramos nuestro ajuste de representatividad en la población. De este grupo, el 90% son dueños de empresas con menos de 10 empleados.
Al igual que en el caso de las personas, los empresarios temen una contracción severa en su nivel de liquidez durante la cuarentena, un tema que rápidamente puede convertirse en problemas de solvencia. Por este motivo, anticipan recortes significativos en su capacidad para cubrir gastos. En particular, preguntamos qué tan severo piensan que se va a afectar su capacidad para cubrir costos relacionados con salarios, pago de participación de trabajadores en las utilidades, deudas e impuestos. Como en el caso de personas naturales, calculamos un índice de cobertura de 0 a 1 (donde 0 implica que anticipan que no podrán seguir cubriendo ese rubro y 1 que podrán continuar cubriendo la totalidad de los gastos). Presentamos resultados específicos para las empresas de menos de 10 trabajadores en la Figura 5.
Figura 5: Las micro empresas anticipan una contracción severa en su capacidad para cubrir costos. Los rubros más problemáticos son deudas e impuestos.
Los índices de cobertura potencial de gastos para el caso de las microempresas (menos de 10 trabajadores), son extremadamente bajos si los comparamos con los de las personas naturales. En promedio, el índice de cobertura es de 0.30. En la misma línea, el índice para el rubro de impuestos es 0.25, mientras que para las deudas es de 0.28. Es decir, de darse el caso, los recortes más probables en el corto plazo serían en estas dos cuentas (esto puede relacionarse con el apoyo que normalmente hay en estos rubros en caso de crisis, y además porque las consecuencias legales son quizás más lejanas).
Figura 6: Tan sólo el 18.5% de las empresas esperan poder continuar normalmente con sus actividades después de la cuarentena. El 45.5% anticipan su cierre.
También preguntamos sobre la posibilidad de que su empresa continúe funcionando de forma normal, una vez que termine la cuarentena. En este caso, incluimos a todas las empresas que participaron en esta encuesta y mostramos los resultados en la Figura 6. El 81.5% de los empresarios estiman que sus empresas no podrán continuar funcionando de manera normal. El 45.5% anticipan que sus empresas tendrán que cerrar, mientras que el 36% piensan que podrán seguir funcionando, pero con un ajuste en el número de trabajadores.
3.- EL BIENESTAR EMOCIONAL DE LOS ECUATORIANOS ESTÁ SIENDO AFECTADO, Y ESTE EFECTO SERÁ DURADERO
Más allá de los costos económicos y de salud física que hemos analizado hasta aquí, una dimensión importante que está empezando a tomar vigencia, se relaciona con los costos sobre el bienestar y salud emocional de las personas.
En la situación actual hay dos elementos que se deben considerar. Por un lado, la existencia de una pandemia genera incertidumbre, estrés, ansiedad, miedo, enojo y depresión en toda la población debido al riesgo de contagio. Pero, algunos segmentos de la población son más propensos a verse afectados, incluyendo los trabajadores en sectores que están en la línea frontal –salud, seguridad, servicios más básicos y alimentación principalmente- al igual que las personas que sufren de ansiedad o depresión, o aquellas que están más cerca de poblaciones vulnerables. Mayores niveles de estrés, ansiedad o depresión pueden además afectar a la capacidad de atención, comprensión y toma de decisiones. Por otro lado, las medidas de distanciamiento social también tienen consecuencias negativas sobre la salud mental, tanto debido al efecto directo del aislamiento y el encierro como al efecto indirecto de las dificultades económicas asociadas.
Para analizar estos efectos, la encuesta incluyó una prueba estandarizada de depresión. Específicamente, utilizamos la escala CED-S, desarrollada por Center for Epidemiologic Studies de Estados Unidos, la cual permite evaluar síntomas depresivos tanto en la población general como en grupos clínicos. La Figura 7 compara los resultados de la encuesta Covid-19 con las respuestas para Pichincha de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV-2014).[3] Esta comparación permite evaluar la situación actual de los niveles de depresión con una línea de base. En relación a dicho período, los niveles de depresión han aumentado de manera significativa. Mientras que en el 2014 el 63.5% de la población no mostraba signo alguno de depresión, durante la epidemia de Covid-19 este porcentaje se ha reducido a 25.1%. Consistente con esto, el porcentaje de personas con depresión moderada o severa se ha duplicado y un alarmante 43.4% muestra signos de depresión alta.
Figura 7. En relación a la línea de base ECV-2014, los índices de depresión actuales son alarmantes
Para entender mejor las causas de alto nivel de depresión, a continuación analizamos la relación entre depresión y el nivel de riesgo percibido en relación al coronavirus. La Figura 8 considera la probabilidad de infección autoreportada (panel a) y la severidad estimada en caso de contagio autoreportada (panel b). El grupo que piensa tener una probabilidad baja de contagio tiene alrededor de un 70% de personas con signos de depresión, pero este porcentaje aumenta a cerca de 82% entre aquellos grupos que piensan que tienen una probabilidad media o alta de contagio. De igual forma, la incidencia de depresión en el grupo que estima una baja severidad en caso de contagio es algo más de 63%, mientras que el nivel es superior al 80. entre los que estiman una severidad media o alta. Lo más notable es que en el grupo que estima una severidad alta, la depresión elevada alcanza un 66%.
Figura 8. Los niveles de depresión son más altos entre quienes consideran que tienen una mayor probabilidad a contagiarse y entre quienes anticipan una mayor severidad en caso de contagiarse
(a) Por probabilidad de contagio | (b) Por severidad anticipada |
La incidencia de depresión durante la cuarentena depende de las opciones y de las expectativas de las personas. La Figura 9 (panel a) muestra el nivel de depresión en función del tipo de trabajo. Las personas que trabajan normal o parcialmente en casa muestran niveles de depresión más bajos que las personas que trabajan normalmente fuera, o aquellas que no han podido trabajar. En estos dos grupos, la depresión moderada o alta alcanza alrededor del 70%.
Estas diferencias muestran las dos caras del problema al que nos enfrentamos. Por un lado, poder trabajar (pero no desde casa) genera un impacto negativo sobre el bienestar mental de las personas que, si bien logran mantener sus ingresos, están expuestos a un ritmo de trabajo mucho más estresante y sobre todo a una mayor probabilidad de contagiarse y de contagiar a personas cercanas. Por otro lado, el bienestar mental de aquellas personas que no han podido trabajar se ve afectado precisamente por la falta de ingresos.
Yendo un paso más allá, también es posible observar que el nivel de depresión de las personas depende de sus expectativas. La Figura98 (panel b) muestra que la personas que piensan que perderán su trabajo muestran niveles más altos de depresión (68.9% de depresión moderada y alta) en comparación con aquellas que piensan que todo volverá a la normalidad (49.6% de depresión moderada y alta).
Figura 9. La incidencia de depresión es menor entre quienes pueden trabajar desde casa y entre quienes piensan que las cosas volverán a la normalidad
(a) Por tipo de trabajo | (b) Por expectativas |
De igual forma, algunas características individuales están asociadas con el desarrollo de síntomas de depresión. Entre ellas se encuentran pertenecer a un nivel socioeconómico más bajo, ser mujer, utilizar de manera frecuente los medios sociales, así como tener una menor resiliencia y apoyo social.
La Figura 10 (panel a) muestra información del nivel de depresión por nivel de ingreso. Casi el 76% en el grupo de ingresos bajos (menos de 800 dólares mensuales) muestran signos de depresión, comparado con alrededor del 70% en los grupos de ingresos medios-altos (entre 1.600 y 2.500 dólares) y altos (más de 2.500 dólares). Además, el porcentaje que muestra depresión alta disminuye a medida que nos movemos a grupos de ingresos más altos (44.3% en el grupo de ingresos bajos, 34.6% en el grupo de ingresos altos). En cuanto a la incidencia de depresión por género, mientras que el 68% de los hombres muestra algún signo de depresión, en el caso de las mujeres este porcentaje llega a casi el 84%. Asimismo, el 37.8% de los hombres y más del 50% de mujeres sufren de depresión alta (ver Figura 10, panel b).
Figura 10. La depresión es más alta en las personas que tienen menor ingreso y en las mujeres
(a) Por nivel de ingreso | (b) Por género |
Este breve análisis del bienestar y la salud mental de los ecuatorianos durante la epidemia, demuestra que es necesario no solamente preservar la salud física y minimizar los costos económicos, sino también cuidar la salud mental. Existen ya esfuerzos orientados a brindar ayuda psicológica, pero la escala tendrá que aumentarse significativamente. Además, es fundamental tener en cuenta que el impacto psicológico puede persistir luego de que el shock haya terminado.
4.- ¿DEBERÍAMOS SEGUIR CON LA CUARENTENA?
Como se ha mostrado a lo largo de este artículo, la actual pandemia genera costos muy altos en diversas dimensiones, salud física y emocional y también en la economía. Las medidas de contención, específicamente la cuarentena, también tienen costos muy altos al restringir la actividad económica. Debido a que la gran mayoría de ecuatorianos no se ha contagiado, pero que los costos económicos son claramente palpables, hay un incentivo para salir de la cuarentena lo antes posible. ¿Por qué seguir entonces con la cuarentena?
La respuesta en primera instancia tiene que ver con la epidemiología asociada al coronavirus. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y al CDC de Estados Unidos, el Covid-19, la enfermedad asociada al nuevo coronavirus SARS-CoV-2, es distinto a la gripe común debido a las siguientes razones. Primero, el Covid-19 es mucho más contagioso, mientras que una persona con gripe común contagia en promedio a 1.3 personas, una persona con Covid-19 contagia en promedio a 2-2.5 personas. Segundo, el período de incubación de Covid-19 es mucho más amplio (1-14 días) que el de la gripe común (1-4 días), lo cual implica que el potencial período de contagio es mucho más largo y tarda más en detectarse. Tercero, el Covid-19 es más severo pues la tasa de hospitalización es de 19% vs. 2% de personas con gripe común. Finalmente, la tasa de mortalidad de personas con Covid-19 es 1-3.4% vs. 0.1% para la gripe común.
Ningún sistema de salud en el mundo tiene la capacidad de manejar el efecto del Covid-19 si los contagios ocurren sin ninguna media de contención. En este caso, muchas de las personas que podrían recuperarse, luego de haber contraído Covid-19, no lo harán debido a que no pueden acceder a servicios hospitalarios. Por ello, la respuesta en Ecuador, al igual que muchos otros países, ha sido adoptar medidas de distanciamiento social -específicamente la cuarentena- que retardan la propagación del virus. De esta forma se permite que el sistema de salud pueda responder a un flujo más bajo de contagiados, reduciendo el número de fallecidos.
El costo económico de las medidas de distanciamiento social es enorme. Pese a ello, es importante recalcar que dicho costo económico también ocurriría -en mayor o menor proporción- si no se tomaran medidas de contención por dos razones. Por un lado, un alto número de fallecidos, además del costo social y de salud, también genera un impacto sobre la economía. Por otro lado, incluso si el gobierno no impusiera medidas de distanciamiento social, las propias personas reaccionarían de esta manera, generando un impacto sobre la demanda. En este sentido, Barro et al. (2020), haciendo una extrapolación del impacto de la gripe española de 1918-1920, concluyen que el efecto económico promedio del coronavirus podría ser una caída de 6% del PIB y de 8% del consumo. De igual forma, Correia et al. (2020) explotan la variación en las respuestas entre ciudades en Estados Unidos durante la gripe española y señalan que la pandemia redujo la producción manufacturera en 18%. Lo más importante: concluyen que las ciudades que adoptaron medidas de contención más temprano y de forma más agresiva, tuvieron un mejor desempeño económico luego de la pandemia. Es decir, la poca evidencia existente sugiere que al limitar el impacto directo de la pandemia mediante medidas agresivas de contención, también se logra tener una mejor recuperación económica.
El problema es entonces cuánto tiempo mantener las medidas de contención, condicional al nivel de cumplimiento con ellas y la dinámica de contagio del Covid-19. En esta línea, el sistema de semáforos planteado por gobierno para levantar paulatinamente la cuarentena en áreas de bajo riesgo, será eficaz solamente si la información es suficiente para garantizar que no exista una nueva propagación del virus, y si hay los medios (testeos amplios) para generar dicha información. Por lo tanto, la generación de información oportuna y veraz debe ser prioridad para el COE Nacional y los COE Provinciales.
Además de los costos de salud física y económicos que estamos enfrentando, y que deberemos enfrentar en el mediano plazo, nuestros resultados muestran que una de las prioridades de política pública tiene que ser la recuperación del bienestar y la salud mental de los ecuatorianos. Los niveles de depresión observados requieren amplias intervenciones orientadas a generar una rutina sana bajo las nuevas condiciones, limitar las fuentes de estrés, reducir la sensación de aislamiento mediante el uso apropiado de tecnología, y poner a disposición ayuda profesional.
ANEXO: ¿Quién participó en nuestra encuesta?
Los resultados que presentamos aquí corresponden a 1.705 respuestas ubicadas en la provincia de Pichincha, entre el 27 de marzo y el 10 de abril. Por el tipo de canales utilizados para la divulgación de la encuesta, y dado que se trata de una encuesta en línea, nuestros resultados (al igual que aquellos de cualquier encuesta que cumpla con estas características) podrían estar sesgados por las características demográficas de las personas que deciden responder.
Por esta razón, calculamos un vector de pesos muestrales que nos permiten ajustar la distribución que observamos en la encuesta en línea con la que observamos en una encuesta representativa a nivel de provincia, en nuestro caso, la Encuesta Nacional de Empleo y Desempleo (ENEMDU). En la Figura 11 presentamos las distribuciones de los identificadores demográficos que tenemos en la encuesta en línea y en la ENEMDU para mostrar el sesgo que se podría generar en nuestros resultados en caso de no aplicar los pesos muestrales.
Figura 11: Distribuciones de variables demográficas. Los pesos muestrales que utilizamos nos ayudan a corregir posibles sesgos que se generan por la naturaleza de nuestra encuesta.
(a) Género | (b) Jefe de hogar |
(c) Edad | (d) Ingreso |
[1] Victor Aguiar es Profesor Asistente de Economía en la Universidad de Western Ontario, Canadá. Ivan Gachet es investigador independiente, Diego Grijalva es Profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad San Francisco de Quito, y Carlos Uribe-Terán es Profesor de Economía de la Universidad San Francisco de Quito. Todas las opiniones y resultados presentados en este artículo son responsabilidad única de los autores y no reflejan la posición de ninguna de las instituciones involucradas. Los autores agradecen el apoyo del resto de colaboradores que continúan trabajando en el proyecto Encuesta Covid-19 Ecuador y que apoyaron en esta primera ronda: Paul Carrillo, Luis Castro, Nicholas Gachet y Pablo Lucio Paredes. Esta encuesta forma parte del proyecto de investigación USFQ 16984 y cuenta con la aprobación del Comité de Ética de Investigación en Seres Humanos de la USFQ (CEISH-USFQ) número P2020-021M.
[2] Por limitaciones en el número de respuestas obtenidas hasta el momento, no podemos presentar resultados respecto a la presencia de síntomas relacionados con el Covid-19. Esperamos seguir recolectando respuestas a nuestra encuesta y así proveer información relevante en este sentido.
[3] La encuesta CED-S fue administrada de igual manera en la ECV-2014.
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